Antes de nada, hay que decir que desde un principio nuestra pretensión con este sitio web es desarrollar un espacio de acercamiento y estudio de las ciencias ocultas (como comúnmente se denominan) en general, lo cual incluye un vasto campo de trabajo sin duda, aunque cuando uno se adentra en dicho estudio llega un cierto momento en que se advierte un orden, un tronco común que marca una directriz de investigación y una actitud vital. Todo el conocimiento entretejido que conforma esta red etérea es lo que podemos llamar ciencias ocultas, y más propiamente ciencia esotérica o ciencia hermética, pero debido a la propia naturaleza de este conocimiento y su aplicación práctica entendemos que hay que permitir un cierto margen y admitir a estudio objetivo ciertos temas de no muy clara esencia hermética, como pueden ser ciertas mancias, algunas prácticas que rayan la superstición y, como en el capítulo que ahora nos ocupa, el estudio de las sociedades secretas y las conspiraciones que siempre se han asociado a ellas.
El lógico secretismo con que han funcionado estas sociedades ha provocado que se dude de la bondad de sus fines, a veces incluso que se las culpe de males endémicos de la sociedad, y en muchas ocasiones se las asocie con las conspiraciones a que tan proclive es el ser humano con su afán incontrolado de poder, y a las que, lamentablemente, tan acostumbrados estamos ya en estos tiempos que corren.
Puesto que muchas de esas sociedades o grupos secretos surgidos a lo largo de la historia han relacionado su existencia y funcionamiento de un modo u otro con las ciencias ocultas, ciertamente no se podrá evitar hacer algunas incursiones en este campo, abordando el tema siempre con el mayor rigor posible.
Decidimos comenzar por esta breve reseña de los Protocolos de los sabios de Sión por dos razones: porque su contenido alude directa o indirectamente a ciertas sociedades de renombre de corte ocultista y porque este es sin duda uno de los libros más importantes que se ha escrito en el ámbito de las conspiraciones secretas a nivel mundial.
El origen y motivaciones de este libro llevaron a una tremenda polémica, la cual continúa hoy en día, aunque en la actualidad la opinión más aceptada es que el texto de los Protocolos es una falsificación, una especie de panfleto creado esencialmente para promover el odio antisemita. Pero veamos los hechos.
El primer texto de lo que conocemos por los Protocolos de los sabios de Sión aparece en 1905 como apéndice del libro “Lo grande en lo pequeño: La venida del anticristo y el dominio de Satanás en la Tierra”, pero en su tercera edición, ya que la primera edición data de 1902. El autor es Sergei Nilus, un personaje que ha sido calificado desde escritor y monje ortodoxo profundamente antisemita hasta erudito y místico, pasando por colaborador de la policía secreta de la Rusia zarista de entonces; ruso de nacimiento (1862-1929), parece que su único trabajo literario fue este, al menos es el que le ha llevado a ser mundialmente conocido.
El libro es la supuesta transcripción de lo acaecido en unas reuniones de un grupo de líderes sionistas en Basilea (Suiza) en 1897. En estas reuniones se debatía un complot elaborado al detalle para promover la conspiración a nivel mundial en todos los ámbitos de la sociedad por parte del sionismo y con el objetivo final de hacerse con el poder global en nombre de los intereses judíos.
Ciertamente no es nuevo el hecho de acusar a los judíos de todo tipo de conspiraciones más o menos veladas a lo largo de la historia, pero lo que se transcribe en los Protocolos es un plan organizado a gran escala con unas directrices muy bien definidas y cuya lectura llama poderosamente la atención por la inquietante constatación de los hechos que en el libro se declaran, sobre todo ahora que ha pasado más de un siglo desde su aparición.
Que el libro apareció en un momento histórico clave y que se manipuló hasta la saciedad (y se sigue manipulando) para servir a los intereses de grupos diversos es muy evidente; que influyó decididamente en personajes como Hitler o sentó las bases de lo que se daría en llamar posteriormente “conspiración judeo-masónica”, también está fuera de dudas. Y que es sorprendentemente preciso, se diría que premonitorio (o, como también se le define, “verídico”), también es indudable. El contenido estricto de los Protocolos se divide en sesiones, compuestas cada una por un acta; así, nos encontramos con 24 sesiones con sus correspondientes actas en las que se declaran cosas como:
“La lucha por la superioridad y las continuas especulaciones en el mundo de los negocios creará una sociedad desmoralizada, egoísta y sin corazón. Esta sociedad terminará por hacerse completamente indiferente a la religión y a la alta política, a la que llegará a aborrecer; su único guía será la pasión por el oro, y hará todos los esfuerzos imaginables hasta conseguirlo, por ser lo único que podrá proporcionarle los placeres materiales, de los que ha hecho un verdadero culto. Entonces las clases inferiores, el populacho, se nos unirá en contra de nuestros competidores, los gentiles privilegiados e inteligentes, y lo harán sin tener siquiera una mira elevada, ni siquiera por amor a la riqueza; simplemente lo harán por odio a las clases acomodadas.” (Sesión IV)
En definitiva, encontramos referencias a la libertad ficticia en política; promoción de guerras, conflictos internos y revoluciones; control de la prensa; corrupción política; control de la economía por la vía especulativa; crisis económicas…
No se menciona directamente en los Protocolos el uso del ocultismo, aunque si se considera bastante prioritaria la utilización de la masonería para sus fines conspirativos, lo cual es bastante interesante y abre una vía de estudio muy prometedora. Tampoco se menciona explícitamente la cábala (disciplina esotérica hebrea) aunque ciertos comentarios a los Protocolos la han relacionado, desafortunadamente a nuestro parecer y sin fundamento.
Un libro para leer con sumo cuidado, y posteriormente reflexionar con la mayor objetividad; pero no para desdeñarlo, porque como bien se dice:
“Se non è vero, è ben trovato” (si no es verdad, está bien compuesto)