“Los sufíes” es un célebre libro escrito por el autor oriundo de la India pero afincado en Inglaterra Idries Shah y publicado originalmente en el año 1964.
Esta obra, que se ha convertido en todo un clásico dirigido a cualquier persona interesada en la doctrina sufí, no se limita a describir dicha corriente de pensamiento desde el punto de vista histórico y religioso, sino que aporta información más o menos contrastada que pretende ubicar el sufismo dentro de la sabiduría hermética universal, a la vez que trata de explorar su vertiente esotérica analizando el sufismo no como religión o parte de un dogma religioso sino como forma de conocimiento que por medio de la reflexión, intuición y dedicación estricta puede impulsar el desarrollo espiritual del hombre hasta su máxima expresión.
Es por ello que el libro ha generado muchas críticas tanto desde el ámbito religioso islamista, como de algunos sectores académicos, quienes basan esas críticas en el hecho de que el autor desvirtúa la propia esencia religiosa de la vía sufí asociándolo a conceptos como el esoterismo que por norma no es aceptado por la ortodoxia religiosa; del mismo modo, estos mismos sectores consideran inaceptable que se desvincule al sufismo de la religión islámica. Sin embargo es esa misma dimensión esotérica que Idries Shah explota lo que ha hecho que el libro haya captado la atención de muchas personas hacia el sufismo como filosofía de vida universal ya que es innegable que favorece la implicación del lector occidental (o en sentido más general, no musulmán) con la doctrina y particularidades del sufismo. En definitiva, podemos asumir que estamos ante una obra que se aleja de todos los formalismos y fundamentalmente aporta nuevos puntos de vista buceando en el devenir de la historia, con el objetivo de ubicar el sufismo en el tronco común de la religión o creencia única, esencial y trascendente; al menos, este parece ser su mensaje principal aunque, según declaran sus detractores, este mensaje distorsione la enseñanza que pretende transmitir.
Es trabajo del lector (un trabajo interesante y que exige no poco esfuerzo) el tratar de establecer hasta qué punto el autor banaliza o falsea la esencia religiosa del sufismo, o si puede haber algo de utilidad para un estudio serio del sufismo y su relación con el hermetismo en esta obra tal y como manifiesta el autor. Hay que decir que, como viene siendo habitual en el caso de personas afectas al esoterismo o las ciencias ocultas y que han desarrollado sus trabajos y expresado su pensamiento en base a esta afección (y con no pocos puntos controvertidos en su biografía, todo hay que decirlo), Idries Shah ha sido objeto de críticas y descalificaciones tanto hacia su obra como hacia su persona desde los sectores antes aludidos. No obstante, es indudable que su bibliografía ha contribuído decisivamente a la difusión de la doctrina sufí por todo el mundo, independientemente de la autenticidad contenida en aquella, por lo que su nombre se ha asociado invariablemente al sufismo y es objeto de admiración por parte de muchas personas, acérrimos seguidores de sus teorías.
Vayamos al libro: “Los sufíes” empieza con una nada insípida introducción a cargo del escritor británico Robert Graves (que tuvo contactos y gran amistad con Idries Shah en la década de los 60 del pasado siglo XX). Efectivamente, Graves no duda en definir el sufismo como una corriente espiritual atemporal, una fraternidad de antigüedad indeterminada que recibió especial protección (y proyección) dentro del Islam pero nunca estuvo limitada a este. Continúa aludiendo a diversos aspectos esotéricos que podrían envolver al sufismo y que le dotarían de evidente universalidad y heterodoxia intelectual, por lo que no cabe duda de que reconoce implícitamente la carga hermética del conocimiento sufí, trascendiendo la religión formal. Graves avala también sin ambages la seriedad y calidad de la exposición que el autor hace en las páginas de este libro y no duda en otorgarle excelentes credenciales, que lo cierto es que no podrían ser tomadas al pie de la letra (pues no es admisible por ser históricamente inexacta su declaración “Idries Shah figura en la línea de los descendientes mayores masculinos del profeta Mahoma”), tal es el entusiasmo que vuelca en esta introducción y fe en el texto que la acompaña.
Tras esta presentación, encontramos una exposición general del sufismo en la que el autor nos presenta a este como una corriente de pensamiento místico y filosófico fundamental en el desarrollo del espiritualismo universal, recogiendo la herencia de conocimiento hermético de la antigua tradición oriental para establecer una continuidad a través de la historia de los últimos siglos, por una parte evolucionando naturalmente en el pensamiento religioso y místico oriental y por otra influyendo e impulsando decisivamente el occidental.
En este sentido Idries Shah aporta información, más o menos contrastada pero interesante sin duda, para apoyar sus teorías como pueden ser los puntos de contacto del sufismo con otras religiones orientales como el hinduismo o el budismo, o los mecanismos de entrada e influencia de la doctrina sufí en la Europa medieval. No es extraño al fin y al cabo que mencione la reconocida influencia sufí en figuras como Ramón Llull, Roger Bacon, Alberto el Grande o santo Tomás de Aquino, así como los más que probables intercambios culturales producidos con la orden del Temple o las cofradías y centros de estudio hebreos, sobre todo en la España de la reconquista. Pero además, el autor extiende la influencia sufí a grupos posteriores como la francmasonería o el rosacrucismo, otorgando al sufismo una dimensión verdaderamente amplia, aunque a veces algo difusa por carecer de una base más sólida. No obstante, las hipótesis planteadas (que el propio autor no duda en presentar como ciertas) parecen dignas de ser tenidas en cuenta y valoradas en su justa medida.
Inevitablemente, relacionando toda esta información es muy difícil esquivar la mención al esoterismo; pero no al ocultismo vulgarizado o puesto de moda en los últimos siglos, pues creemos que el autor no llega a ese extremo, sino que manifiesta algunas implicaciones esotéricas del camino de iniciación sufí. Sí es cierto que el autor, a lo largo de todo el libro, se arroga la cualidad de iniciado en la vía sufí aunque sin especificar en ningún momento su nivel de aprendizaje o las credenciales que le autorizan; sólo lo deja entrever. Pero estas atribuciones no probadas así como la introducción de elementos como dicho componente esotérico, ajenos a la religiosidad más estricta e incluso en ocasiones vetados por la misma ortodoxia religiosa, es lo que ha provocado que tanto este libro como su autor sean criticados severamente. No obstante, sí hay que decir que a lo largo de esta obra el autor mantiene como trasfondo la religión islámica, utilizándola como referencia de estudio y modelo en muchas ocasiones tal y como corresponde al desarrollo histórico exotérico del sufismo. Una lectura desapasionada de este libro deja entrever el mensaje de esfuerzo hacia la trascendencia religiosa y moral, no la sugerencia de que haya que evitar la religión establecida, aunque así pueda parecer en un principio.
Dedica el autor algunos capítulos del libro a la literatura sufí tratando de resaltar el doble sentido que, según él, encierran todas las obras de esencia sufí, incluso las que son en apariencia más superficiales. Declara la gran importancia de la alegoría en las obras y el propio pensamiento sufí, todo lo cual intenta sustentar mediante la exposición de ejemplos bastante interesantes y aclaratorios.
También se dedican varios capítulos a algunos de los más grandes autores y maestros sufís, citando diversos aspectos de sus biografías y de sus obras más emblemáticas, con algunos apuntes acerca de su sentido e influencia, lo que nos permite hacernos una idea aproximada del volumen y alcance del bagaje literario sufí. De nuevo aquí el autor hace hincapié en el sentido alegórico y místico de las obras literarias por encima de su apariencia.
Y es particularmente interesante el capítulo que se dedica a san Francisco de Asís, pues si hubiera alguien a quien se le pudiera aplicar el apelativo de “cristiano sufí” (apelativo, por cierto, aborrecible a los ojos de los que critican este libro y que sólo utilizamos aquí en sentido figurado, no estricto), sería desde luego san Francisco (no nos olvidamos de otros nombres, por supuesto, que sin duda los hay). Es altamente recomendable meditar sobre lo que se dice en este capítulo y también sobre los detalles biográficos contrastados que se citan de san Francisco, ya que todo ello puede resultar bastante iluminador.
Hay que decir que una primera lectura de “Los sufíes” nos revela una cierta incoherencia en la presentación y correlación de la información, o al menos no se observa la estructura que razonablemente cabría esperar en una obra de estas características, por lo que la lectura en nuestra opinión ha de ser cuidadosa y se debe esperar a tener una visión global para poder emitir un juicio de valor y sobre todo, para no caer en prejuicio de ningún tipo.
“Los sufíes” fue el primer libro que Idries Shah dedicó al tema que sería la seña de identidad de su trabajo para el resto de su vida, el sufismo; también es el más conocido e influyente de todos los que escribió. El libro siempre ha tenido reconocimiento general y ha conocido muchas reediciones desde 1964, aunque a lo largo de los años ha recibido tanto muestras de admiración y halagos como críticas y descalificaciones. Sea como fuere, no se le puede quitar el mérito de haber contribuído decisivamente a la difusión de la filosofía de vida sufí por todo el mundo aunque sea a través de un prisma muy particular y controvertido. Si esta contribución es positiva o contraproducente, es algo que cada lector puede valorar por sí mismo tras una apropiada lectura.