FULCANELLI «Las moradas filosofales»

Las moradas filosofalesLas moradas filosofales es un libro escrito por el alquimista del siglo XX conocido por el sobrenombre de Fulcanelli.

 

 

 

 


Esta obra, la segunda en la breve bibliografía de este autor, se editó en Francia en 1930 en una escasa tirada dirigida principalmente a los estudiosos del arte alquímico; con el paso del tiempo ha resultado ser una obra imprescindible no sólo para dicho arte sino en el hermetismo en general, de acuerdo a este párrafo explícito del prefacio:
“Fulcanelli entendió siempre por la expresión ´morada filosofal´ todo soporte simbólico de la Verdad hermética, cualesquiera que pudieran ser su naturaleza e importancia. A saber, por ejemplo, la minúscula figurilla conservada en una vitrina, la pieza de iconografía en simple hoja o cuadro, o el monumento arquitectónico ya sea detalle, vestigio, castillo o iglesia en su integridad.”
Según se afirma asimismo en el prefacio, Fulcanelli habría conseguido elaborar la piedra filosofal unos seis años antes de la aparición del libro; es Eugene Canseliet quien firma este texto introductorio y se declara discípulo del autor, tal y como hizo anteriormente con la edición del célebre “El misterio de las catedrales”. El prólogo que añade Canseliet a la obra indica su profunda admiración por Fulcanelli, toda vez que no arroja ninguna luz ni da indicación alguna sobre la verdadera persona escondida tras el seudónimo de su maestro. Sin embargo, aporta algunas claves interesantes para el estudio de la obra, como por ejemplo esta afirmación:
“Digamos, sin rodeos, que la materia de los trabajos alquímicos se presenta, incluso se impone, con tanta evidencia que no hay autor, aún el más sincero, que no se haya mostrado deseoso, que no haya callado, velado o falseado la selección hasta escribir el nombre vulgar de este sujeto, muy realmente predestinado, para declarar al fin que no es aquél.”
Hay que señalar que se adjuntan al libro tres prefacios distintos, añadidos de acuerdo a las ediciones francesas correspondientes, fechados en 1929, 1958 y 1965, y firmados todos ellos por Eugene Canseliet, el cual da la impresión de conocer muy bien la obra de Fulcanelli; por ello insisto en la importancia de estos prefacios.
Si en su primera obra, la citada “El misterio de las catedrales”, Fulcanelli se había centrado en el estudio de las iglesias monumentales de la edad media desde el punto de vista hermético y bajo el prisma de la ciencia alquímica, en el presente libro amplía la visión hacia otros aspectos, aunque no deja de señalar diversas obras arquitectónicas puntuales explicando el significado hermético que encierran siempre a la luz de la obra alquímica y con la demostrada erudición de este adepto alquimista. Así, encontramos un instructivo análisis de elementos y motivos arquitectónicos y artísticos que van desde una modesta casa medieval en un pueblo francés, Lisieux, el castillo de Dampierre, del siglo XV, el palacio Holyrood de Edimburgo, y algunos otros ejemplos escogidos expresamente por el autor, que nos da una excelente visión de su sentido velado y asimismo se encarga de enlazar esta información con operaciones y procedimientos del trabajo alquímico. Como es costumbre, las alusiones a las operaciones del arte van encerradas en un lenguaje enigmático propio de los adeptos e iniciados en el arte de la alquimia, y los materiales y fórmulas se nombran mediante alegorías. Atento a este hecho, Canseliet se preocupa de indicar en el prólogo:
“Cada uno debe aportar su esfuerzo personal, absolutamente indispensable si se desea adquirir las nociones de una ciencia que jamás ha cesado de ser esotérica. Por ello los filósofos, con objeto de esconder sus principios al vulgo, han cubierto el antiguo conocimiento con el misterio de las palabras y el velo de las alegorías. El ignorante no es capaz de perdonar a los alquimistas que se muestren tan fieles a la disciplina rigurosa que han aceptado libremente. Mi maestro, lo sé, no escapará al mismo reproche. Ante todo, le ha sido preciso respetar la voluntad divina, dispensadora de luz y de la revelación. Asimismo, ha debido obediencia a la regla filosófica que impone a los iniciados la necesidad de un secreto inviolable.”
De modo que, aunque estamos seguramente ante la obra de mayor envergadura de Fulcanelli, la estructura es bastante similar a su anterior trabajo literario. “Las moradas filosofales” abunda en estudios prácticos y Fulcanelli aprovecha cualquier supuesto para usarlo en referencia a los procedimientos de la alquimia. Sin embargo lo hace mediante acertijos y lenguaje alegórico, cargado de simbología e impregnado de sentido cabalístico. Gusta el autor de ahondar en el doble sentido del lenguaje, muchas veces aludiendo y analizando las raíces en latín y griego de las palabras, las cuales presentan finalmente, tal y como él demuestra, claves útiles para la comprensión y asimilación de conceptos herméticos. Otras veces utiliza recursos cabalísticos más complejos, siempre en la línea de los alquimistas clásicos que han escrito acerca de la Gran Obra.
Fulcanelli ocupa buena parte del libro en explicar y justificar teóricamente el arte alquímico y su lugar en la historia, haciendo hincapié en los años dorados de fines de la Edad Media de donde admite extraer gran parte de su inspiración. Se preocupa también de relacionar la alquimia con la química moderna, intentando ubicar a la primera en el marco científico contemporáneo y hallar una especie de conciliación a partir de lo que él considera unos orígenes comunes y un desarrollo histórico paralelo.
En todo momento el autor da la impresión de poseer el conocimiento requerido para tratar estos temas, no en vano se le considera un adepto, el cual invirtió más de veinticinco años en la consecución de su magno objetivo. Por ello y por la interesante exposición que hace de sus ideas (bien entendido que las claves del proceso alquímico están obviamente veladas, como ya he mencionado), este libro es una excelente referencia para introducirse en el mundo de la alquimia. Es importante observar que el lenguaje de Fulcanelli nos resulta más cercano y asequible que el de los adeptos alquimistas de otras épocas, con lo que la lectura resulta bastante amena aunque no se tenga ninguna noción de los métodos y procedimientos tradicionalmente usados en la obra alquímica.
Este libro fue originalmente editado con las ilustraciones (dibujos) del pintor Julien Champagne. Estos fueron sustituidos en posteriores ediciones por fotografías de los modelos originales (son elementos arquitectónicos sobre todo) , tal y como sucede con la edición española del libro que aquí presento.

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