La Orden Rosacruz es una organización de tipo iniciático y fraternal, originalmente concebida (según sus propios fundamentos) para preservar y divulgar el conocimiento hermético ancestral, perpetuando una cadena de transmisión de dicho conocimiento y promoviendo la iniciación mistérica de sus miembros.
Sus orígenes son bastante difusos (aunque probablemente comenzó siendo un círculo discreto de iniciados o estudiosos de las ciencias esotéricas) y se ha mantenido activa hasta nuestros días, habiéndose diversificado en subgrupos con cierta actividad a nivel mundial (sobre todo Europa y América) y dedicados fundamentalmente al desarrollo de la conciencia interna personal mediante el estudio y aplicación de disciplinas esotéricas diversas. Estos grupos actuales son de carácter no sectario, apolíticos, y casi todos de actividad pública y abierta.
Las primeras noticias contrastadas que se tienen de la Orden son del siglo XVII, concretamente de 1614, y aparecen en un texto de corte esotérico del que se sabe que fue impreso en Kassel (Alemania) por primera vez ese mismo año y que lleva por título “Fama Fraternitatis”. En este libro se habla de un personaje (denominado Frater C.R.C.) nacido en Alemania hacia 1378 que habría experimentado un viaje a Oriente donde obtuvo la iniciación en los misterios esotéricos, después de un periplo que le llevaría por Oriente Medio, Egipto y Marruecos. Finalmente volvería a Europa hacia 1407, donde fundó (en Alemania) junto a otras tres personas (enseguida el número de miembros subiría a ocho, según relata el libro) la Orden Rosacruz. Cuando el fundador murió, en 1484, aparentemente la Orden se extinguió, o permaneció latente, hasta que en 1604 se descubrió su tumba, la cual había estado oculta durante todo este tiempo. Esto provocó el resurgimiento de la Orden y aquí radica la norma que se mantiene en su seno de que la Orden Rosacruz tiene una existencia cíclica (los ciclos son de unos cien o ciento veinte años, depende de la fuente), con períodos en que parece aletargarse y resurgir en otro lugar.
Al año justo (1615) se publicaría, en la misma localidad alemana, otro libro en la misma línea titulado “Confessio Fraternitatis”, y en 1616 apareció “Die Hochzeit” (Las bodas), más conocido como “Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreutz” y publicado también en la ciudad de Estrasburgo. En este último se declara el nombre completo del fundador, del que anteriormente sólo se mencionaban sus iniciales así como del resto de miembros cofundadores (otra norma rosacruciana citada en estos textos en los que se concede gran importancia a la interpretación cabalística de las iniciales y a la numerología). Estos tres manuscritos conforman la base literaria fundacional conocida de la Orden Rosacruz. Aunque no hay datos fidedignos acerca de su autor, se atribuyen generalmente, sobre todo el tercero, a Johann Valentin Andreae (1586-1654), un escritor, teólogo y místico alemán de pensamiento reformista y al parecer muy interesado en la alquimia; en “Las bodas”, Andreae despliega un gran simbolismo alquímico, situando al mismo Christian Rosenkreutz en un misterioso castillo para presenciar las bodas de un rey y una reina durante siete días, durante los cuales los protagonistas de la novela pasarán por una serie de transformaciones destinadas a producir una regeneración espiritual (esta idea de regeneración subyace en la filosofía rosacruciana, la cual asumió la alquimia como parte integral, de hecho señalados alquimistas fueron rosacruces declarados).
No es descabellado que se haya afirmado, incluso por miembros de la misma Orden, que la existencia de Christian Rosenkreutz sería un mito, una alegoría con cierto doble sentido (el nombre en sí es bastante significativo), a la vez que todo lo descrito en los tres manuscritos. Como, por ejemplo, lo que se cuenta en el “Fama” acerca del descubrimiento de la cripta donde yacían los restos de C. R., descrito con todo lujo de detalles, además del hallazgo, junto al cuerpo perfectamente conservado, del pergamino del mítico “Libro M” (conocido como Liber Mundi) o texto que condensaba toda la enseñanza esotérica más secreta.
Es importante la cuestión del origen de los manuscritos, ya que podría albergar la clave del origen de la Orden en sí, o al menos clarificarlo. Parece muy probable que Andreae escribiera “Las bodas” (el mismo lo asumió), aunque no está tan claro el año de su redacción, que pudo ser bastante anterior, (incluso hay investigadores que sostienen que sería el primero de los tres en redactarse). Sin embargo, nunca reconoció la autoría de los otros dos libros, aunque es bastante evidente que si no fue así, sí que perteneció al círculo que los elaboró o divulgó, ya que, para empezar, las tres obras coinciden en su protagonista. También es bastante probable que antes de la impresión del primero de los libros en 1614 ya circulara el manuscrito del “Fama” desde, al menos, el año 1609 (el del “Confessio” se ubica ya en 1611), al menos en el entorno universitario reformista de Tubingen (que a la sazón era bastante activo), ciudad donde Andreae recaló y donde estudió filosofía y teología. Para complicar más el asunto, el propio Andreae sugeriría en su libro posterior “Torris Babel” (1619) que la redacción de los manuscritos habría sido una especie de broma y tacha a la fraternidad rosacruz de “comedia” y “caos”, abjurando de su anterior relación con ella, aunque lo hace de una manera tan ambigua que no ha terminado de convencer a los historiadores. Lo cierto es que su relación con los manuscritos había puesto a Andreae en una situación incómoda y peligrosa, sobre todo dado el tremendo impacto que tuvo su publicación en toda Europa, creando tanto fieles seguidores como detractores por todos lados pero sin dejar indiferente a nadie, y teniendo en cuenta el escenario en que todo esto se estaba desarrollando, nada menos que Alemania a las puertas de la Guerra de los Treinta años. Y no olvidemos la filiación reformista luterana de Johann Valentin Andreae, hijo de un “peso pesado” del pujante luteranismo (su padre era Jacob Andreae), y él mismo un reformista declarado y prolífico escritor. Así que Valentin Andreae dedicaría posteriormente diversos escritos a distanciarse de la fraternidad rosacruz con la que públicamente y de forma más o menos arbitraria se le relacionaba, aunque mantuvo siempre una visión reformista muy del espíritu luterano y reclamando una fraternidad cristiana utópica cuyos fundamentos condensaría en su obra “Cristianópolis” (1619), pensamientos muy afines a la doctrina rosacruz.
Volviendo a los manifiestos rosacruces y al respecto de su ideario y propuesta renovadora, encontramos que el “Fama” declara expresamente que el objetivo de la Fraternidad es “reformar la filosofía y conducir a la perfección a las ciencias para que, finalmente, el hombre pueda comprender por ellas su propia nobleza, su dignidad y el porqué es llamado Microcosmos, y hasta dónde se extiende su poder en la naturaleza.” Elevados ideales (aunque no nuevos), una visión más pura del cristianismo, numerosas referencias cabalísticas, alquímicas y esotéricas, así como una abierta oposición al catolicismo y al papado decadentes, la divulgación en sus páginas de la biografía de su extraordinario líder y los destacados conocimientos y poderes de los adeptos de la Orden; tal era el alcance de los manifiestos.
«Nuestra filosofía no es ningún nuevo invento, pero ya que la recibió Adán después de su caída y Moisés y Salomón la han experimentado, no debiéramos tener dudas. No tenemos otra filosofía que aquélla que es la primera de todas las facultades, ciencias y artes, las cuales (si contemplamos en nuestra época) contienen mucha teología y medicina, pero poca ciencia de leyes que escrute el cielo y la tierra con un análisis sutil, o, para abreviar, que expliquen suficientemente el Microcosmos, el hombre. Es en esto en lo que Platón, Aristóteles, Pitágoras y otros han dado con aquello en que habían destacado Enoch, Abraham, Moisés, David y Salomón, pero sobre todo y en particular, es con lo que coincide con ese maravilloso libro, la Biblia».
Efectivamente, los rosacruces siempre han sostenido que su filosofía tiene su origen primordial en los misterios herméticos, declarando sin ambages que son herederos legítimos de la sabiduría esotérica del Antiguo Egipto. Si esto es así, cabe preguntarse si la Fraternidad Rosacruz no es un eslabón más de la cadena de transmisión del conocimiento hermético que comenzó en el mismo principio de la Humanidad y se ha venido manteniendo en secreto a lo largo de los siglos, y digo secreto en el sentido más estricto, para diferenciar estos grupos de las órdenes, fraternidades o sociedades con actividad conocida más o menos públicamente. Esto podría significar que el germen de la fraternidad rosacruz en Europa se remontaría a años antes de 1614. ¿Podría ser esto cierto? Veamos…
Según narra el “Fama Fraternitatis”, la primera parte del viaje iniciático de Rosenkreutz tiene que ver con Tierra Santa y se sitúa en el período inmediatamente posterior al templarismo y a las cruzadas. No parece, desde luego, un hecho casual. La segunda parte del recorrido –concretamente de Fez en Marruecos (importante enclave de estudios esotéricos de la época) a la España de la Reconquista, antes de regresar a Alemania- indica también el carácter de “cruzada” y “guerra santa” de su aventura. Y de fondo, la iniciación en Oriente; el paralelismo es bastante evidente y deliberado: se trata de establecer una filiación entre la rosa cruz y el templarismo, un lazo, entendiendo por supuesto el templarismo desde su aspecto como canalizador esotérico.
Hay que tener presente que Jacques de Molay y los altos dignatarios templarios fueron ejecutados en 1314, aunque la actividad de la Orden del Temple, al menos a nivel oculto, se desarrollaría por algún tiempo más; por otra parte, historiadores serios como F. Ribadeau Dumas mencionan la existencia de una sociedad rosacruciana en Italia y otra en Flandes ya hacia 1410, y el médico y alquimista Michael Maier fecha la aparición de los rosacruces en Alemania hacia 1413; todo esto extraoficialmente, por supuesto.
Es por ello que René Guenon afirma, resumiendo:
“Después de la destrucción de la Orden del Temple, los iniciados en el esoterismo cristiano se reorganizaron, de acuerdo con los iniciados en el esoterismo islámico, para mantener, en la medida de lo posible, el lazo que aparentemente había sido roto por la destrucción del Temple; pero esta organización debió hacerse de forma más oculta, de alguna manera invisible, y sin apoyarse en una institución conocida exteriormente y que, como tal, hubiera podido ser destruida una vez más -de ahí el nombre “Colegio Invisible” dado alguna vez a la colectividad de los “rosa cruz”-. Los verdaderos rosacruces fueron los inspiradores de esta reorganización, o, si se quiere, fueron los poseedores del grado iniciático al que hemos aludido”.
Un buen medio para llevar a cabo esto sería a través del apogeo alquimista que se desarrollaba paralelamente; recordemos que la alquimia más ortodoxa persigue la transmutación del ser por encima de la metálica, que es sólo el aspecto material de la Gran Obra. Suena a filosofía rosacruz, sin ninguna duda.
Y aquí aparece el punto crucial de la polémica: para unos, la “Rosa Cruz Originaria” fue un movimiento católico que defendía la existencia de una gnosis en el interior de ese marco religioso. Este movimiento aspiraría a ser una forma “esotérica” del “exoterismo” católico. Pero, con Andreae –y con los inspiradores de Lutero- aparece otra línea interpretativa: los gnósticos católicos, perseguidos y represaliados desde la destrucción del Temple (1314), hasta la ejecución de Giordano Bruno (quemado en la hoguera en 1600, acusado de herejía por la inquisición), habrían terminado rompiendo con Roma y constituyendo otra corriente religiosa en el proceso que se ha llamado “Reforma”.
Existe una tercera interpretación muy interesante, a nuestro modo de ver, que es la que sostienen autores notables como Julius Evola y René Guénon en varias de sus obras: lo que hemos dado en llamar “Rosa Cruz Originaria” (los linajes iniciáticos surgidos del templarismo y que fueron ampliando y perfeccionando su bagaje doctrinal, tal como hemos visto, a lo largo de los siglos XIV, XV y XVI) terminaron sufriendo un proceso de infiltración y degeneración progresiva, una parte de la cual ya se percibe en los escritos de Andreae que, por otra parte, siguen teniendo interesantes referencias a la doctrina originaria.
En realidad, a partir de Andreae, podemos hablar ya de una “Rosa Cruz Originaria”, regresada a la clandestinidad y que no volverá a dar señales de vida pública en los siglos posteriores y una “Rosa Cruz Histórica” constituida por personalidades notables, multiforme y plurinacional, pero, progresivamente más desvinculada de los ideales de la “Rosa Cruz Originaria”. Lo cual, en definitiva, es en líneas generales ni más ni menos que la evolución del esoterismo hermético desde el siglo XVII hasta nuestros días.
Pero volvamos a la Orden Rosacruz “histórica”: personajes como Paracelso, Francis Bacon, Descartes, John Dee, Giordano Bruno, Jacob Bohme, Cagliostro, Víctor Hugo, Goethe, Da Vinci o Isaac Newton forman parte de la dilatada lista de ilustres asociados a la fraternidad, cuyos símbolos, la rosa y la cruz, han sido interpretados de forma dispar. La cruz, como símbolo de equilibrio entre los elementos, de las estaciones y puntos cardinales, es el signo de Cristo, mientras que la rosa ha sido vista como emblema de vida y renacimiento, como seña de orientación, sello alquímico y guardiana de secretos, incluso como la propia sangre de Jesús.
Renacimiento, renovación, sacrificio….forman un crisol de ideas que, junto a la práctica de un cristianismo puro (despojado de vanidad y cinismo) y al estudio sincero de la Naturaleza (el conocimiento hermético) conforman al auténtico rosacruz.
Posiblemente el caso más revelador de “adepto rosacruz original” sea el de Paracelso; sabio atípico en su época, médico extraordinario, adelantado a su tiempo tanto por sus ideas como por su manera de proceder, fue conocedor de la sabiduría hermética, la cábala y en particular la alquimia, de la que se sirvió únicamente con fines curativos, lo cual le haría decir:
“Atrás pues los falsos discípulos que pretenden que esta ciencia divina no tiene más que un objeto: hacer oro o plata. La alquimia, a la que ellos deshonran o prostituyen, no tiene más que un objetivo: extraer la quintaesencia de las cosas, preparar los arcanos, las tinturas, los elixires capaces de devolver al hombre la salud que ha perdido.”
Para él, experiencia científica y experiencia espiritual se unen estrechamente. Vivió entre 1483 y 1541, y es notoria su influencia en el círculo de Andreae y los manifiestos rosacruces, además de otros supuestos miembros de la fraternidad como Heinrich Khunrath (1560-1605); por tanto, podría ser uno de los “rosacruces invisibles”.
Michael Maier (1568-1622) figura también entre los más ilustres rosacruces, aunque no existe documentación que lo atestigüe fehacientemente. Médico y alquimista, ejerció como consejero y doctor del emperador alemán Rodolfo II (también muy interesado en la alquimia, por cierto) hasta su muerte, después de la cual sirvió a diversos príncipes alemanes. Escribió varios volúmenes dedicados al arte alquímico, entre los que destaca el emblemático “La fuga de Atalanta”. Pese a no declararse abiertamente rosacruz, no hay duda de su afinidad con la Orden, como muestra por ejemplo en su “Silentium post clamores” (1617) donde afirma que los rosacruces son “los sucesores de los colegios de los brahmanes hindúes, de los egipcios, de los misterios de Samotracia, de los magos de Persia, de los pitagóricos y de los árabes. De hecho, todos ellos reflejan el pensamiento de una Tradición que bebe del centro de la idea y se relaciona con el pensamiento adánico. Todos estos colegios fueron instituidos no para la propagación de las doctrinas esotéricas, sino para enseñar y transmitir los secretos de la Naturaleza. Los verdaderos rosacruces están fuera del espacio y el tiempo, pues están en los corazones. No hay que preocuparse pues de una eventual afiliación a la Orden.”
Maier viajó en varias ocasiones a Inglaterra, estableciendo contacto con el médico y filósofo Robert Fludd (1574-1637), el cual a su vez también viajaría por Europa con un marcado interés por la filosofía oculta. Producto de estos intercambios algunos historiadores afirman que Fludd fue quien introdujo la doctrina rosacruz en Inglaterra. No era el único en las islas, ya que su contemporáneo, el notable y polifacético John Dee (1527-1608), ya poseía todo el perfil de rosacruz integral (de él se dijo incluso que fue alto cargo de la Orden). Y, nuevamente, tenemos a Robert Fludd negando tajantemente su pertenencia a la Rosacruz, aunque en 1617 publicaría su “Tratado apologético defendiendo la integridad de la sociedad de los rosacruces”, además de atacar dialécticamente en varias ocasiones a hombres que hablaron en malos términos de la Fraternidad. No obstante, tanto Fludd como Dee fueron eruditos muy notables, estudiosos cabalistas, admiradores de la alquimia y defensores de una filosofía y mística propias del adepto rosacruz.
Thomas Vaughan, escocés de nacimiento (1612-1665?), es reconocido por haber traducido la “Fama” y la “Confessio” al idioma inglés, además de adquirir renombre como químico y alquimista. En la introducción y el prefacio de la “Confessio”, declara lo siguiente:
“Estoy en medida de afirmar la existencia de esta quimera admirada, la Fraternidad de la Rosacruz……Yo no tengo, por mi parte, ninguna relación con esas gentes…La atención que yo les presté primero fue despertada por sus libros, pues los he reconocido como verdaderos filósofos…Sus principios están enteramente de acuerdo con la Antigua y primitiva Sabiduría; son incluso conformes a nuestra propia religión al confirmar todos sus puntos. La sabiduría y la luz han venido de Oriente, y es de esta fuente viviente de donde los hermanos rosacruz han extraído sus aguas salutíferas.”
Algunos historiadores atribuyen la autoría del célebre tratado alquímico “Entrada abierta al palacio cerrado del rey” a Vaughan, debido a que usó como sobrenombre Eugenius Philalethes en alguna ocasión. A este respecto nada se puede afirmar con certeza, dado lo escurridizo del adepto alquimista autor de la “Introitus”. Pero sí se puede decir que, a la hora de elaborar sus traducciones en 1652, Vaughan se sirvió de manuscritos “de mano desconocida” (como él mismo reconoce), pero que ya circulaban por Inglaterra bastantes años antes. Del resto de la vida de este alquimista nada más se puede afirmar con seguridad, pues se desenvolvió en una oscuridad muy rosacruciana; gran viajero, cambiaba de nombre en cada lugar que visitaba.
Es sabido que René Descartes, intrigado por los manifiestos rosacruces, quiso entrar en relación con los miembros de la Orden; viajó a Alemania a partir de 1617 en varias ocasiones pero, según él mismo, “no pudo encontrar a ninguno”. Esta declaración es, cuando menos, chocante, ya que dedicaría su libro “Polybii cosmopolitani thesaurus mathematiens” (1619) a los mismos rosacruces:
“Dedico esta obra de nuevo a los sabios del mundo entero y muy especialmente a los Muy Ilustres Hermanos Rosacruces de Alemania”
En 1623 regresaría a París, donde desmentiría su filiación rosacruz y negaría tajantemente haber encontrado a ninguno, actitud que ya se nos hace común entre estos nombres ilustres.
Aunque a veces se menciona que los rosacruces son libres incluso de mentir con tal de no divulgar sus conocimientos o su filiación, las instrucciones originales recogidas en el “Fama” dicen lo siguiente:
«Cuando estos ocho hermanos (Christian Rosenkreutz y el resto de fundadores de la Orden) hubieron dispuesto y ordenado todas las cosas de modo que cada uno fuese lo suficientemente instruido y capaz de discurrir sobre la filosofía secreta y manifiesta, entonces se separaron para dirigirse hacia varios países. Hicieron el siguiente acuerdo:
1.- Ninguno tendría otra profesión que la de curar a los enfermos, y gratis.
2.-Ninguno sería obligado en la posteridad a usar vestidos especiales, pero sí a seguir las costumbres del país.
3.- El día C de cada año se reunirían en la casa Sancti Spiritus, o escribirían la causa de su ausencia.
4.- Cada hermano debería buscar a la persona digna de sucederle después de su muerte.
5.- Las iniciales R.C. serían su sello, signo y distintivo.
6.- La Fraternidad permanecería en secreto durante 100 años.”