En otro artículo ya se ha abordado el estudio de los fundamentos de la santería. En dicho estudio se puntualizó que la santería tiene sus raíces en la religión africana nativa, la cual prácticamente en todas sus vertientes tiene como base común el concepto del animismo. El animismo es la creencia que mantiene que todo en la naturaleza tiene un alma o espíritu, por lo cual reconoce la existencia de entidades de un orden superior que animan y rigen las cosas e incluso los fenómenos naturales y accidentes geográficos, y además sostiene la continuidad de la vida después de la muerte y la persistencia de los ancestros en la forma de entes o espíritus inmateriales. El mero hecho de que estos seres pertenezcan al mundo invisible les otorga cierto poder sobre los mortales, por lo que de aquí emana la creencia en numerosos dioses o divinidades a través de los cuales el hombre trata de explicar o controlar las tribulaciones y avatares de la vida, o sencillamente encontrar consuelo.
Siguiendo este concepto se deriva que la comunicación con los espíritus o fuerzas inmateriales, que en forma de divinidades se desarrollan en general a imagen y semejanza del ser humano, puede ser factible, y que esos espíritus pueden ser invocados por los mortales para requerir sus presuntos poderes y conocimientos. Para lograr esta comunicación con estos seres superiores la religión animista dispone un culto determinado, un ritual preciso. Y una parte muy importante de este ritual es la adivinación. El ritual de adivinación es fundamental, pues permite al hombre comunicarse y recibir respuestas coherentes e inteligibles de los seres inmateriales.
Es por ello que el rito adivinatorio es una parte esencial de la santería. Además de posibilitar la comunicación entre el santero y los orishas (y en definitiva el acercamiento de las potestades divinas a los fieles), dota al culto de un dinamismo que resulta muy eficaz para mantener la religión viva y plenamente activa.
El orisha patrón de la adivinación es indiscutiblemente Orúnla (Orúnmila). Esto es así porque según la tradición el es la única divinidad presente en el momento en que un individuo escoge su destino en la tierra; por tanto, conoce el porvenir de todos los hombres.
Existen diferentes sistemas de adivinación en santería, que dependen sobre todo de la categoría de la persona que efectúa el rito adivinatorio. En general hay dos grados de iniciados en santería que realizan los rituales adivinatorios, el babalawo y el santero. Como ya explicamos, el babalawo es un grado iniciatorio elevado, que correspondería a una especie de sumo sacerdote al que se dirigiría el santero o sacerdote ordinario en las ocasiones especialmente complejas o difíciles. Entre los yoruba, el babalawo es el sumo sacerdote y adivinador por excelencia (“baba= padre” y “awo= adivinación”). Vamos a ver en líneas generales los métodos adivinatorios en cada caso para posteriormente entrar más en detalle:
El babalawo usa dos formas de adivinación: la más usual es el opelé (opelé-Ifá en yoruba), que consiste en una cadena compuesta por ocho medallones equidistantes hechos por los mismos adivinadores o sus aprendices usualmente con cortezas de coco y que pueden tener engastados en los extremos de la cadena objetos como cuentas, aros, anillos, caracoles para distinguir la pata (extremo) derecha o mayor de la izquierda o menor. El siguiente método se reserva para las iniciaciones y para averiguar quién es el orisha regente de una persona en particular: se denomina Tabla de Ifá (opón–Ifá en yoruba) y consiste en una tabla de madera sobre la cual el babalawo esparce un polvo especial. Sobre este polvo el babalawo traza unas líneas que luego interpreta según una serie de versículos conocidos como oddus. Las líneas se obtienen mediante nueces de palma, como luego veremos.
El santero utiliza un método a partir de caracoles, llamados diloggún (erindiloggún en yoruba). Mediante este sistema el santero puede realizar casi todo tipo de consultas a los orishas e incluso determinar el orisha regente de una persona.
Existe además un método común a ambos iniciados que es conocido como “darle coco al santo”. Se emplean cuatro pedazos de coco que se lanzan y según su posición al caer al suelo se interpretan, aunque este método no se utiliza en consultas sino para averiguar si un orisha está complacido con una ofrenda en particular y cómo debe disponerse dicha ofrenda. Originariamente se utilizaba nuez de cola, pero esta fue sustituida por el coco por la dificultad de encontrar aquella en el continente americano. La nuez de cola se rompe naturalmente en cuatro partes que sirven fácilmente para la interpretación, dependiendo del lado en que caigan al suelo.
BABALAWO
Como hemos dicho, la forma más usual de adivinación del babalawo es el opelé. Se trata de una cadena que conecta ocho medallones ovalados los cuales son normalmente cáscaras de coco, aunque también pueden estar hechos de marfil, cobre, hueso o incluso caparazones de tortuga. El aspecto de cada medallón es diferente por cada lado, y según el que muestren los caparazones al caer así será la interpretación del adivino. El opelé se lanza, siempre con la mano derecha, sosteniéndolo por la parte media de manera que está dispuesto en dos mitades paralelas y caen cuatro medallones a cada lado. De este modo, se pueden obtener dieciséis diseños distintos como resultado de las posibles combinaciones obtenidas; cada uno de estos resultados se denomina “oddu”. Cada medallón genera un signo dependiendo de si cae de un lado o de otro, y la combinación de los ocho da lugar a un signo “I” o a un “0” que se va anotando tras sucesivas tiradas. Los 16 oddus mayores o principales, al combinarse entre sí, dan un resultado de 256 oddus; son las respuestas posibles del oráculo y contienen todo el conocimiento precisado, debido a que los oddus se asocian con los “patakies”, que son mitos, leyendas o historias de la filosofía y sabiduría yoruba. Es por medio de estos patakies asociados al resultado del oráculo por lo que el babalawo ofrece la interpretación. La cantidad de patakies es muy elevada, no se conoce un número exacto, así que del conocimiento de los mismos dependerá la pericia y precisión en los pronósticos de cada babalawo. Adicionalmente, el babalawo puede averiguar si el mensaje de los oddus tiene un sentido positivo o negativo: para ello, utiliza un complemento llamado “igbo”. El igbo es sencillamente un pequeño caracol y una piedrecita que el consultante oculta cada uno en una mano cerrada; una nueva tirada del opelé indicará al babalawo la mano que debe escoger, y dependiendo del objeto escogido se verá si los oddus vienen con buena suerte (“iré”, representado por la piedra) o mala suerte (“osogbo”, representado por el caracol). En base a esto, el babalawo puede completar su pronóstico con recomendaciones orientativas para el consultante.
Este sistema basado en los oddus y sus asociaciones, verdaderamente complejo, conforma la base de la adivinación de Ifá (dios de la adivinación entre el pueblo yoruba, similar a Orúnla) y por consiguiente de la santería.
El segundo método de adivinación usado por el babalawo se realiza mediante la Tabla de Ifá. Se trata de una bandeja redonda de madera que puede estar tallada por el borde con figuras africanas, generalmente representaciones de Orúnla. Esta tabla se utiliza en situaciones excepcionales. El babalawo esparce sobre la tabla un polvo llamado eyerosun, preparado con una receta determinada (los yoruba lo confeccionan con polvo triturado de nuez de palma). Una vez que la bandeja está cubierta con el polvo, el adivino traza en él unas líneas con la punta de un cuerno de venado (“irofá”), que son las líneas correspondientes al oráculo obtenido en el ritual. En este caso, el procedimiento para obtener la respuesta oracular requiere del uso de los “ikines”, o nueces de palma. El babalawo utiliza 16 de estos ikines de la siguiente manera: el adivino sostiene los 16 ikines con ambas manos y los agita, acto seguido toma tantos ikines en su mano derecha como pueda, teniendo en cuenta que si los toma todos la lectura no es válida, deben quedar uno o dos ikines en su mano izquierda. Si queda una nuez se marcan dos líneas en el polvo, y si quedan dos se marca una sola línea. Esta acción se repite ocho veces hasta que se confecciona un oddu, a partir del cual se elabora un primer vaticinio.
Las ceremonias de adivinación, tanto si son realizadas mediante el opelé o la Tabla, van acompañadas de rezos e invocaciones diversas, dirigidas a los orishas y a los eggun (espíritus de los difuntos).
SANTERO
El método principal de adivinación usado por el santero es el diloggún, o los caracoles. Estos caracoles son una especie de conchas marinas pequeñas y alargadas, con una superficie por un lado lisa y redondeada y por el otro con una abertura lineal. Los caracoles se guardan celosamente y se reservan para las lecturas; en total son veintiún caracoles que es el número de ellos asignado al orisha Elegguá, los demás orishas tienen asignados dieciocho, pero para las lecturas se utilizan normalmente dieciséis. Durante una lectura los caracoles se arrojan y el resultado depende del número de caracoles que caigan en una posición u otra. Se pueden obtener dieciséis posiciones distintas, que son los oddus, además de una posición adicional que sería cuando todos los caracoles caen boca abajo, lo cual puede indicar una extrema mala suerte para el consultante.
Cada oddu se identifica con un verso o leyenda que es la que sirve para hacer el pronóstico del oráculo, y se pueden utilizar medios adicionales (igbos, como ya explicamos en el caso del babalawo) para averiguar si este pronóstico tiene un sentido positivo o negativo; en este caso el santero se puede auxiliar de hasta cinco igbos, que serían cinco pequeños objetos concretos cada uno con un significado de buen o mal presagio.
Veamos como ejemplo las leyendas que acompañan a cada oddu, son las siguientes con sus respectivos nombres:
1.-Okana Sode – “Si no hay nada bueno, no hay nada malo”
2.-Eyioko – “Una flecha entre hermanos”
3.-Oggundá – “Los argumentos causan tragedias”
4.-Eyorosun – “Nadie sabe lo que está en el fondo del mar”
5.-Oche – “La sangre fluye a través de las venas”
6.-Obbara – “Un rey no miente. De la mentira nace la verdad”
7.-Oddi – “Donde la tumba fue primero cavada”
8.-Eyeunle – “La cabeza lleva al cuerpo”
9.-Ossa – “Su mejor amigo es su peor enemigo”
10.-Ofun – “Donde nació la maldición”
11.-Ojuani – “El agua no se puede llevar en una canasta”
12.-Eyilá chebora – “Cuando hay guerra, los soldados no duermen”
13.-Metanlá – “Donde nace la enfermedad, la sangre es mala”
14.-Merinlá – “Una familia que no se lleva bien la envidia lo rodea”
15.-Manunlá – “La misma forma en que lo conmueve lo paraliza”
16.-Mediloggún – “Usted nació para ser astuto si escuchó el consejo”
Se dice que los oddus se dividen en menores (5,6,7,9, y 11) y mayores (el resto). Esta diferencia afecta a la hora de escoger el igbo correspondiente, los oddus mayores indican que se debe escoger la mano izquierda, y los menores la derecha, según el mismo procedimiento que en la adivinación opelé.
El ritual de adivinación diloggún va también acompañado de invocaciones y oraciones a los eggun y a los orishas.
Por último, existe un método de adivinación más sencillo y común que se realiza con trozos de coco. El coco es una fruta ampliamente utilizada en santería, ya sea como ofrenda, como parte de diversos rituales o como ingrediente en numerosos sortilegios. En este caso, se puede usar para comunicar con un orisha en particular o incluso con los eggun (difuntos). Para este ritual se emplean cuatro trozos de coco, que son blancos por un lado y color marrón o café por el otro. Los trozos son lanzados y dependiendo del lado en que caigan así se establecerá el resultado; este resultado podrá ser un sí o un no, definitivos o con algún matiz según la combinación obtenida de los cocos (se pueden registrar hasta cinco combinaciones). Es decir, que por este medio se contesta a preguntas concretas a los orishas, normalmente relacionadas con la aceptación de ofrendas o para obtener su aprobación a una ceremonia.
La adivinación por el coco no se realiza en Africa, aunque allí existe una ceremonia similar tradicional realizada con nuez de cola (diddá obi, o lanzamiento de nuez de cola), y en la que el adivino rompe este fruto en cuatro partes que pueden caer por un lado cóncavo o el opuesto que es convexo.
En tiempos antiguos, entre los yoruba africanos, los adivinos principales o babalawos eran consejeros, médicos y filósofos en sus comunidades. Para alcanzar este grado de babalawo era (y es actualmente) requisito imprescindible ser varón. Los aspirantes, desde temprana edad, recibían un severo entrenamiento a lo largo de años el cual sólo era superado por una minoría selecta, que debe adquirir por supuesto un perfecto conocimiento de la mitología, el ceremonial inherente y la mayor destreza en el arte adivinatorio tradicional yoruba, lo cual no es fácil dada la complejidad del sistema. En santería el proceso es muy similar, con algunas variaciones debidas a la lógica adaptación del culto al entorno social y geográfico.
El sistema de adivinación Ifá tradicional del pueblo yoruba ha sido reconocido como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad por la Unesco.