IDRIES SHAH

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Idries Shah (1924-1996) fue un escritor y estudioso orientalista, conocido principalmente por su labor de difusión del sufismo en Occidente en la segunda mitad del siglo XX. El bloque principal de su bibliografía consistió en varias decenas de libros centrados en el tema del sufismo, examinado a través de diferentes géneros como el ensayo, los cuentos y tradiciones populares, los viajes…y muy a menudo enfocados al espiritualismo. Además, escribió algunas obras relacionadas con las ciencias ocultas, sobre todo versadas en la magia ceremonial.


Antes de entrar de lleno en la biografía de este autor, puntualizaremos que existen dos motivos fundamentales por los que creemos que es interesante profundizar en dicha biografía, además de las implicaciones que tuvo el propio Idries Shah con las ciencias ocultas, por supuesto: uno de los motivos sería el esfuerzo que dedicó durante la mayor parte de su vida y en muy diversos ámbitos a la difusión del espiritualismo oriental en occidente fundamentalmente mediante la enseñanza del sufismo. El otro motivo, no carente de cierto morbo, es el de contrastar los datos biográficos más conocidos de Idries Shah con la información aportada por sus detractores con objeto de valorar su credibilidad (y por extensión la de su obra literaria) y de intentar discernir hasta qué punto habría que hacer caso a aquellas voces que han tachado a  este autor de gran embaucador y a su obra de fraude casi premeditado. Consideramos dicho contraste importantísimo, pues arrojar luz sobre los puntos oscuros de la trayectoria de este escritor podría ayudar a la hora de considerar seriamente su obra como base sólida para un estudio más a fondo del sufismo. Es innegable que las teorías que propone Idries Shah acerca de la vía espiritual sufí son muy atractivas, sobre todo para la mentalidad occidental de nuestro tiempo, pero hay quien opina que estas teorías no son más que humo y que incurren en numerosos fallos; incluso se le ha acusado de perjudicar o tergiversar el espíritu religioso (islámico) inherente al sufismo.

Idries Shah nació el 16 de junio de 1924 en Shimla, una ciudad al norte de la India, localizada en la región de la cordillera del Himalaya. Según él mismo declaraba, su familia era noble, oriunda de Afganistán donde habían tenido posesiones desde generaciones atrás, aunque no se conformaba con citar estos ascendientes sino que remontaba sus orígenes a la antigua realeza persa, el patriarca Abraham o incluso el profeta Mahoma. Esto por línea paterna, ya que su madre era escocesa de nacimiento, aunque por esta parte corrió el rumor de que era descendiente de la casa Douglas-Hamilton, un significativo ducado escocés de donde se decía que procedía su madre. Estas impresionantes referencias, aunque en principio parece ser que sirvieron a Idries Shah en su propósito de introducirse en algunos círculos selectos europeos, han sido a veces incluso exageradas por los seguidores de Shah, si bien nunca fueron desmentidas por él.

Lo que sí parece bien comprobado es que el tatarabuelo de Idries Shah, llamado Sayyid Muhammed Shah (muerto en 1864), fue un caudillo tribal afgano que vivió en Paghman, una población cercana a la capital de Afganistán, Kabul. Está documentado que apoyó militarmente al Imperio Británico cuando éste invadió Afganistán (Primera guerra anglo-afgana, 1839-42), y que este apoyo fue bien reconocido por los ingleses; cuando estos se retiraron en 1842 del país Muhammed Shah hubo de exiliarse a su vez, y lo hizo a la población de Sardhana, en la India (lugar al norte y cercano a Nueva Delhi) donde los ingleses le concedieron posesiones además de un título honorífico hereditario, el de Nawab de Sardhana, en recompensa por los servicios prestados tanto en las campañas militares en Afganistán como en la rebelión que tuvo lugar en la India en 1857. Hay que mencionar que este apoyo al Imperio Británico fue prestado por Muhammed Shah también en función del vasallaje que este profesaba al linaje de Shuja Sah, legítimo monarca afgano que mantenía pactos con los ingleses. Este rey, (descendiente directo de Ahmed Sah (1722-1772) que fue fundador de la dinastía Darrani y considerado el creador y unificador del estado afgano moderno), gobernó en un inestable Afganistán entre 1803 y 1809 y posteriormente entre 1839-1842. El fue quien otorgó a Muhammad Shah el título honorario de “Jan Fishan-Khan” (“Partidario Acérrimo”) por su asistencia, la cual en todo caso fue sin reservas ya que costó al antepasado de Idries Shah la pérdida de varios de sus hijos.  Por otro lado, el propio Idries Shah afirmaba que su tatarabuelo había sido un eminente sabio sufí, hecho para el cual sin embargo no aporta otra prueba que su testimonio.

Hacemos un inciso ahora para señalar que es importante tener en cuenta todos estos datos biográficos (al fin y al cabo los históricamente comprobados), ya que aunque no prueben eficazmente el pretendido linaje sufí de Idries Shah, tampoco se pueden esgrimir para denigrar sus raíces, como se ha hecho desde ciertos sectores, los más críticos, que han llegado a tachar de rufián y traidor a Muhammad Shah con el fin de desprestigiar a sus sucesores hasta alcanzar a su famoso tataranieto.

Sea como fuere, los antepasados de Idries Shah oriundos de Paghman ya manifestaban ser descendientes legítimos del mismísimo Ali Al-Reza (765-818), octavo imán musulmán e insigne sabio en la cadena de iniciación sufí, linaje consolidado a través de la línea del maestro sufí Buhaidin Naqshband Bukhari (1318-1389), que fuera fundador de la orden o tariqa sufí Naqsbandi, una de las más grandes e influyentes de todos los tiempos y que subsiste en nuestros días. Esta información no está suficientemente probada, pero fue utilizada mediáticamente tanto por Idries Shah como por sus hermanos para reivindicar una incontestable filiación sufí. De hecho, el hermano de Idries, Omar Ali-Shah, se consagró como líder espiritual y gran difusor de la enseñanza sufí mediante la enseñanza de la tariqa Naqsbandi.

Prosigamos. Tras la muerte de Muhammad Shah en 1864, el feudo de Sardhana fue decayendo por la mala gestión de los herederos, hasta que en 1901 la propiedad era embargada por el gobierno para hacer frente al pago de las deudas generadas. El padre de Idries Shah, llamado Ikbal Ali-Shah, aún nacería en Sardhana en 1894, pero antes de la Primera Guerra Mundial ya estaba afincado en  Edimburgo, donde conocería a su futura esposa mientras estudiaba (infructuosamente) medicina. En 1916 se celebraba el matrimonio; la esposa, Elizabeth Louis McKenzie (sin ninguna relación legítima con los Hamilton escoceses) tenía a la sazón 16 años y llegaría a adaptarse perfectamente a la cultura musulmana, tomando un nombre arabizado, acompañando a su marido en sus viajes por Oriente e incluso escribiendo un libro acerca de sus experiencias allí. Ikbal Ali-Shah, por su parte, trabajó para el Ministerio de Exteriores británico y a la vez escribió varias docenas de libros tratando temas como los viajes, algunas biografías de hombres insignes de países orientales, cuentos, política e incluso sufismo. En todo caso esta bibliografía pasó bastante desapercibida, no así algún que otro escándalo que le valió el ser tachado de timador, mediocre  e incluso mentiroso en ciertos momentos de su trayectoria profesional. No obstante, también es cierto que colaboró con la Royal Society of Asian Affairs (como miembro) y con la Liga de las Naciones, que fue un organismo internacional establecido como medida de pacificación y desarme tras la Primera Guerra Mundial.
Entretanto la familia de Idries Shah se había trasladado a Londres, aunque al poco de comenzar la Segunda Guerra Mundial se irían a Oxford huyendo de los bombardeos alemanes. Se sabe que desde muy joven Idries acompañaba a su padre en sus frecuentes viajes, y parece seguro que hacia 1945 estaban en Uruguay, de donde regresarían en 1946 después de verse envueltos en un escándalo relacionado con unas importaciones que gestionaban desde dicho país.  En todo caso, estos viajes influyeron en buena medida en la  trayectoria vital de Idries Shah, que años más tarde reconoció que fue un apropiado inicio en su educación sufí, por la asimilación de tan diversas experiencias.

No se volvería a saber nada públicamente de Idries Shah hasta 1956, pero según afirmaría luego, en el período “en blanco” entre 1946 y mediados de los 50 fue cuando recibió su iniciación personal en el sufismo del más alto grado, en  un monasterio de la orden Sarmoung localizado en algún lugar indeterminado de Asia central.
Hagamos aquí un pequeño inciso para hablar de la “orden Sarmoung”: existe una historia legendaria que habla acerca de una sociedad secreta cuyo origen  se pierde en la noche de los tiempos y que es depositaria de un alto conocimiento asimismo antiquísimo; su misión sería fundamentalmente la de velar por el destino de la humanidad y sus miembros estarían repartidos por diversos monasterios en la zona de Asia central cuya localización sería conocida por muy pocas personas. Parece ser que algunas escuelas sufís podrían tener contacto con esta sociedad. Ciertos autores como H. P. Blavatsky o G. Gurdjieff se encargaron de poner la historia al día, sobre todo este último de quien Idries Shah es más probable que recogiera la información. Por supuesto, el monasterio Sarmoung que menciona es ilocalizable.

Volvemos al año 1956, que fue cuando publicó su primer libro “Magia oriental”; un libro que describe muy diversos procedimientos y rituales relacionados con la magia practicada en Oriente y que según el propio autor tenía un carácter principalmente informativo. Un año más tarde publicaría “La ciencia secreta de la magia: los libros de los brujos”, centrado en la magia occidental y en la misma línea de su anterior trabajo. Con ambos libros Shah pretendía, según él mismo manifestaría, ofrecer una visión objetiva acerca de los procedimientos seguidos en el ritual mágico y un análisis general de sus resultados. A estos dos libros les seguiría una especie de cuaderno de viajes que tituló “Destino la Meca”.
Es sabido que por aquellos años Idries Shah trabajó como secretario personal de otro extraño personaje relacionado con el esoterismo, Gerald Gardner, principalmente en el museo de Magia y Brujería de la Isla de Man (isla situada entre Irlanda y Gran Bretaña). Diremos de pasada que el señor Gardner es conocido principalmente por ser precursor de la brujería Wicca en Inglaterra, que fue intensamente influenciado por la Orden de  la Golden Dawn y mantuvo estrechos contactos con el mismísimo Aleister Crowley. Todo el conjunto ya era un explosivo cóctel que parece que Idries Shah digirió perfectamente, plasmando sus conocimientos en sus dos primeros libros precedentes a la que sería su obra principal “Los sufíes” unos años más tarde. Además, la estrecha colaboración con el citado Mr. Gardner surtió efecto y Shah logró introducirse en ciertos círculos elitistas relacionados con el ocultismo, presentándose como gran maestro sufí experto en esoterismo oriental y con un gran afán por difundir su doctrina por todo el mundo occidental. De este modo fue como conoció en 1962 al que sería su principal mecenas, J. G. Bennett.

Bennett era un hombre intelectualmente brillante: matemático, científico, autor de diversos libros acerca de psicología y espiritualismo. Discípulo directo de Gurdjieff, creía firmemente en las revelaciones de éste acerca de los seres superiores ocultos (recordemos la hermandad Sarmoung) y su elevada sabiduría. Reginald Hoare, un compañero con el que había coincidido en colaboraciones para la inteligencia militar británica y que tenía similares tendencias místicas, insistió en que conociera a un hombre extraordinario que se presentaba con unas inmejorables credenciales de iniciado sufí poseedor de secretos y revelaciones tales como las que había descrito Gurdjieff veladamente. Este hombre era, claro, Idries Shah, quien desde un primer momento intentó por todos los medios influir en Bennett y convencerle de su autenticidad y de su genuina misión, cosa que finalmente parece que logró. De hecho, la impresión que causó en Bennett debió de ser extraordinaria, ya que unos tres años después de su primer encuentro Shah consiguió que Bennett le cediera incondicionalmente una importante propiedad que este poseía en el sur de Inglaterra; Coombe Springs, un lugar que Bennett había convertido en centro de estudio e investigación con residencia permanente para alumnos, estaba gestionado por un consejo de administración sobre el que Bennett ejerció la influencia necesaria para que fuera a parar íntegramente a manos de Shah. Algunos meses después Shah lo vendería sacando un pingüe beneficio que le sirvió para establecerse desahogadamente y dedicarse por completo a su objetivo principal: la difusión de sus enseñanzas sobre el sufismo.

Después de la venta de Coombe Springs, la relación entre Bennett y Shah comenzó a languidecer y sus caminos se separaron definitivamente. Se ha especulado bastante acerca de los motivos que llevaron a Bennett, un hombre inteligente, culto, conocedor de oriente por sus viajes y experimentado en el submundo del ocultismo europeo de la primera mitad del siglo XX a convertirse en mecenas voluntario de Idries Shah, y los detractores de éste usan el caso de Coombe Springs como ejemplo ilustrativo de su personalidad presuntamente embaucadora y falsa. Hay que decir que este suceso se conoce públicamente gracias a las memorias del propio Bennett, donde parece no darle excesiva importancia pese a lo sorprendente del caso.
Algunos críticos han manifestado la opinión de que Idries Shah buscaba desde un principio ponerse en la estela de G. Gurdjieff, un personaje que destacó por su gran magnetismo personal y que en el primer tercio del siglo XX había enunciado ciertas teorías innovadoras que incorporaban elementos del esoterismo oriental y el sufismo y que le granjearon la adhesión de muchos fieles seguidores. La pretensión de Shah sería eclipsar a Gurdjieff y hacerse con esos seguidores para su causa propia. Casualmente, a principios de 1966 había sido publicado un libro titulado “Los maestros de Gurdjieff” en el que el autor y protagonista lamentaba la falta de legado tangible de Gurdjieff tras su muerte y se embarcaba en la tarea de buscar a los auténticos maestros orientales de aquel, cosa que consigue; esto tiene un claro mensaje subliminal, y es el de sugerir la continuidad de la enseñanza de Gurdjieff en otro ámbito renovado y más coherente, mensaje que al propósito de Idries Shah le venía de perlas. Se dijo que el nombre de Rafael Lefort, el autor del libro, era un seudónimo del propio Idries Shah o alguien de su entorno, cosa no probada aunque bastante posible según se puede deducir. Y no sería esta la única ocasión en la que se le acusara de publicar textos bajo seudónimo cuyo fin no sería meramente didáctico, sino para autopublicitarse solapadamente o provocar cierta confusión en su beneficio. Pero el único seudónimo que el reconoció fue el de Arkon Daraul, con el que habría escrito un par de libros de ocultismo entre 1961 y 1962.

Tras el “affaire” de Coombe Springs y una vez que Shah se hubo establecido en su flamante propiedad (Langton Green, al sureste de Inglaterra), el camino estaba bastante allanado y se dedicó en cuerpo y alma a promocionar su obra y a sí mismo. Convirtió su casa en un lugar de reunión para famosos personajes de diversos campos que se interesaban por sus enseñanzas sufíes, lo cual dio un notable impulso a su carrera y acrecentó su fama. De este modo consiguió el apoyo incondicional de autores como Doris Lessing, Ted Hughes o Robert Graves, con quien mantuvo una especial relación. Shah conoció a Graves en 1961, quien desde el primer momento se convertiría en un entusiasta seguidor, como bien se puede apreciar en la introducción que redactó para el libro “Los sufíes”. Era tal su entusiasmo que incluso llegó a poner en entredicho su propio prestigio como escritor en un suceso nefasto: en 1967 Robert Graves publicó (junto con el hermano de Idries Shah y estimulado por éste) una traducción del clásico sufí “Rubaiyyat”, obra original medieval de Omar Khayyam. Este libro fue casi unánimemente considerado un fraude, aunque en su defensa Graves alegó que se había basado en un manuscrito antiguo que estaba en posesión de la familia de Shah. Pero ese manuscrito jamás apareció, y aunque Graves no perdió su fe en Shah salió bastante malparado del asunto.

Nada de esto frenó a Idries Shah, que ignoraba con desdén las críticas por muy certeras que estas fueran. En 1961 había fundado su propia editorial, Octagon Press, con la que se dedicó a publicar regularmente libros sobre todo de temática relacionada con el sufismo, además de traducciones de textos orientales y recopilaciones de cuentos orientales como las historias de Mula Nasrudin que tanta fama le darían con el tiempo. Además, a lo largo de los años sesenta fundó diversas sociedades dedicadas al estudio del sufismo, promocionando la enseñanza y dando conferencias, e incluso explorando también el campo de la psicología en base a la colaboración directa con diversos profesionales de esta disciplina. Toda esta labor, junto con un gran apoyo mediático, hizo que se le considerara el mayor difusor del sufismo en todo el mundo en el siglo XX.

Los críticos más severos con la obra de Idries Shah han sido principalmente académicos relacionados con el islamismo y defensores a ultranza del sufismo ortodoxo, como es el caso de la orientalista alemana Annemarie Schimmel o L. P. Elwell Sutton, también orientalista y profesor en la universidad de Edimburgo, ambos reconocidos internacionalmente por su amplio conocimiento de la cultura y mística islámica y el sufismo asociado al Islam. Se ha criticado la veleidad y engreimiento en el comportamiento de Idries Shah, el hecho de haber orientado su obra a su encumbramiento personal y la manipulación de información para fines propios, además de acusarle de cometer numerosos errores tanto en las traducciones como en citas y comentarios y de presentar la información de manera caótica e incoherente. Y, por supuesto, de presentar un sufismo alterado en su esencia (lo han llamado neosufismo) tratando de desvincularlo del Islam.
Sin embargo, nadie ha podido rebatir la idea fundamental defendida por Idries Shah del sufismo como forma de sabiduría universal anterior al Islam y que trasciende a este y todas las religiones establecidas (averiguar de dónde sacó dicha idea y de qué forma ya sería motivo de otro debate).

A pesar de las citadas y otras notables excepciones se puede decir que Idries Shah obtuvo un reconocimiento generalizado, tanto en el mundo occidental como en el oriental; además de sus incondicionales como los nombres ya citados hubo una larga lista de personas reputadas tanto orientales como occidentales que valoraron positivamente su trabajo. Cuando murió en 1996 había escrito más de dos docenas de libros que se habían traducido a más de diez idiomas y habían generado unas ventas de millones de ejemplares, además de fundar  diversas organizaciones con fines filantrópicos, humanitarios o de estudio e investigación.

 

 

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