El 29 de diciembre de 1890, dentro de la reserva india de Pine Ridge, en el estado de Dakota del Norte (Estados Unidos), tuvo lugar lo que se conoce como masacre de Wounded Knee. Este infame suceso se encuadra en las Guerras Indias que enfrentaron a los gobiernos y colonos norteamericanos contra los nativos de esos territorios, y es considerado generalmente como el último enfrentamiento señalado de dichas guerras; tuvo lugar en el mismo año de la rebelión de la tribu sioux.
Un nutrido contingente de soldados estadounidenses rodeó un campamento de indios lakota (pueblo perteneciente a la etnia sioux) y acabó disparando indiscriminadamente contra todo el poblado, sin provocación por parte de los nativos.
Se estima que el número de indios masacrados ese día fue de cerca de 400 hombres, mujeres y niños, si no más. Muchos de los cuerpos de los indios fueron encontrados hasta a dos millas de distancia de donde había comenzado el caos, con disparos en la espalda realizados por los soldados cuando los nativos intentaban huir de la sangrienta carnicería. Fue tal el desconcierto y la enajenación entre los soldados estadounidenses que se dice que un buen número de las bajas que se produjeron entre sus tropas se debió al fuego cruzado amigo.
A una de las mujeres sioux que fue encontrada viva, aunque herida de bala, le dijeron, mientras yacía en una iglesia cercana para recibir tratamiento médico, que debía dejar que le quitaran la «camisa fantasma» para poder llegar a su herida. Ella respondió: «Sí, quítenmela. Me dijeron que una bala no la atravesaría. Ahora ya no la quiero». Se creía que la «camisa fantasma», una prenda que había sido promovida y difundida entre los indios por los seguidores de la religión de la Danza de los Espíritus, era impenetrable para las balas o armas de cualquier tipo. Todos los sioux que habían muerto ese día en Wounded Knee vestían una camisa así.
¿Cómo se llegó a semejante extremo? ¿Cuál era esa religión de la Danza de los Espíritus, que influyó tanto en la mentalidad nativa, hasta el punto de hacerles creer que una prenda podría hacerles invulnerables a las balas del enemigo, el hombre blanco invasor?
Empecemos por el principio…
Los territorios que hoy conocemos geográficamente como los Estados Unidos fueron colonizados por visitantes europeos entre los siglos XV y XVIII, siendo los exploradores españoles los primeros en arribar a esas tierras, seguidos de grupos franceses y posteriormente ingleses.
Cuando estos europeos llegaron al corazón de Norteamérica, estas tierras estaban habitadas por diversos pueblos indígenas, que abarcaban una gran diversidad de culturas, lenguas y creencias diferentes, aunque ciertamente interconectadas por algunos puntos en común entre los que podemos destacar (en el ámbito religioso):
– Conexión con la naturaleza: la espiritualidad de los pueblos nativos norteamericanos estaba profundamente arraigada en la naturaleza. Creían que todos los elementos del mundo natural (animales, plantas, ríos, montañas, etc.) tenían un espíritu y que los seres humanos estaban interconectados con ellos. Esta creencia se conoce como animismo, y toda esta visión está íntimamente ligada a la forma de vida tribal de estos pueblos.
– El Gran Espíritu: muchas tribus mantenían la creencia en un ser supremo o fuerza creadora, a menudo llamado comúnmente el Gran Espíritu (Wakan Tanka para los lakota, Gitche Manitou para los algonquinos, entre otros nombres). Este ser no era necesariamente un dios personal, sino una fuerza omnipresente que impregnaba todo.
– Espíritus y deidades: además del Gran Espíritu, muchas tribus creían en una variedad de espíritus menores, deidades o fuerzas espirituales asociadas con elementos específicos de la naturaleza, como el trueno, el sol, la luna o los animales. Hay que resaltar que los nativos desconocían los fundamentos científicos de ciertos fenómenos naturales, como por ejemplo los eclipses, lo cual obviamente influía en el aspecto supersticioso y fetichista de sus creencias. Sin embargo, no existía la creencia en una deidad negativa frontalmente opuesta al Padre Creador, como sucede en la religión cristiana con el diablo o Satanás.
– Ciclo de la vida y la muerte: la muerte no era vista como un final, sino como parte de un ciclo continuo. Muchas tribus creían en la reencarnación o en un viaje espiritual después de la muerte.
Estas creencias dieron lugar a cultos peculiares, que incluían ceremonias y rituales, las cuales incluían danzas, cantos, ofrendas y oraciones; el uso de sustancias consideradas sagradas (como el tabaco o el peyote) como parte de sus rituales para conectarse con el mundo espiritual, y la definición de personajes relevantes asociados a estos cultos, como los chamanes y líderes espirituales. En lugar de una casta sacerdotal formal, muchas tribus tenían chamanes o lo que ellos llamaban hombres-medicina. Estas personas eran consideradas intermediarias entre el mundo físico y el espiritual. Tenían conocimientos sobre hierbas medicinales, rituales de curación y la interpretación de sueños o visiones. En muchas ocasiones estos chamanes u hombres-medicina eran los individuos más inteligentes o versados en conocimiento práctico de las tribus, lo que los convertía en verdaderos líderes muy respetados.
De este modo, las creencias espirituales influían fuertemente en la organización y vida social de las tribus: los líderes espirituales a menudo tenían un papel importante en la toma de decisiones, y las ceremonias reforzaban los lazos comunitarios, además de que se utilizaban para buscar el apoyo espiritual en el desarrollo de la cosecha o la caza, pilares básicos de la subsistencia de estos pueblos.
Las creencias y prácticas espirituales se transmitían oralmente de generación en generación, a menudo a través de historias, mitos y ceremonias.
Los colonos europeos vinieron acompañados de misioneros, generalmente sacerdotes cristianos, que trataron de imponer y difundir su fe entre los pueblos nativos, lo cual en algunos casos consiguieron plenamente convirtiendo a etnias o tribus enteras, y en otros en menor medida, aunque siempre impregnando con dogmas extraños a los nativos sus propias creencias ancestrales, distorsionándolas en cierta medida.
Entre estas influencias misioneras europeas podemos destacar las de los miembros de la Orden jesuita, que desde su misma creación (1534) tuvo un papel predominante en la difusión del catolicismo más ortodoxo por los territorios que los europeos iban descubriendo (América del Norte y del Sur, Asia…). El credo y la praxis peculiares de los jesuitas hacían que su labor misionera resultara muy fructífera; esta praxis, definida muy inteligentemente por Ignacio de Loyola, el fundador de la orden (la Compañía de Jesús, como la denominó), se destacaba por su carácter de fuerte sugestibilidad y coerción mental, de tal manera que William Sargant (el pionero de las técnicas de control mental del Instituto Tavistock y el proyecto MK Ultra, y gran conocedor de los métodos de lavado de cerebro) llegaría a escribir en su libro La batalla por la mente:
«En 1859, un sacerdote protestante, el reverendo George Salmon, más tarde rector del Trinity College de Dublín, había advertido a los escritores católicos, y especialmente a los jesuitas de su época, que no podían permitirse el lujo de ser demasiado críticos con los métodos de excitación utilizados por otras sectas:
“Y la persona, tal vez, que mejor entendió el arte de excitar la emoción religiosa, y que lo redujo a un sistema regular, fue el fundador de la Orden de los Jesuitas. Cualquier persona que sepa algo del sistema de ejercicios espirituales que él inventó, cómo los discípulos en sus retiros, reunidos en una capilla oscura, tienen sus sentimientos excitados por jaculatorias que gradualmente se alargan hasta convertirse en poderosas descripciones, primero, del castigo debido al pecado, de los tormentos del infierno y el purgatorio; luego del amor de Dios, de los sufrimientos del Salvador, la ternura de la Virgen; cómo la emoción se intensifica a medida que el líder de la meditación avanza, y se propaga por contagio simpático de uno a otro: cualquiera que sepa algo de esto debe ser consciente de que la Iglesia Católica Romana no tiene nada que aprender de cualquier cosa que las sectas más entusiastas de los protestantes hayan inventado”».
Es decir, que los misioneros (generalmente jesuitas) que llegaron a Norteamérica desarrollaron una labor de predicación que no estuvo exenta de un fuerte componente de sugestibilidad y técnicas de coacción mental; esta actitud también se puede extender a los miembros de otros movimientos religiosos, sectas o grupos de carácter místico que se extendieron por los territorios de los nativos, igualmente con ansias de difusión de sus teorías religiosas, como sería el caso de los mormones, de los cuales hablaremos más adelante.
En este escenario, y tras más de dos siglos de presencia, colonización y predicación europea entre los nativos norteamericanos, hubo resultados tangibles y se produjeron acontecimientos que llevarían a la imposición de la religión occidental a los nativos, a la vez que el destierro forzoso de las tierras que habían sido de su propiedad durante siglos; estos dos fenómenos tal vez tuvieron mucha más relación entre sí de lo que podamos pensar.
A la vez que los colonos europeos llegaban a las tierras indias, los nativos se iban volviendo más hostiles hacia los visitantes, lo que dio lugar a guerras y la aparición de diferentes líderes indios que se erigieron como profetas y proclamaron una «vuelta a los orígenes» nativos, aunque con ciertas peculiaridades, como veremos.
La profecía del Maestro de la Vida
A comienzos de la década de 1760, surgió un profeta llamado Neolin (conocido como el Profeta Delaware), de los nativos lenope (o delaware) en la zona de lo que es hoy el estado de Ohio, cerca de los Grandes Lagos y la actual frontera con Canadá. Neolin predicó una unión de todas las tribus y un retorno «a la antigua vida india», que él declaró ser el mandato divino revelado por una visión mística que tuvo. Neolin obtuvo el apoyo de muchos indios, entre ellos el jefe Pontiac de los oddawa, el cual propagó su mensaje y exhortó a las tribus a unirse contra la ocupación extranjera, en este caso los colonos ingleses que por esa época llegaban a la zona en ingentes cantidades. Las tribus nativas estaban aliadas con los franceses, con los que convivían desde décadas atrás (los franceses se habían establecido en esa parte del continente desde mucho antes de la llegada de los ingleses), y de los que supuestamente ya habrían recibido la influencia misionera.
Fruto de los esfuerzos de unificación india por parte del jefe Pontiac, en base al supuesto mensaje visionario de Neolin —el profeta delaware—, estalló la llamada Guerra (o rebelión) de Pontiac, en 1763, en la que los nativos, asociados con los franceses, lucharon contra los británicos violentamente durante dos años, hasta que estos últimos, incorporando un fuerte contingente de tropas a la lucha, arrebataron las posesiones francesas y forzaron la tregua con las tribus indias. Este conflicto fue una consecución de la Guerra de los Siete Años, que supuso un pulso entre franceses e ingleses por las nuevas colonias americanas y terminó con una ventaja palpable para los ingleses, que a partir de entonces extenderían su dominio por todo el país.
Cabe destacar que el siempre racista punto de vista británico hacia los nativos tuvo también mucho que ver en la rebelión india; el mismo gobernador general inglés para América del Norte, Jeffrey Amherst, opinaba abiertamente que los nativos americanos eran «la raza de seres más viles que jamás infestaron la tierra» y estaba «plenamente convencido de que el único método verdadero para tratar a los [indios] es mantenerlos en una sujeción adecuada». Pero los ingleses, en este caso, no lograron doblegar a los indios y tuvieron que hacer bastantes concesiones para lograr la tregua. Pontiac fracasaría en esta misión de confederación de tribus indias después de unos tres años de luchas, y sería asesinado en 1769 por un guerrero de la tribu peoria. Acerca de la vida de Neolin no se conocen más datos fehacientes.
Los historiadores generalmente coinciden en que, en la época de la «predicación» de Neolin, las creencias nativas ya habían absorbido una parte del dogma cristiano, lo cual se demuestra en las nuevas consideraciones de las tribus acerca de conceptos como el bien y el mal, ángeles (o espíritus benignos) y demonios, la culpa debida al mal comportamiento… Esto se puede vislumbrar en la propia visión mística principal que tuvo Neolin, y en la que basó toda su predicación.
Según testimonios históricos, se celebró una reunión de tribus indias cerca de la ubicación actual de la ciudad de Detroit, en abril de 1763. En esta reunión, el jefe Pontiac manifestó públicamente los detalles de la visión del profeta Neolin, lo cual dio pie a la creencia o religión del Maestro de la Vida (que, fundamentalmente, era el tradicional “Gran Espíritu”, con algunas variaciones). Este hecho fue documentado por un testigo ocular, un francés, que al parecer asistió al Consejo tribal.
Este es el relato de la visión del Profeta Delaware:
«Según la historia del profeta, estando ansioso por conocer al Maestro de la Vida, decidió, sin mencionar su deseo a nadie, emprender un viaje al mundo espiritual. Ignorante del camino y sin conocer a ninguna persona que, habiendo estado allí, pudiera guiarlo, realizó un rito místico con la esperanza de recibir alguna luz sobre el camino que debía seguir. Entonces cayó en un sueño profundo, en el que soñó que sólo era necesario comenzar su viaje y que, si continuaba caminando hacia adelante, finalmente llegaría a su destino.
… Día tras día prosiguió sin incidentes, hasta que al atardecer del octavo día, mientras se preparaba para acampar para pasar la noche, notó, saliendo del límite de la pradera, tres senderos anchos y despejados; observó con asombro que los senderos se volvían más nítidos a medida que la noche se hacía más oscura. Le pareció que uno de estos caminos debía conducir al lugar que estaba buscando. [Después de probar los dos caminos más anchos, tomó] el tercer camino [que le condujo a] una montaña escarpada de un resplandor deslumbrante justo delante de él; mirando hacia arriba, vio sentada a poca distancia en la montaña a una mujer de brillante belleza y vestida con atuendo blanco como la nieve, que se dirigió a él en su propio idioma, diciéndole que en la cima de la montaña estaba la morada del Maestro de la Vida, a quien había viajado tan lejos para conocer. Después de mucha dificultad [él] llegó a la cima, avanzó hasta la puerta del pueblo, donde fue admitido y vio acercarse a un hombre bien parecido, vestido de blanco, que se ofreció a guiarlo a la presencia del Maestro de la Vida… y el Maestro de la Vida le habló así:
«Soy el Maestro de la Vida, a quien deseas ver y con quien deseas hablar. Escucha lo que te diré para ti y para todos los indios.
… La tierra en la que estás, la he hecho para ti, no para otros. ¿Por qué permites que los blancos habiten en tus tierras? ¿No puedes prescindir de ellos? Sé que aquellos a quienes llamas los hijos de vuestro Gran Padre [el Rey de Francia] cubren tus necesidades; pero si no fueras malvado como eres, no los necesitarías. Podrías vivir como lo hacías antes de conocerlos.
Antes de que llegaran aquellos a quienes llamas tus hermanos [los franceses], ¿no te mantenían tu arco y tu flecha? No necesitabas ni armas, ni pólvora, ni ningún otro objeto. La carne de los animales era tu alimento; sus pieles tu vestido. Pero cuando te vi inclinado al mal, llevé a los animales a las profundidades del bosque para que tuvieras que depender de tus hermanos para tus necesidades, para tu ropa. Vuelve a ser recto y haz mi voluntad y yo te enviaré animales para tu sustento. Sin embargo, no prohíbo la tolerancia entre vosotros y los otros hijos de vuestro Padre. Los amo; ellos me conocen; me rezan. Yo proveo sus propias necesidades y les doy lo que ellos traen a vosotros [los franceses suplían de mercancías de todo tipo a los nativos, cosa que a estos agradaba en gran manera y fomentaba su solidaridad con ellos].
No sucede así con aquellos que han venido a perturbar vuestras posesiones [los ingleses]. Ahuyentadlos, haced la guerra contra ellos, yo no los amo; ellos no me conocen, son mis enemigos, son los enemigos de vuestros hermanos [los franceses]. Enviadlos de regreso a las tierras que he hecho para ellos. Dejadlos permanecer allí”.
El Maestro de la Vida entonces le dio una oración, tallada en jeroglíficos indios sobre un palo de madera, que se le dijo que le entregara a su jefe al regresar a la tierra:
“Apréndelo de memoria y enséñalo a todos los indios y sus hijos. Debe repetirse mañana y tarde. Haz todo lo que te he dicho y anuncia a todos los indios que proviene del Maestro de la Vida. Que beban sólo un trago de alcohol, o dos a lo sumo, en un día. Que tengan sólo una esposa y que dejen de correr tras las esposas e hijas de otros. Que no luchen entre ellos. Que no canten la canción de la medicina, porque al cantarla hablan al espíritu maligno. Echad de vuestras tierras a esos perros de rojos ropajes [los británicos]; sólo son daño para vosotros. Cuando necesitéis algo, pedídmelo, como hacen vuestros hermanos, y os lo daré a ambos. No vendáis a vuestros hermanos lo que he puesto en la tierra como alimento. En resumen, sed buenos y nada os faltará. Cuando os encontréis, inclinaos y dados mutuamente la mano [izquierda] del corazón. Sobre todo, os ordeno que repitáis por la mañana y por la noche la oración que os he dado”».
Cabe señalar que el palo de madera con jeroglíficos indios se conoce como palo de oración y es bastante seguro que proviene de la influencia católica. Los caracteres guardan cierta semejanza con el antiguo tipo de letra gótica de un misal, mientras que la peculiar disposición sugiere fuertemente el rosario católico con sus quince “misterios” en tres grupos de cinco cada uno… los primeros y más constantes misioneros entre los kickapúes y otras tribus de la zona eran católicos, y podemos ver fácilmente que sus enseñanzas y ceremonias influyeron en esta religión nativa, como sucedería en ocasiones posteriores.
Se dice que Neolin tenía un pergamino (escrito en piel de ciervo), el cual revelaba esquemáticamente los pasos necesarios para «alcanzar el cielo y la felicidad ultraterrena», mediante la purificación de los pecados. Este pergamino fue copiado por otros indios, que lo utilizarían para predicar a nativos de diferentes tribus.
La visión del profeta con el mensaje que le reveló el Maestro de la Vida se extendió por las tribus del norte y la zona de los Grandes Lagos; con el paso del tiempo, surgiría en otros puntos de la geografía estadounidense, llegando a difundirse por prácticamente todas las tribus nativas. Sin embargo, se incorporarían algunos matices a la profecía principal, llegando incluso a vaticinar la venida de un mesías; los profetas venideros recibirían también el poder de curar todas las enfermedades y detener la mano de la muerte en la enfermedad o en el campo de batalla; los nativos muertos resucitarían y sus ancianos volverían a ser jóvenes, y los jóvenes nunca enfermarían.
El Profeta Shawnee
Tecumseh (1768/75-1813) era hijo de un jefe y descendiente de una raza guerrera. Su tribu, los shawnee, ubicada en lo que es el actual estado de Ohio (junto a los Grandes Lagos, al sur), era conocida como de las más decididas en su resistencia contra las invasiones de los blancos. Tanto su padre como su hermano mayor habían muerto en batalla contra ellos. Tecumseh también era conocido por su honor y nobleza, y a pesar de todas las injusticias que había sufrido por parte de los blancos, nunca se dejó llevar por un espíritu de venganza mezquino y era conocido por tratar a sus prisioneros y a los indefensos con humanidad mientras estaban bajo su protección.
Tecumseh tenía un hermano menor, Laulewasikaw (que vivió entre 1775 y 1836, y que hacia 1805 cambió su nombre a Tenskwatawa, que significa «puerta abierta», a raíz de una «visión profética» que tuvo); llegó a ser conocido como el Profeta Shawnee y lideró un movimiento religioso que instaba al pueblo indio a rechazar las influencias europeas y regresar a un estilo de vida más tradicional, muy en la línea de su antecesor Neolin. De hecho, con el tiempo ambos hermanos shawnee, Tenskwatawa y Tecumseh, se declararían continuadores de la misión de Neolin y el jefe Pontiac respectivamente.
James Mooney, etnógrafo de la Oficina de Etnología de los Estados Unidos, que realizó una exhaustiva investigación de la religión nativa plasmada en su libro La religión de la Danza de los Espíritus (1896) relata la historia de Tenskwatawa, el Profeta Shawnee, de esta manera:
«Entre los shawano [shawnee] surgió otro profeta que señaló a su pueblo la “puerta abierta” que conducía a la felicidad. En noviembre de 1805, un joven llamado Laulewasikaw, que entonces tenía poco más de 30 años, convocó a sus compañeros de tribu y a sus aliados en su antigua capital de Wapakoneta, dentro de los límites actuales de Ohio, y allí se anunció como el portador de una nueva revelación del Maestro de la Vida, que se había apiadado de sus hijos rojos y deseaba salvarlos de la destrucción que los amenazaba.
Declaró que había sido llevado al mundo espiritual y que se le había permitido levantar el velo del pasado y del futuro; había visto la miseria de los malhechores y había aprendido la felicidad que aguardaba a quienes siguieran los preceptos [del Maestro de la Vida]. Luego comenzó una exhortación seria, denunciando las prácticas de brujería y los trucos medicinales de la tribu, y advirtiendo solemnemente a sus oyentes que nadie que tomara parte en tales cosas disfrutaría jamás la felicidad futura.
El vestido del hombre blanco, con su pedernal y acero, debía ser desechado por la antigua piel de ciervo y el palo para hacer fuego. Más que esto, todas las herramientas y todas las costumbres derivadas de los blancos debían ser desechadas, y debían regresar a los métodos que el Maestro de la Vida les había enseñado.
Cuando hicieran todo esto, prometió que volverían a ser aceptados en el favor divino y encontrarían la felicidad que sus padres habían conocido antes de la llegada de los blancos. Finalmente, en prueba de su misión divina, anunció que había recibido el poder de curar todas las enfermedades y detener la mano de la muerte en la enfermedad o en el campo de batalla».
Aunque Tecumseh era, según todos los relatos, un hombre inteligente y pacífico, con el tiempo, probablemente debido a la continua decepción al intentar negociar con el gobierno estadounidense y sus representantes (mientras que las injusticias contra el pueblo indio no hacían más que aumentar) su movimiento devino en un espíritu militar con carácter bélico e incluso agresivo, y a partir de entonces el Profeta Shawnee y sus «apóstoles» se convirtieron también en agentes de reclutamiento para su hermano Tecumseh, promocionando la guerra contra los blancos.
Así pues, Tecumseh continuaría la misión de Pontiac de unir a las tribus indias contra la invasión blanca. La petición de Tecumseh al gobierno estadounidense durante este período (que coincidió con el gobierno de Thomas Jefferson de 1801 a 1809 y el de James Madison de 1809 a 1817) parecía muy razonable, especialmente desde el punto de vista de los nativos americanos.
Tecumseh había pedido que se invalidara el tratado de Greenville (1795) —ya que se había impuesto al pueblo indio después de su derrota en las guerras de los indios del noroeste—, que se respetaran las fronteras pactadas, además de que todas las cesiones futuras de tierras debían contar con la sanción de todas las tribus que reclamaban derechos en esa región.
Sin embargo, es muy probable que la actitud de Tecumseh también estuviera incitada por los intereses británicos. Tecumseh estaba siendo utilizado para contrarrestar la influencia estadounidense (ya liberados del Imperio tras la revolución de 1775-1783) y crear una barrera que pudiera favorecer el intento de los ingleses por recuperar sus colonias norteamericanas. Como se haría evidente más tarde con la Guerra de 1812, los británicos planeaban utilizar a los nativos americanos en su lucha contra los estadounidenses. Hay que tener en cuenta que a comienzos del siglo XIX el territorio de Estados Unidos se limitaba a una franja en la costa este de lo que es hoy el país (algo más de las trece colonias emancipadas); el resto pertenecía políticamente a España, Francia y Gran Bretaña, aunque esas tierras estaban realmente pobladas por los nativos: serían ocupadas desde el este hacia el oeste por los nuevos colonos, incorporando nuevos territorios que serían asimilados como «estados» por los crecientes Estados Unidos.
El gobernador y general militar de los territorios del noroeste William Henry Harrison (que llegaría a ser presidente de EE.UU. en 1841) hizo todo lo posible para disuadir a los indios de seguir al Profeta o unirse a la confederación india de Tecumseh. Según el historiador Moses Dawson (1824), cuyo relato cita el documento original, en 1807 Harrison envió un discurso a los shawnee, en el que decía: «Hijos míos, este asunto debe detenerse. Han convocado a un número de hombres de las tribus más distantes, para escuchar a un tonto, que no dice las palabras del Gran Espíritu, sino las del diablo y de los agentes británicos».
Harrison siempre había temido que Tenskwatawa fuera una herramienta de los británicos, aunque el profeta llegó a asegurarle en una ocasión que «… no tenía otra intención que introducir entre los indios esos buenos principios de religión que profesan los blancos».
En todo caso, el jefe Tecumseh estaba sin duda en una posición difícil, ya que la causa de los nativos americanos estaba atrapada en medio de una guerra entre Gran Bretaña y los Estados Unidos, tal como había sucedido anteriormente en el enfrentamiento entre los franceses y los británicos durante la Guerra de los Siete Años y sus secuelas.
En 1807, parece que se llega a un punto de frustración en el que Tecumseh asume que se debe tomar una posición final en el valle del río Ohio. El hermano de Tecumseh, el Profeta Shawnee de la religión del Maestro de la Vida, comienza a despertar fervor por ir a la guerra, mientras que Tecumseh se convierte en líder y organizador activo de las tribus indias.
En 1809, los rumores de un inminente estallido comenzaron a llenar el aire, y era evidente que los británicos estaban instigando a los indios a cometer fechorías en previsión de una guerra entre Inglaterra y los Estados Unidos (la posterior Guerra de 1812). Los indios se inclinaban hacia los británicos pensando que les favorecerían en el comercio y los reclamos de sus tierras, al contrario de los estadounidenses que venían presionándoles para desalojarlas.
Entre 1810 y 1811, los nativos acaudillados por Tecumseh arreciaron sus ataques contra las tropas estadounidenses, lideradas por William Henry Harrison, pero este se manejó bien y sus tropas aguantaron firmemente los embates de los nativos (a los que se sumarían los británicos).
En noviembre de 1811, se produce un enfrentamiento clave entre los indios (en este caso acaudillados por Tenskwatawa, el Profeta, ya que su hermano estaba ausente temporalmente) y las tropas de Harrison cerca del asentamiento principal de los indios (la Ciudad del Profeta). La batalla se alargó sin un claro ganador, aunque la victoria finalmente se decantó del lado estadounidense, obligando a huir a los nativos. El historiador Benjamin Drake, en su libro Vida de Tecumseh y su hermano el Profeta (1841) lo relata así:
«… Antes de la batalla, el Profeta [el hermano menor de Tecumseh] había dado garantías a sus seguidores de que en la contienda venidera el Gran Espíritu haría inútiles las armas de los estadounidenses; que sus balas caerían inofensivas a los pies de los indios… Valiéndose del privilegio que le confería su peculiar cargo, y tal vez no muy dispuesto a atestiguar en su propia persona de inmediato los poderes rivales por una falsa profecía ante una bala estadounidense real, tomó prudentemente una posición en una eminencia adyacente, y cuando empezó la acción, comenzó a realizar ciertos ritos místicos, al mismo tiempo que cantaba una canción de guerra. En el transcurso del enfrentamiento se le informó de que sus hombres estaban cayendo. Les dijo que siguieran luchando: pronto sería como había predicho. Y entonces, en tonos más fuertes y salvajes, se escuchó su inspirador canto de batalla mezclándose con los chasquidos de los rifles y el agudo grito de guerra de sus valientes, pero engañados seguidores».
Creyendo en la palabra del Profeta Shawnee de que recibirían ayuda sobrenatural, los indios habían luchado con desesperada valentía, y su derrota contra las fuerzas de Harrison los desanimó por completo. Abandonaron de inmediato su ciudad y se dispersaron, cada uno hacia su propia tribu.
«La noche antes del combate, el profeta había realizado algunos ritos medicinales en virtud de los cuales había asegurado a sus seguidores que la mitad de los soldados ya estaban muertos y la otra mitad desprovista de sentido, de modo que los indios no tendrían mucho que hacer más que precipitarse en su campamento y acabar con ellos a hachazos».
Después de su fracaso en la batalla, el hermano de Tecumseh fue denunciado como un curandero fracasado y un mentiroso, y fue abandonado por todos menos unos pocos de su propia tribu, los que aún creían en la profecía del Maestro de la Vida. Viviría exiliado prácticamente por el resto de sus días, sin recuperar nunca la posición que llegó a tener como profeta.
Por otra parte, aunque Tecumseh continuaría sus días como un valiente guerrero, había perdido el liderazgo de un gran número de tribus indias debido a la locura de su hermano y ahora era sólo el jefe de unas pocas tribus que continuaban creyendo en la profecía del Maestro de la Vida.
La misión de unir a todas las tribus indias casi se habría cumplido con éxito por parte de Tecumseh si no hubiera sido por el fracaso de la falsa profecía de su hermano. Sólo podemos imaginar cómo habría sido esa unión bajo el liderazgo inteligente y benévolo de Tecumseh si no hubiera sido por este sabotaje por parte de las convicciones religiosas de su hermano menor, que siguió las revelaciones de la nueva religión del Maestro de la Vida. Sin embargo, y ateniéndonos a los hechos, parece evidente que Tenskwatawa, el Profeta Shawnee, creía ciegamente en sus propios vaticinios.
Dado que Tecumseh carecía de fuerzas, se unió a los británicos y dirigió a las tribus leales restantes a la batalla contra los estadounidenses. Murió en 1813 luchando contra las fuerzas de Harrison en una guerra en la que la causa de su pueblo no se encontraba por ninguna parte y de cuya desesperada voluntad de cumplir la visión de Pontiac los británicos simplemente se aprovecharon para servir a sus propios fines.
Añadiremos un curioso caso registrado acerca de los supuestos «poderes» del Profeta Shawnee:
«Por algún medio se había enterado de que habría un eclipse de sol en el verano de 1806. Al acercarse el momento, llamó a los que se burlaban de él y anunció audazmente que cierto día les probaría su autoridad sobrenatural haciendo que el sol se oscureciera. Cuando llegó el día y la hora y la tierra al mediodía estaba envuelta en la penumbra del crepúsculo, Tenskwatawa, de pie en medio de los indios aterrorizados, señaló al cielo y gritó: “¿No dije la verdad? ¡Miren, el sol está oscuro!”. Ya no hubo más escépticos. Todos lo proclamaron como un verdadero profeta y el mensajero del Maestro de la Vida. Su fama se extendió por todas partes y los apóstoles comenzaron a llevar sus revelaciones a las tribus más remotas».
Después de la falsa profecía del hermano de Tecumseh que conduciría a la derrota frente a las fuerzas gubernamentales de Harrison, las cosas (en el sentido de la religiosidad india) estuvieron tranquilas por un tiempo y no se supo de ningún nuevo profeta de importancia durante varias décadas. El siguiente surgiría más de 50 años después, hacia 1870, entre los indios paiute de Nevada (en la costa oeste estadounidense).
La profecía del Maestro de la Vida insistiría una y otra vez, durante más de un siglo, en que el pueblo sufría porque había aceptado la influencia extranjera y que para purificarse debía morir y renacer de nuevo; que se le otorgarían poderes y se volverían invencibles. Se les prometió que cuando llegara el día de la salvación, mediante un evento cataclísmico, todos sus muertos regresarían y todos vivirían jóvenes para siempre, libres de enfermedades.
La religión de la Danza de los Espíritus no sería diferente, excepto que esta vez el profeta afirmó que era el mismo Cristo-mesías quien había regresado. Curiosamente, los mormones (un peculiar movimiento religioso que surgió en esa época, y del que hablaremos más adelante) tuvieron una gran influencia en esta religión en particular. El profeta, una vez más, prometió a su pueblo que serían invulnerables a las balas del hombre blanco, lo que en este caso llevó a la masacre de Wounded Knee en 1890, que fue seguida por otras muchas masacres en todo Estados Unidos porque la religión había viajado inexplicablemente en poco tiempo a través de todo el país y había sido adoptada por muy diversas tribus.
Era una promesa de salvación a través de la propia destrucción.
continúa en la parte 2 ………………………………………………
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