El Libro tibetano de los muertos, o “Bardo Thodol” es una obra de carácter místico clave en la literatura religiosa tibetana que trata, a modo de guía espiritual, acerca del supuesto itinerario que, siempre según dicha religión, recorre el alma en el “más allá” después de la muerte física.
Es sabido que el credo tibetano, el budismo tántrico en particular, asume la reencarnación como un hecho absolutamente natural y fuera de toda duda, considerando el alma como un ente indestructible que indefectiblemente transita por los diferentes niveles de existencia con la finalidad de lograr la integración (o re-integración) de las fuerzas constitutivas del ser. De hecho, el más allá es entendido como escenario del Cosmos-Universo, cuya concepción debe asimilar el alma en su peregrinación para alcanzar la liberación o nirvana y poder escapar así de la rueda de reencarnaciones. Este libro pretende fundamentalmente ser un tratado o una guía en la muerte física y después de la misma.
Bardo Thodol viene a significar en lengua tibetana “liberación por comprensión (o escucha) durante el estado intermedio”, en alusión a la utilidad que el texto posee como instructor del alma durante el tránsito de la muerte física. Se dice que fue escrito por Padmasambahava (o al menos en tiempos de éste, que lo daría a conocer, hacia el siglo VIII); este ilustre personaje fue un gran adepto, entre otras cosas fundador de una importante escuela de budismo tántrico que desarrolló en el Tibet. Asimismo, la tradición tibetana dice que este reverenciado adepto se encargó de ocultar algunos textos religiosos de extraordinaria importancia (como el Bardo Thodol) en cuevas y otros refugios naturales para preservarlos y que fueran encontrados y estudiados por generaciones futuras para beneficio de éstas. De esta forma, un pretendido discípulo de Padmasambahava llamado Karma Lingpa encontró el libro y reveló su existencia posteriormente en el siglo XIV. Probablemente ha sido transmitido, al menos oralmente, de generación en generación dentro de los círculos religiosos tibetanos y usado en el ritual funerario, tal vez incluso con ligeras variaciones según las diferentes escuelas budistas.
Pero no se tendría conocimiento del Bardo Thodol en Occidente hasta 1927, año en que la Universidad de Oxford publicó la primera traducción en inglés. Esto fue posible gracias a la intervención del doctor Walter Evans-Wentz, antropólogo y escritor de origen norteamericano que, a raíz de su ingreso en la Sociedad Teosófica, se había interesado profundamente por la mística oriental, lo cual le llevaría en cierto momento a viajar al Tíbet donde recopiló diversos manuscritos que se ocuparía de dar a conocer en Occidente. Uno de ellos fue el libro presente; el “Libro tibetano de los muertos”, que es como ha sido conocida la obra mayoritariamente en Occidente, fue así denominado por el doctor Evans-Wentz considerando las similitudes (a su juicio) que presentaba con el “Libro egipcio de los muertos”; la traducción al inglés del original tibetano fue realizada por el lama Kazi Dawa-Samdup y Evans-Wentz, aparte del título mencionado, agregó al texto no pocas aclaraciones y anexos para ulteriormente proceder a su publicación.
Es importante precisar que la palabra tibetana “bardo” significa literalmente “estado intermedio”, o “estado de transición”, y se utiliza a veces para referirse al estado de existencia del alma entre dos vidas terrenales consecutivas (aunque también puede aludir a un estado de cambio transitorio o “muerte” psíquica). De acuerdo con la tradición tibetana, tras la muerte y antes del siguiente renacimiento, cuando la propia conciencia no está conectada con un cuerpo físico, se experimenta una variedad de fenómenos durante un periodo que dura un máximo de cuarenta y nueve días. La naturaleza de esos fenómenos percibidos variaría de acuerdo a la elevación espiritual del alma recién desencarnada, y la propia actitud ante ellos definirá la oportunidad de la siguiente reencarnación y el grado de avance conseguido respecto a la liberación definitiva (nirvana).
“Debes comprender que aprender a morir es una ciencia muy útil, que sobrepasa a todas las ciencias. Que hay que morir, todos lo saben, pero encontrarás poca gente que posea la sabiduría de aprender a morir. Aprende a morir y aprenderás a vivir, porque el que no haya aprendido a morir no será capaz de aprender a vivir.” Enseñanza lama.
Se parte de la premisa de que el ser humano tiene la oportunidad durante la vida de evolucionar espiritualmente. La muerte es un cambio esencial que ofrece la posibilidad de una gran iniciación, pero esta iniciación implica una serie de pruebas que los seres humanos, iniciados o no, están obligados a enfrentar y a vencer. Experimentar post mortem la Luz Divina, la visión de la Unidad, constituye, en la práctica, una dura prueba que expone nuestro ser esencial a su contraste y cualificación mística.
Es por esto que el ritual funerario tibetano incluye leer en voz alta el Libro Tibetano de los Muertos por parte de un conocido o instructor a quien dará el gran paso, ya que constituye una estimable ayuda como guía, pero siempre el alma del que abandona el mundo físico es la que decide su propia suerte, pues se trata de su propio sendero vital. A este respecto, el libro precisa que existen dos vías: la de los liberados que han alcanzado el estado de despertar de la conciencia y se han convertido en Uno con el Centro, y la de los seres que vagan por el círculo de los renacimientos en uno de los seis mundos que se contemplan en la mística tibetana como destino de estas almas, las cuales pasan entre una vida y otra por estados intermedios (bardos) plagados de ilusiones y espejismos más o menos tortuosos. Gracias a la compasión de la Luz Primordial divina, es posible a todo ser liberarse del ciclo de las reencarnaciones, a condición de que tome conciencia de que todo el Universo es una creación mental.
El contenido del libro se puede dividir en tres partes:
-Chi-Khai bardo, que es el estado de incertidumbre en el momento de la muerte, junto con las impresiones mentales que se producen. Este bardo dura unos cuarenta minutos, veinte minutos antes y veinte minutos después de la misma muerte. Se percibe distintamente según el grado de evolución del individuo; ante la visión de la Luz Primordial, los individuos que han alcanzado un elevado grado espiritual se liberan rápidamente. Para otros, las oraciones del oficiante son de gran ayuda para el reconocimiento de la Luz.
-Chonyid bardo, el bardo de la experiencia de la realidad, junto con las ilusiones kármicas que aparecen inmediatamente después de la muerte. A partir de ahora, el individuo experimenta la realidad bajo forma de distintas visiones, pero debe reconocer que toda aparición es una reflexión de su propia consciencia. Deberá afrontar diferentes juicios y peligros en los siguientes días, en forma de visiones diversas. El estado del muerto puede compararse al del soñador, y los sueños están creados por su propia mentalidad. El Bardo Thodol afirma que en el plano intermedio todo procede del contenido mental de quien lo percibe. Todas las visiones son proyecciones de formas-pensamiento de la personalidad, que se sucederán hasta que la fuerza kármica conductora se agote por sí misma.
-Sidpa bardo, que se ocupa en lo que el ser devendrá con el renacimiento. El nacimiento en este estado produce un cuerpo descarnado y semejante al anterior, dotado con facultades de los sentidos, poder de libre movimiento y gran lucidez mental. Es una especie de cuerpo etérico, que se apercibe de todo pero lógicamente no recibe respuesta alguna de los seres que se han dejado atrás. En este momento se siente un gran sufrimiento, y hay que evitar toda forma de atadura; conformado sólo por el intelecto, este cuerpo errará por este Mundo Intermedio hasta el día cuarenta y nueve. Llegados a este punto, de profunda desorientación, hay que presentarse ante los Señores de la Muerte; es el momento del juicio, con el Buen Genio contando las buenas acciones con piedras blancas y el Genio Malo las malas con piedras negras. Aquí ninguna mentira se puede esconder, y el cuerpo mental se verá sometido a la tortura y el suplicio con arreglo a su naturaleza. Puesto que los mismos Señores de la Muerte son alucinaciones propias, estas torturas simbolizan las ansias de consciencia impregnadas de amor a la justicia rigurosa. El Bardo Thodol dice que aunque al principio los suplicios causen un intenso dolor y sufrimiento no se debe tener temor; hay que apercibirse de que el cuerpo mental es incapaz de morir, de que todo son alucinaciones personales.
Después del Juicio, el muerto se encuentra cara a cara con las seis Luces provenientes de los seis planos de manifestación del Círculo de Existencia, que son los Reinos (Mundos) que conforman la rueda de reencarnaciones que el Ser debe afrontar (denominada samsara) hasta alcanzar la Iluminación. El Bardo Thodol describe esos mundos y menciona algunas de sus cualidades, aconsejando hacer la elección de la nueva matriz con cierto discernimiento para que el progreso espiritual de la consciencia pueda continuar; en este momento y por la fuerza del propio karma, el cuerpo tomará el color de la luz del Mundo en que debe renacer, que será a la postre la que más le atraiga.
El Libro Tibetano de los Muertos tuvo una notable acogida y difusión en Europa y América; el mismo C. J. Jung se interesó por él, escribiendo un comentario psicológico del texto que fue incluído como prólogo en la reedición del original de Evans-Wentz. Con respecto al título asignado a la traducción por éste, se ha hablado de su impropiedad, debido al distanciamiento de contenido entre la obra tibetana y el Libro Egipcio de los Muertos. Respecto a esto, el mismo C. G. Jung, en un comentario a la traducción alemana, distingue perfectamente las dos obras cuando dice:
«Sin comparación con el Libro de los Muertos egipcio, del que no se puede decir sino demasiado o demasiado poco, el Bardo-Thodol contiene una filosofía comprensiva y humana que se dirige a los hombres y no a los dioses o a hombres primitivos. Su filosofía es la quintaesencia de la psicología crítica búdica y, como tal, puede decirse que es una reflexión extrema.»
Se puede considerar esta obra, no ya sólo como un documento importante de una especulación religiosa o de un pensamiento mitológico, sino como el fundamento de un conocimiento psicológico que como tal pertenece a toda la humanidad, y deja de ser patrimonio de una religión o de una cultura particular. Es por ello que la lectura del Bardo-Thodol es recomendable en cualquier circunstancia, preferentemente con una mentalidad abierta y, en todo lo posible, ingenua y vacía de prejuicios.