Aquí tenemos al que es casi con toda seguridad el más famoso de los textos de alquimia occidentales. Este libro es conocido hasta por los ajenos a la materia gracias a la fama de su autor, un hombre cuya existencia histórica está comprobada y con una vida no tan velada por el hermetismo que suele rodear a loa adeptos de la alquimia; adeptos como, según la leyenda que le rodea, fue él mismo, ya que al parecer consiguió hallar la piedra filosofal y descubrir los secretos que esta encierra.
Y este logro, según el mismo Flamel relata, lo consiguió gracias a la lectura y correcta interpretación de este libro con el que, prácticamente por casualidad, se encontró un día de 1355.
“Fue a caer entre mis manos, por la suma de dos florines, un libro dorado muy viejo y asaz ancho. No era de papel o pergamino como son los otros, sino que se componía únicamente de cortezas desligadas de tiernos arbustos…En el primer folio, había escrito con gruesas letras mayúsculas doradas: ABRAHAM EL JUDIO, PRINCIPE SACERDOTE LEVITA, ASTROLOGO Y FILOSOFO.
El que me había vendido el libro conocía tan poco su valor, como yo cuando lo compré…”
Flamel observó que el libro contenía instrucciones para realizar la transmutación metálica alquímica, pero estas instrucciones estaban ocultas a los ojos profanos por una serie de figuras simbólicas cuyo significado había que desentrañar para poder ejecutar la Obra.
Así que Nicolás Flamel pasó las siguientes dos décadas viajando en busca de algún sabio o maestro que pudiera ayudarle a descifrar el contenido del libro, lo cual finalmente parece que consiguió gracias a un maestro rabino que encontró en León (España).
Así pues, en este “Libro de las figuras jeroglíficas” Nicolás Flamel comenta imágenes y símbolos del propio “Libro de Abraham” que llegó a sus manos tan oportunamente, y del que actualmente no se sabe el origen pero se relaciona con ciertos libros de contenido hermético e inspiración más o menos judía. Estamos ante un “libro que habla de otro libro”. Ateniéndonos a los hechos y fechas mencionados, Flamel pudo haber escrito el libro de las figuras hacia fines del siglo XIV, una vez obtenida la Piedra Filosofal (si hemos de creer la leyenda).
La obra en sí no es muy extensa; consta de ocho figuras las cuales Flamel comenta a la manera de los alquimistas, extendiéndose en la explicación de su posible alegoría y relación con la experimentación práctica de la Gran Obra.
La primera edición que se conoce del Libro de las Figuras Jeroglíficas data de 1612, publicada en Francia y recibida con bastante buena acogida, por lo que fue reeditada en breve espacio de tiempo e incluso traducida al inglés y editada en este idoma en 1624 y al idioma alemán en 1669, reimprimiéndose posteriormente en diversas ocasiones. La Biblioteca Nacional de París conserva varios manuscritos del presente libro.
De esta manera relata Flamel en el libro la primera transmutación que realizó:
«Así pues, la primera vez que hice la proyección fue sobre el mercurio, del que convertí media libra aproximadamente en una plata mejor que la de las minas, como he comprobado y he hecho comprobar varias veces. Fue el 17 de enero, un lunes, alrededor del mediodía, ante la única presencia de Perrenelle, en la misma casa, el año de la restitución de la raza humana 1382…»