“Durante el verano de 1960, siendo estudiante de antropología de la Universidad de Los Angeles, hice varios viajes al suroeste para recabar información sobre las plantas medicinales usadas por los indios de la zona. Los hechos que aquí describo empezaron durante uno de mis viajes.”
Así comienza la introducción en primera persona de Castaneda a este su primer libro de los cuatro que compondrían los relatos de su extraordinaria relación con don Juan Matus, un brujo-chamán perteneciente a la etnia yaqui (pueblo indígena conocido desde la colonización española del siglo XVI y localizado actualmente hacia el noroeste de México y Arizona, EEUU).
Lo que Castaneda inició como un supuesto trabajo de campo universitario de antropología, centrado en la investigación de la existencia de brujos y curanderos entre los indios autóctonos y su conocimiento y aprovechamiento de las plantas medicinales de su entorno, derivó de forma insospechada en una vía de aprendizaje místico con el sorprendente don Juan, que poco a poco se revelaría como un experimentado chamán con extraordinarias dotes. De esta forma, Castaneda se convirtió, casi a su pesar según deja entrever en algunos pasajes, en discípulo de lo que él mismo denomina “camino del guerrero”, que es una forma de iniciación en la que el sujeto accede a estados alternativos de conciencia, lo que amplia su visión y libera su mente dándole una sabiduría intrínseca de las cosas.
A lo largo de este aprendizaje, adquiere una importancia fundamental el conocimiento y uso de sustancias y preparados vegetales con propiedades psicotrópicas, concretamente el peyote, planta endémica de la zona del norte de México que posee un fuerte efecto psicodélico y capacidad de alterar el estado de conciencia, tradicionalmente conocida por su uso medicinal y ritual entre los indígenas.
En un lapso de tiempo de varios años don Juan introduce a su aprendiz en el uso ceremonial de dichas sustancias, provocando situaciones que Castaneda relata en el libro de primera mano y con todo lujo de detalles, tal y como él las percibe bajo los efectos consabidos. Detalla también la dimensión humana de su amistad con el brujo yaqui, por el cual empieza sintiendo una curiosidad irreprimible, y luego un afecto creciente que al final se convierte en auténtica devoción.
Es interesante cómo nos muestra Castaneda el esquema de pensamiento de don Juan, esquema basado en la sabiduría antigua que el maestro transmite con una impecable coherencia lógica. Don Juan propone una visión del mundo vasta, maravillosa y a la vez terrible que infunde en un principio un gran temor en el discípulo, acostumbrado a una realidad ordinaria que no tiene nada que ver. La superación de esa barrera del temor es lo que hace que el aprendiz experimente la vida del guerrero, para poder llegar a ser un “hombre de conocimiento”.
El libro está escrito desde el punto de vista del estudiante entregado a una labor científica, con una meticulosidad que en ciertos momentos choca con el trasfondo de la historia, psíquico y nebuloso.
Evidentemente este libro, aparte de convertirse en un auténtico best-seller y haber dado a su autor fama mundial, desde su primera edición en 1968 (en España en 1974) no ha dejado de suscitar polémica entre la legión de seguidores incondicionales y los que sostienen que lo que aquí se cuenta es falso. Algunos investigadores incluso han tratado de desmontar el relato alegando pruebas que indican desde la falsa personalidad de Carlos Castaneda o la inexistencia de don Juan hasta la imposibilidad de las experiencias que se cuentan. Castaneda por su parte siempre defendió la veracidad de la historia y la realidad de la persona de don Juan.
Ciertamente, este libro de “Las enseñanzas de don Juan” en su aparición encontró un terreno abonado para florecer, en pleno auge en los Estados Unidos (y sobre todo California) de la contracultura, el movimiento hippie que preconizaba un uso sin restricciones de las drogas psicodélicas y la “vuelta a la naturaleza”. Esto favoreció en gran manera la expansión del libro y el nombre del autor, convirtiéndole casi en un icono de la época.
Es hasta cierto punto comprensible que esta obra haya provocado cierto recelo entre los investigadores o los mismos antropólogos, pero ya sea antropología auténtica o ficción hay que reconocer el indudable valor literario. Y, desde el punto de vista ocultista, es muy de agradecer el acercamiento y claro planteamiento del chamanismo ritual que hace el autor, chamanismo el cual es sin duda un tipo de sabiduría desconocido o malinterpretado en la mayoría de las ocasiones. Castaneda nos ofrece una dimensión ignorada y muy interesante acerca de la iniciación tradicional basada en la comunión con la Madre Tierra y transmitida oralmente desde tiempo inmemorial.