Ramon Llull, también conocido como Raimundo Lulio (castellanizado), fue un erudito místico, filósofo, poeta, teólogo y misionero mallorquín, autor de una notable cantidad de obras literarias de temática variada las cuales escribió principalmente en lengua catalana, así como árabe y latín.
Nació en Mallorca hacia 1232 y se cree que falleció a bordo de un barco cuando regresaba a la isla hacia el año 1315. Tradicionalmente se le ha otorgado reputación como adepto alquimista debido sobre todo a que una parte de su bibliografía versa sobre el arte alquímico, aunque está comprobado que esos textos aparecieron después de su muerte y no se aceptan como salidos de su pluma aunque se publicaran bajo su nombre, toda vez que Llull se declaró en diversas ocasiones crítico con la alquimia y el esoterismo en general. Intentaré arrojar luz sobre esta polémica que ha rodeado históricamente a este importante personaje, partiendo de su biografía más conocida.
Fue apodado como “doctor iluminado”, debido a su amplia erudición, y tuvo una gran influencia en el pensamiento y espiritualismo de la Edad Media europea, influencia que sigue viva en nuestro días. En el aspecto religioso, no ha llegado aún a ser formalmente beatificado aunque el proceso está en marcha, no obstante la Iglesia católica le considera oficialmente “siervo de Dios”; fue un devoto religioso toda su vida como laico durante muchos años y finalmente adscrito a la orden franciscana, dedicándose en cuerpo y alma a la labor de misionero.
Gracias a su nacimiento en el seno de una notable familia oriunda de Barcelona, pudo acceder a la corte mallorquina del rey Jaime I de Aragón ya desde muy joven, ocupando puestos de relativa importancia, la cual fue aumentando según se iban manifestando sus grandes cualidades intelectuales. Este período, incluído su casamiento formal y dos hijos fruto del mismo, duraría más o menos hasta que cumplió la edad de treinta años y fue materialmente muy próspero para él. Con respecto de esta etapa de la vida de LLull se habla también de su carácter donjuanesco y vividor, a veces exageradamente pero en el fondo no carente de veracidad.
Fue entonces cuando, según él mismo afirma, tuvo una serie de visiones nocturnas de Cristo crucificado que tomó por revelaciones místicas, las cuales le causaron una honda impresión, de tal forma que marcarían el rumbo de su vida a partir de entonces provocando un drástico cambio: sintiéndose llamado por Dios, abandonó a su familia y sus posesiones y tomó el camino de la religión con la mayor vehemencia.
En los siguientes años estudiaría teología, gramática y filosofía así como las lenguas árabe y latín, practicando durante algún tiempo la vida monástica y contemplativa como parte de su aprendizaje espiritual y místico.
Hacia 1274 volvió a la corte mallorquina, donde comenzó a escribir bajo el mecenazgo del infante Jaime, segundo hijo de Jame I y futuro rey de Mallorca. Se ocupa del monasterio de Miramar, donde impulsa el adiestramiento de misioneros letrados dedicados a cristianizar a musulmanes y judíos. Sin embargo esta tarea no prospera y el monasterio se desmantela, emprediendo él mismo un periplo viajero que lo llevó por Europa (Alemania, Francia, Italia), Tierra Santa, Asia Menor y el norte de Africa con el mismo afán misionero. Paralelamente seguía escribiendo profusamente; sus escritos le hicieron merecer público reconocimiento (en 1286 la misma Universidad de París le nombraría magister, o profesor universitario).
Llull tenía amplias miras de evangelización; en diferentes ocasiones se dirigió a las más altas autoridades eclesiásticas, incluído el papa, para promover nuevas cruzadas en Tierra Santa, aunque estos esfuerzos serían inútiles pues en este sentido nunca fue escuchado.
Es de señalar la elaboración por parte de Llull del “Rex Bellator”, un ambicioso proyecto destinado a promover una cruzada contra los musulmanes de Tierra Santa y que contemplaba tanto acciones militares y de presión como tácticas de evangelización y predicación. Se basaba en la unificación de las órdenes militares bajo el mando de un rey único, y Llull dedicó grandes esfuerzos a llevar adelante este plan; entre 1292 y 1309 redactó tres libros fundamentales donde exponía toda la planificación y desarrollo de las operaciones necesarias para llevar a cabo la cruzada a partir de la situación sociopolítica de la cristiandad en cada momento. Sin embargo nunca se llevó a cabo nada de ello, en parte por los sucesos acaecidos por esas fechas con la orden templaria y por una más que probable oposición política del rey francés Felipe IV.
Posteriormente, Llull participaría en el famoso concilio de Vienne (1311) donde se trataron temas clave como el destino de la orden templaria; fue convocado en calidad de monje franciscano (había tomado los hábitos en esta orden en 1295). En este concilio expondría algunas de sus iniciativas y haría hincapié en el Rex Bellator, pero solo obtuvo un beneplácito para la creación de escuelas de enseñanza de lenguas orientales (árabe, hebreo, persa) para frailes misioneros católicos.
Aún tendría tiempo de escribir algunas obras más, fechadas ya en 1315, año en que realizó su último viaje. Acudió al norte de Africa en calidad de misionero y se dice que allí, predicando, fue linchado por una turba de musulmanes. Parece ser que murió en el trayecto de vuelta a Mallorca a bordo del barco en el que viajaba.
El amplio conocimiento contenido en su bibliografía junto con la línea de pensamiento expuesta por Ramón Llull en obras clave como el libro “Ars Magna”, dieron lugar a una corriente doctrinal llamada “lulismo” que propició el florecimiento de escuelas adscritas a esta corriente y formadas por discípulos declarados principalmente en Cataluña, Mallorca y Valencia (siglo XIV), aunque luego se extenderían geográficamente, adquiriendo gran importancia la escuela lulista de Alcalá (siglo XV-XVI) tutelada por el cardenal Cisneros y que contó con abierta aprobación de Felipe II. En estas escuelas se estudiaban diferentes materias bajo el prisma y método luliano y se redactaban obras y comentarios al respecto; al amparo de estos hechos es cuando aparecieron los textos alquímicos y otros escritos apócrifos de cariz espiritual en ocasiones incisivos para con la ortodoxia religiosa que fueron mal vistos por las autoridades eclesiásticas y provocaron acusaciones formales de herejía y la persecución por parte de inquisidores como el aragonés Nicolás Eimeric. La mayor parte de estas acusaciones sería rechazada oficialmente, aunque Eimeric no cedió y su visión condenatoria tuvo cierta influencia negativa en siglos posteriores (por cierto, hace sólo unos pocos años que el Vaticano emitió un veredicto definitivo invalidando todas las acusaciones de herejía de Eimeric sobre Llull).
A partir de estos libros hipotéticamente redactados por Llull (los cuales denotan un profundo conocimiento de alquimia tanto teórica como experimental) entre los que podemos citar “Ultimun testamentum”, “Codicillus”, “Magna clavis”, “Mercurium liber” y el celebérrimo “Liber de quinta essentia”, se gestó su fama como adepto alquimista de primer orden.
Sin embargo, un serio estudio de las obras de alquimia atribuidas a Llull en contraste con sus obras genuinas parece negar la autoría del sabio sobre aquellas. De hecho, en algunas de sus obras se muestra crítico con respecto a la alquimia, negando la posibilidad de transmutación entre metales “per se”. Cabría la posibilidad de que alguien o un grupo anónimo lulista hubiera aplicado los principios de dicha doctrina al estudio alquímico, ya que aunque no conste la práctica del maestro sí consta que hubo lulistas estudiosos de alquimia. Y, en todo caso, la atribución literaria parece señalar algún tipo de filiación intelectual con Llull. Mencionaré la hipótesis de algunos investigadores que apuntan a Ramón de Tárrega (1275-1371), judío converso, teólogo y alquimista reconocido, como verdadero autor del corpus luliano alquímico (si no en su totalidad, buena parte de él). Este alquimista, seguidor del arte luliano, se hacía llamar maese Raymundo y se tienen noticias de sus numerosos viajes por las cortes europeas, entre ellas la de Inglaterra.
Es difícil negar que alguien como Ramón Llull, un extraordinario intelecto en un lugar como Mallorca en aquella época crítica, ya que fue enclave de conjunción cultural cristiano-judeo-musulmana, tuvo que nutrirse necesariamente de las fuentes de conocimiento esotérico subyacente; algunos autores como el pensador italiano Pico della Mirandola apuntan a la filiación cabalista cristiana de Llull sin dudar (recordemos el desarrollo de las escuelas de cábala sefardíes coetáneas), y es notorio el respeto que profesaba por la sabiduría islámica (que atesoraba un conocimiento en alquimia extraordinario), plasmado inequívocamente en sus obras. La duda estriba en calibrar hasta qué punto pudo poner en práctica Ramón Llull el conocimiento hermético que sin duda poseía, porque hasta cuando critica propiamente la alquimia denota implícitamente un serio conocimiento de la misma. En este sentido quiero hacer notar cierto paralelismo con ilustres doctores de la época como Alberto Magno o Tomás de Aquino.
Para afianzar la filiación alquimista de Ramón Llull circula el relato (sin base histórica, dicho sea de paso) que cuenta que en 1312, durante un viaje que el doctor iluminado supuestamente hizo a Inglaterra, realizó una auténtica transmutación alquímica en un laboratorio improvisado en la Torre de Londres, consiguiendo una ingente cantidad de oro de extraordinaria pureza en presencia del entonces rey Eduardo II. Se dice incluso que este oro sirvió a su sucesor Eduardo III para acuñar moneda (los llamados “nobles de la rosa”).
Más claras y evidentes son las referencias a Llull que alquimistas de épocas posteriores hacen en sus escritos; el mismo Fulcanelli le menciona en varias ocasiones tanto en su “Misterio de las catedrales” como en “Las moradas filosofales”, asumiendo tácitamente su maestría en el arte alquímico. En los círculos esotéricos, generalmente se ha considerado a Ramón Llull como adepto alquimista sin lugar a dudas, incluyendo el viaje de peregrinación a Santiago (no corroborado históricamente) que hacia 1272 pudo hacer como parte de su iniciación espiritual. Y Pauwels y Bergier, en “El retorno de los brujos”, le adjudican la preparación del bicarbonato potásico como parte de su experimentación alquímica.
También cabe preguntarse el porqué de todos estos libros de alquimia asignados a Llull, pero como hemos visto casi con seguridad pseudográficos; ¿se elaboraron para manifestar fehacientemente una faceta desconocida de Llull? ¿o fue para revitalizar el arte alquímico públicamente con el respaldo de la titularidad del doctor iluminado?.
No puedo evitar destacar que, en cierto modo, la trayectoria vital de Ramón Llull es en muchos aspectos coincidente con la de la Orden del Temple, a la que el sabio debió conocer bien; ambos asimilaron en gran medida las culturas de su tiempo por igual, ambos defendían la fe cristiana por encima de todo, ambos buscaron afanosamente y de diversos modos la integración multicultural, ambos han trascendido como poseedores de conocimientos iniciáticos…Curioso, sin duda.