SANTIAGO Y EL CAMINO parte I

 

 

 

 

La tradición cristiana cuenta que Santiago el Mayor fue uno de los doce apóstoles o discípulos escogidos por Jesús de Nazareth, diferenciado de otro discípulo también llamado Santiago pero apodado en los Evangelios como “el Menor”. Los datos biográficos más primitivos y directos, realmente escasos, acerca de la vida de Santiago el Mayor provienen de algunos textos del Nuevo Testamento, como los mencionados Evangelios o los Hechos de los Apóstoles, siempre en relación con la vida de Jesús y datando su muerte hacia el año 44 d.c.

Esta falta de documentación evidentemente constituye una débil base para el extraordinario fenómeno creado alrededor de la figura del apóstol Santiago; sin embargo y atendiendo a la magnitud y naturaleza mística de dicho fenómeno merece la pena ser abordado mediante este breve estudio donde intentaremos presentar adecuadamente la historia, la leyenda y en consecuencia la proyección simbólica y religiosa global.

Como se ha dicho, los hechos biográficos más fiables que se conocen de Santiago aparecen en la Biblia. Guardando las debidas reservas hacia este libro usado en este caso estrictamente como fuente de información  real y fidedigna, podemos constatar que se menciona en diversos pasajes, escuetos y concisos, cómo  Santiago (en realidad llamado Jacob en la Biblia, latinizado como Iacobus, sanctus Iacobus y posteriormente derivado en Sant Yago, Santiago en español) nació en Betsaida, una población  probablemente ubicada al norte del lago Tiberíades (amplio lago mencionado en la Biblia como mar de Galilea, al norte del actual Israel). Hijo de Zebedeo y de María Salomé, se dedicó al oficio de la pesca como su hermano Juan (que fue otro apóstol, nada menos que san Juan Evangelista) y ambos fueron reclutados por Jesús para su círculo íntimo de doce discípulos. Según los datos mencionados en los Evangelios Santiago llegó a ser uno de los discípulos predilectos de Jesús, junto con Juan y Pedro. Su madre, Salomé, es mencionada ocasionalmente en los Evangelios (los oficiales y los apócrifos) e incluso se dice de ella que pudo haber sido hermana carnal de María la madre de Jesús, lo que convertiría a este y su discípulo en primos “carnales”. No cabe duda de que Santiago fue especialmente cercano a Jesús, ya que compartió algunos de los momentos probablemente de mayor trascendencia de la vida de este. Respecto a esto hay que señalar que Santiago, junto a Pedro y Juan, van a ser coprotagonistas (escogidos por el propio Jesús) de tres momentos teológicamente cruciales del relato evangélico: la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor y la Oración en el Huerto de Getsemaní.

A partir de la muerte de Jesús, los datos acerca de Santiago son todavía más escasos. Es sabido que Jesús encomendó al grupo de sus apóstoles (palabra originalmente griega que significa “enviado”) la proclamación de su palabra y enseñanza:

“Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. (Hechos de los apóstoles 1.8)

Es de suponer que los discípulos se aplicaron a esta tarea; pero no encontramos constancia documental de este hecho en las Escrituras al menos en lo que se refiere a Santiago. Hemos de acudir a otros textos, siempre dentro del orbe cristiano, para obtener algún detalle más.

Así, san Jerónimo escribe en torno al año 400 de nuestra era en sus “Comentarios sobre Isaías” una breve reseña en relación a la diáspora de los apóstoles, indicando además que cada uno de ellos “sería enterrado en la región donde hubiera predicado”; asimismo menciona las Hispanias como lugar de predicación, aunque sin precisar a cuál de los apóstoles le pudo haber correspondido ese territorio. Hemos de tener en cuenta que, en aquellos tiempos, prácticamente todo el mundo conocido formaba parte del Imperio Romano, que por aquellos tiempos estaba cerca de alcanzar su mayor extensión. Es por ello que Hispania, que era la denominación romana de la península ibérica, era considerada por los mismos romanos como el extremo occidental del imperio (Finis Terrae).

Encontramos ya una referencia directa a la predicación de Santiago en Hispania en el tratado “De ortu et obitu patrum”, escrito hacia principios del siglo VII y atribuido a san Isidoro de Sevilla, aunque la alusión se reduce a una frase que podría haber sido extrapolada de otro texto, el Breviarium Apostolorum, redactado un poco antes (probablemente a finales del siglo VI en el sur de Francia) y ya conocido por el propio san Isidoro. 

El Breviarium Apostolorum (“Breviario de los apóstoles”) es un texto latino recopilatorio de datos biográficos de los apóstoles, incluídas algunas menciones a sus lugares de predicación. En este texto se afirma que Santiago predicó en las tierras más occidentales de Hispania, lo que lo convierte en la fuente más antigua donde se menciona este dato. Pero también aporta otra información crucial: menciona que el enterramiento de Santiago tuvo lugar un 25 de julio en un lugar que el texto define como “Achiae marmárica”. Esta denominación parece ser un topónimo, de incierta localización, que ha derivado en diversas variantes al ser posteriormente transcrito (Arca marmárica, Acha marmárica, Arcis marmoricis..). Con el fin de precisar esta ubicación se han hecho diversas observaciones y estudios partiendo del significado de esas palabras. Estos estudios, ninguno de ellos concluyente a fecha de hoy, se centran básicamente en dos hipótesis bien diferenciadas a nivel geográfico: una de ellas explica que el término Marmárica, ya conocido así en los primeros años del cristianismo referido a una zona concreta del norte de Africa (lo que es hoy Libia) y donde hubo gran actividad monástica en esos tiempos, indicaría expresamente el lugar de enterramiento del apóstol Santiago. Sin embargo, esta hipótesis adolece de falta de información ulterior, ya que en ningún documento la tradición ubica a Santiago el Mayor en esos lugares, si bien existe información en torno a otros personajes de nombre Santiago, como Santiago Baradeo (obispo y teólogo cristiano primitivo) o Santiago Alfeo (identificado como Santiago el Menor) que sí predicaron allí, con lo cual bien podrían haber sido confundidos. 

La otra línea de investigación se centra en la hipótesis de que el término Achiae Marmárica no haría alusión a un lugar concreto sino más bien a un espacio sepulcral, tal como aquel donde se descubrió la tumba apostólica, que podría haber sido descrito como “locus arcis marmoricis” (lugar con arcos marmóreos) en algunos textos de la alta edad media. Puesto que el Breviarium además menciona expresamente la zona occidental hispana, en base a esta teoría lo más coherente sería identificar el topónimo con algún primitivo enclave de origen romano, pues de la presencia de restos de edificaciones romanas (como las necrópolis donde no faltan arcas marmóreas) en la zona de Compostela sí que existe base arqueológica probada.

Volviendo a las referencias documentales, existe una mención del monje y erudito inglés Aldhelmo de Malmesbury (639 – 709 d.c.) a la predicación de Santiago en Hispania en una de sus obras fechada a principios del siglo VIII; pero esta fecha ya más tardía que los ejemplos antes expuestos podría significar que Aldhelmo habría obtenido esos datos de obras anteriores, posiblemente de las arriba citadas las cuales ya circulaban y eran conocidas en occidente.

A este mismo nivel de credibilidad podríamos situar las citas del célebre monje Beato de Liébana (730 – 798 d.c.) que desde las tierras cántabras apuntala la teoría de la presencia de Santiago en Hispania y su patronazgo sobre estas tierras cristianizadas, aunque lo hace en textos fechados a finales del siglo VIII, de hecho pocas décadas antes del supuesto descubrimiento de la tumba jacobea.

Mencionaremos también la información recogida por Beda el Venerable (672-735 d.c.), monje y erudito inglés además de concienzudo historiador. Este erudito habla de la predicación de Santiago en Hispania y su enterramiento allí en textos que datan de principios del siglo VIII. Cabe la posibilidad de que hubiera consultado textos anteriores y de allí hubiera sacado esta información, pero el rigor con que consta que efectuó su trabajo aporta verosimilitud a dicha información y en cierto modo autoriza a sus fuentes.

No hay más documentación mínimamente fiable conocida acerca de la vida de Santiago el Mayor, ni por supuesto en relación a su estancia y predicación en Hispania. Sin embargo, ya en el terreno legendario, la tradición cristiana le ubica en Hispania como protagonista de un extraordinario acontecimiento que dio lugar a uno de los núcleos de culto más importantes de la península ibérica: Santa María del Pilar.

Según la leyenda tradicional cristiana la Virgen María se apareció a Santiago el Mayor y siete discípulos que le acompañaban hacia el año 40 d.c. en la ciudad de Caesaraugusta (actual Zaragoza), infundiéndole ánimo para su predicación e instándole a que construyera un edificio de culto en aquel lugar, dejando como testimonio una columna o pilar de jaspe que sería la piedra  en torno a la cual se edificaría simbólicamente dicho culto; Santiago y los demás testigos construyeron un primitivo templo que con el paso de los siglos y gracias al arraigo de la creencia llegaría a ser la actual e imponente Basílica de la Virgen del Pilar. Esta leyenda se recoge en un manuscrito de finales del siglo XIII custodiado en la misma basílica y, aunque ya bastante posterior, podría servir de argumento de la predicación de Santiago en Hispania analizada desde luego con el debido cuidado. Si bien es un hecho probado que Zaragoza es uno de los lugares de culto cristiano más antiguos de la península y que efectivamente ya existía una iglesia dedicada a Santa María del Pilar en dicha ciudad, como lo atestiguan los documentos escritos del monje franco Aimoinus (siglo IX) o el obispo Máximo de Zaragoza (finales siglo VI). Aimoinus alude expresamente a la importancia ya entonces de una iglesia dedicada a la virgen María en la ciudad, mientras que Máximo refiere la reconstrucción de un templo zaragozano que se consideraba edificado primitivamente por Santiago, dedicado a la virgen María y llamado “del pilar”. De lo que no cabe duda es de que la peregrinación a Santa María del Pilar pronto entroncó con la ruta jacobea, formando parte de esta naturalmente y contando siempre con gran afluencia de devotos peregrinos.

Como colofón a la leyenda, María, que se dice se apareció “en carne mortal” a Santiago (aunque de hecho aún vivía en Palestina), también le apremió para que se reuniera con ella, pues veía próximo su fin y quería por ello reunirse una última vez con los apóstoles.

Ante este ineludible requerimiento, Santiago volvió a Jerusalén donde al poco tiempo fue apresado y moriría decapitado por orden del rey Herodes Agripa (hecho recogido en las Escrituras) se cree que hacia el año 44 de nuestra era , circunstancia que le convierte en el primer mártir entre los discípulos de Jesús.

Desde ese momento hasta el supuesto descubrimiento de la tumba de Santiago en Compostela pasarían varios siglos durante los cuales se iba a perfilar la leyenda jacobea, en su mayor parte a partir de datos históricamente no confirmados y ya en el terreno de la tradición legendaria. Durante ese lapso de tiempo se sucedieron en el mundo conocido acontecimientos históricos cruciales para el desarrollo del cristianismo, empezando por la feroz persecución a que fue sometido en todo el territorio del Imperio Romano prácticamente hasta el siglo IV, ya que en el año 313 y mediante el famoso Edicto de Milán el entonces emperador Constantino I decretaría la libertad religiosa, convirtiéndose él mismo al cristianismo. Poco después en el año 380 el emperador Teodosio I proclamó el cristianismo como religión oficial del imperio: a partir de entonces se fue consolidando sobre todo en el continente europeo donde ha sido religión dominante.

Históricamente, la zona noroccidental de la península ibérica fue colonizada por los romanos ya entrado el siglo I de nuestra era, con cierto retraso respecto al resto de la península al igual que sucedió con los pueblos astures y cántabros, debido a la fuerte oposición mostrada por una cohesionada población autóctona. La romanización se desarrolló fructíferamente durante los siguientes cuatro siglos, y hacia principios del siglo IV ya se había organizado la provincia romana de Gallaecia, administrativamente diferenciada del resto de la Hispania romana y que comprendía los actuales territorios de Galicia, Asturias, el norte de Portugal y prácticamente las actuales provincias de León y Zamora.

Durante esta época la práctica religiosa preponderante era el paganismo, tanto a nivel de culto de los invasores romanos como las creencias ya arraigadas más primitivas de la zona (como el culto celta), posiblemente llegando a un sincretismo por adaptación. Con la llegada a la zona de los suevos hacia el año 409 se introducía el cristianismo, ya que este pueblo germánico practicaba el arrianismo, una controvertida creencia cristiana con matices diferenciales respecto al cristianismo ortodoxo. Los suevos permanecieron en la Gallaecia cerca de dos siglos, hasta que hacia el año 585 los visigodos invadieron la provincia y la incorporaron a su reino. Algunos reyes suevos postreros habían abrazado el catolicismo ortodoxo, aunque el arrianismo volvió a ser preponderante ya que era también la religión oficial visigoda, coexistiendo en determinados momentos ambas creencias sin mayor problema.

En torno al año 715 los musulmanes llegaron a la Gallaecia, aunque su presencia allí fue efímera ya que pronto la cordillera norte de la península se integró en el reino de Asturias en el marco de la reconquista de la península. En todo caso, el culto religioso no fue alterado y a comienzos del siglo IX el cristianismo era la religión principal en los territorios del norte de la península no controlados por el Islam. Es entonces cuando comienza la leyenda propiamente dicha del apóstol Santiago y lo que sería pronto la famosa Ruta de peregrinación.

LA LEYENDA

Comienza esta leyenda inmediatamente tras la muerte de Santiago, como ya hemos dicho decapitado en Jerusalén tal y como lo recogen los Hechos de los Apóstoles. Dos de sus discípulos recogen el cadáver y lo trasladan a la costa, probablemente al puerto de Jaffa (actualmente zona sur de Tel-Aviv) donde espera una barca sin tripulantes; embarcan con el cuerpo de Santiago en un sepulcro de mármol y se aventuran en el mar Mediterráneo en una travesía de siete días que les llevaría a la costa occidental de Hispania. Allí remontan el río Ulla desde su desembocadura (un poco al norte de lo que es hoy la ciudad de Pontevedra) hasta la localidad de Iria Flavia, en aquel entonces importante puerto fluvial romano.

La leyenda, añadiendo un matiz colorido aunque no comprobable históricamente, dice que a la llegada de los restos de Santiago a las costas gallegas gobernaba por entonces aquel territorio una reina (o señora de alta condición) pagana llamada Lupa (literalmente del latín, Loba), seguramente por delegación de los conquistadores romanos. Ante ella se presentaron los discípulos del apóstol que habían dejado su cuerpo sobre una roca, y le manifestaron los pormenores de su llegada y la necesidad de encontrar un lugar donde enterrar a su maestro como correspondía.

La reina quedó asombrada del relato, y acudió al lugar donde reposaba el cuerpo de Santiago donde descubrió que no sólo despedía suaves aromas de santidad, sino que la roca misma donde lo habían dejado se había hundido como convertida en cera reblandecida al contacto con el cuerpo. Entonces, tal vez buscando una última prueba de la sobrenaturalidad de estos hechos, les proporcionó una carreta y les instó a escoger dos fieros toros bravos de una dehesa cercana para que hicieran de tiro.  Los discípulos no se amedrentaron, sino que escogieron dos toros a los que uncieron en la carreta como si se tratara de dos bueyes mansos. Para completar el prodigio, los toros comenzaron a andar sin la guía de nadie hasta llegar a un lugar determinado donde se detuvieron. Fue ahí donde los discípulos enterraron el cuerpo, un lugar llamado Liberum Donum, levantando un altar sobre el arca de mármol. La denominación de dicho lugar no se ha podido verificar adecuadamente derivando con el tiempo en “el bosque de Libredón”. Aparecen menciones a este lugar, posiblemente un cementerio de origen romano, en narraciones escritas a partir del siglo XI, aunque no en documentos oficiales u otros textos más fiables por lo que se cree que podría ser una creación literaria intencionada.

Este encuentro de los discípulos de Santiago con la reina Lupa, de la cual se ha llegado a decir tanto que podría haber sido una diosa pagana precristiana como una matrona romana señora de esos terrenos, se ha adornado de diversas maneras a lo largo del tiempo. Pero básicamente viene a decir que Lupa puso muchas trabas al enterramiento de Santiago, trabas que fueron salvadas airosamente, maravillando a la reina que finalmente se convertiría al cristianismo y asistiría en el enterramiento por voluntad propia. Es digno de mención también el hecho de que la reina Lupa (A raíña Lupa, Loba, Luparia) es un personaje femenino recurrente en la mitología galaica, ya que es protagonista de leyendas y mitos en diversos lugares de la geografía gallega.

Los discípulos de Santiago permanecieron en el lugar cuidando y venerando la tumba, hasta que sobrevino la muerte de ambos.

Después de estos acontecimientos y como respetando el reposo del apóstol Santiago pasan varios siglos durante los cuales no hay noticia ni mención alguna al mismo ni a su lugar de descanso. La leyenda retoma su narrativa ya a principios del siglo IX después de los correspondientes avatares históricos acaecidos, como los ya mencionados, inmediatamente después de la liberación de Galicia de dominio musulmán y con la vida cristiana ya recuperada.

 

continúa en la parte II………

 

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