“La voz del silencio” es un opúsculo de cierto estilo poético publicado por Helena Blavatsky en 1889. Según ella misma nos dice, se trata de un extracto de un texto mayor llamado “El libro de los preceptos de oro”, que sería una obra magna de misticismo oriental conocido y hasta parcialmente memorizado por ella en una de sus estancias en el Tibet. Es decir, que ella tuvo acceso a una serie de textos sagrados y realizó esta breve compilación con toda la fidelidad posible hacia los originales.
Es sabido que Helena Blavatsky viajó al Tibet ocasionalmente permaneciendo cierto tiempo en algunos lamasterios, y que ubicó el centro internacional de la Sociedad Teosófica originalmente en Madrás (India), país a donde viajó en numerosas ocasiones. Sin duda tuvo un estrecho contacto con la filosofía esotérica oriental también debido a que su maestro iniciático fue asimismo oriental (el maestro Morya), además de las revelaciones de similares maestros que tuvo en este sentido; todo ello influyó en gran manera en la propia doctrina de la Sociedad Teosófica y en sus escritos, tal y como se puede apreciar en su obra clave “La doctrina secreta”.
“La voz del silencio” es una obra de gran erudición que demuestra un profundo conocimiento del misticismo oriental y que no es de fácil comprensión, siendo más bien un texto para la meditación o el acercamiento a la ciencia sagrada desde el aspecto orientalista.
“¿Has puesto a tono tu corazón y tu mente, con la gran mente y el corazón de la Humanidad entera?. Porque así como en la rugiente voz del Río Sagrado resuenan a manera de ecos los sonidos todos de la Naturaleza, así también el corazón de aquél que pretenda entrar en la corriente, debe vibrar respondiendo a cada suspiro y pensamiento de todo cuanto vive y alienta.”
Este párrafo corresponde al primer fragmento de los tres que componen el libro, y que se refieren consecutivamente a la descripción de la comunión mística que conduce a la más alta elevación espiritual, en la línea de la filosofía yogi. Este primer fragmento explica la naturaleza misma de La Voz del Silencio y cómo reconocerla en nuestro interior; el segundo nos presenta Los Dos Senderos, enseñándonos a distinguir entre la doctrina del “Ojo” y la del “Corazón”; mientras que la Doctrina del Ojo es la entronización de lo externo y de lo no “existente”, la Doctrina del Corazón es la que nos conduce a la iluminación, la sabiduría y la perfección. El tercer fragmento nos presenta los Siete Portales que conducen a la sabiduría y nos da las siete llaves que abren cada uno de ellos. Todo ello descrito mediante una terminología oriental que exige un gran conocimiento y familiarización con dicha terminología o en su defecto el uso de las apropiadas notas complementando al texto.
En palabras de la autora, este libro contiene lo que a su juicio es la selección más acertada de los tratados que pueden resultar más provechosos para los “pocos místicos verdaderos de la Sociedad Teosófica”.
“A no ser que el hombre persevere formalmente en su empeño de lograr el conocimiento de sí mismo, jamás prestará complaciente oído a reflexiones y enseñanzas de esta naturaleza.”