VIRGEN DE VALVANERA

Es un hecho notorio que desde muy antiguo buena parte de los peregrinos que recorren el Camino de Santiago, habiendo dejado atrás  la ciudad de Logroño y al llegar a Nájera, optan por tomar un desvío un poco hacia el sur para visitar el conjunto monumental de San Millán de la Cogolla, importantísimo enclave monástico apartado unos kilómetros de la vía jacobea, para luego después de un breve rodeo retomar el camino para regresar por Santo Domingo de  la Calzada.
La misma ruta que sale de Nájera, continuada un poco más hacia el sur, conduce al monasterio de Nuestra Señora de Valvanera, centro histórico cuyo nombre alude a una de las advocaciones marianas más importantes del Camino y sin duda extraordinariamente interesante desde el punto de vista esotérico y espiritual.

Se ubica este monasterio en los antaño denominados montes Distercios (nombre de origen romano), hoy en día sierra de la Demanda, en un estrecho valle por el que discurre el río Valvanera y a la sombra de picos que oscilan entre los 1.500 y algo más de 2.000 metros de altitud. La vegetación en estos parajes es muy frondosa, y tanto el subsuelo como las entrañas de los montes aledaños son conocidos por albergar minerales metálicos en su interior, tales como oro, plata, hierro y cobre; tanto es así que ya en época prerromana fueron explotados algunos yacimientos en la zona. Parece ser que el lugar habría adquirido el nombre de Valvanera por derivarse de la expresión latina «Vallis Venaria», que significa «valle de las venas», y que se suele interpretar como valle en el que abundan las fuentes, arroyos y cascadas. Dicho nombre latino aparece inequívocamente escrito por primera vez en un documento del año 1016 en el que D. Sancho el Mayor de Navarra y su suegro, el Conde de Castilla D. Sancho, convienen y concuerdan los límites de sus respectivos reinos. Otras interpretaciones, algo más audaces, sugieren el origen del nombre en el “valle de Venus” (val Veneris), como si hubiera referencias remotas a la diosa por estos parajes, y trayéndonos a la memoria la concha representativa del peregrino jacobeo (venera, concha de Venus).

En la obra “Historia de santo Domingo de la Calzada” (hacia 1700), González de Tejada escribe lo siguiente acerca de la naturaleza del lugar: «Su sitio es un valle muy estrecho, que se llamó de las Venas, y después Valvanera, por las muchas venas de plata, oro, hierro y cobre, que sus preñadas cuestas encierran, y por las que de cristalinas aguas manifiesta.»
El mismo Gonzalo de Berceo, educado en san Millán de la Cogolla, habla sobre Valvanera en una de sus obras originalmente perdida pero de la que se conserva copia (en latín) del siglo XV; sobre esta obra crucial volveremos más adelante, y en ella declara del lugar de Valvanera:

Situado en las más profundas simas de grandes montañas era inhabitable desde antiguo, y debido a la espantosa densidad de montes, árboles y bosques servía de apropiada guarida a jabalíes, osos y muchas fieras que devoraban a hombres y ganados.

 

Todos los años en la capital, Logroño, con motivo de las fiestas de san Mateo del 21 de septiembre se repite la misma ceremonia: se procede a la pisada de la uva joven, recién recogida, y el primer mosto salido de esta artesanal prensa se ofrece a la virgen de Valvanera, para que ella se encargue de bendecir la cosecha. Este es un ejemplo de la importancia que tiene Nuestra Señora de Valvanera como patrona de La Rioja, importancia que por supuesto se puede hacer extensible a toda España y que ha llegado a traspasar nuestras fronteras ya que su culto se puede localizar en diversos puntos de Hispanoamérica. Como núcleo religioso cuna de este culto, el monasterio de Valvanera es destino obligado de diversas romerías, aparte de las muchas visitas devotas que recibe el santuario como tal, y también por el símbolo que alberga su iglesia: una imagen de la  Virgen María con Jesús niño tallada en una sola pieza de madera que allí se conserva y cuya historia particular está íntimamente relacionada con la creación del santuario cristiano.

La mayor parte de la información que tenemos acerca de la imagen de Valvanera y el santuario proviene de historiadores eclesiásticos, cuyos testimonios no difieren demasiado entre sí salvo en detalles, además de datos aislados recogidos de documentos oficiales y ciertos aportes que dan cierto aura de leyenda al relato histórico, estos últimos menos creíbles por no poder ser constatados. Todo ello conforma una cronología de sucesos que generalmente se considera que empieza con el hallazgo fortuito de la imagen mariana y la posterior fundación del monasterio de Valvanera, el cual quedó a cargo de monjes adscritos a la orden benedictina.

Respecto a la antigüedad del monasterio, se conserva el texto y un comentario de la primitiva regla benedictina afecta a los monjes de Valvanera en un códice manuscrito copiado del famoso «Esmaragdo», obra original del abad Esmaragdo (siglo IX), copia aquella fechada en el año 954. En una de las notas de este manuscrito se dice literalmente «que fue escrito para Valvanera», y probablemente el propio copista pudo ser un monje de Valvanera. Consta que el primer abad que gobernó el monasterio se llamaba Don Sancho, a partir del año 990 siendo rey de Nájera (Pamplona) don Sancho García II el Temblón y de quien obtuvo ciertas donaciones, y se presume que los monjes por aquel entonces eran poco más de un centenar. Algunos autores sitúan el origen del monasterio en el siglo VIII e incluso antes, sin embargo no hay prueba escrita que lo demuestre. Es importante recordar que estas tierras sufrieron la dominación musulmana desde mediados del siglo VIII hasta la reconquista cristiana en el siglo X (Nájera se reconquistó en el año 923), si bien es cierto que esta agreste comarca de la sierra de la Demanda riojana en particular tuvo un papel más bien fronterizo, y la actividad musulmana se limitaba a incursiones y razzias esporádicas sobre los núcleos habitados de la zona. Una vez estabilizada la región y con la ayuda de beneficios y prebendas como las importantes donaciones otorgadas por Alfonso VI en el siglo XI, el cenobio continuó su actividad organizada ininterrumpidamente hasta 1835, aunque hacia 1809 sería incendiado por los franceses en el transcurso de la guerra de la Independencia; entre ese año de 1835 y 1883 quedó abandonado debido a la desamortización-exclaustración de Mendizábal, dispersándose los monjes que lo habitaban. A partir de ese año y gracias a iniciativas particulares se restauró el conjunto para retomar la actividad de nuevo a cargo de monjes benedictinos hasta fecha de hoy.

Con el paso de los siglos, se han ido sucediendo las construcciones y reformas. Actualmente, los edificios más antiguos son la torre románica y la iglesia, que es la cuarta en orden, de estilo gótico  edificada en el siglo XV y que alberga a día de hoy la imagen de Santa María. Sucedió a la iglesia románica que fue dedicada por el obispo de Calahorra, Don Rodrigo, el 16 de septiembre de 1183 y que sufrió un terrible incendio hacia 1413. A su vez, este templo sustituía a otro pre-románico que consagró Fortunio, obispo de Alava, en el año 1073, reinando Don Sancho Garcés IV en la vecina Nájera. Esta iglesia reemplazaría a otra visigótica muy sencilla en torno a la que se estableció la primera vida monástica en el siglo X y que fue creada a partir del mencionado afortunado hallazgo de la imagen venerable.
Existe un interesante documento fechado en el año 1092 en el cual el entonces rey de Castilla Alfonso VI declara su intención de restaurar el conjunto iglesia-monasterio de Valvanera, haciendo gran ponderación de la antigüedad de dicho conjunto arquitectónico. Indica el documento textualmente que es voluntad del rey “devolver al antiguo honor y hermosura e incluso enriquecer con mayor amplitud, para gloria de Dios omnipotente, la iglesia en honor de Santa María madre de Dios, fundada en tiempos antiguos, situada en el monte llamado Distercio y en el valle de  las Venas, caída ya casi y venida muy a menos de la noble firmeza que tuvo en otros tiempos.” Estas expresiones del monarca, recogidas poco más de un siglo después del inicio de la vida cenobial “oficial” en Valvanera, permitirían suponer a la edificación original una antigüedad real mucho mayor. Al decir “edificación  original” nos referimos a la iglesia primera, erigida con motivo del legendario hallazgo de la imagen por parte de Nuño y Domingo, cuyo relato enseguida conoceremos. Este punto es importante, ya que entre la construcción de esta iglesia original y la toma de posesión de Valvanera por parte de los monjes benedictinos (que como hemos visto consta documentalmente que data de finales del siglo X) hay un período de tiempo indeterminado; mientras, como ya hemos mencionado, algunos autores afirman que la primera edificación cristiana data de principios del siglo X, otros se atreven a datarla incluso hacia finales del siglo VI (como el benedictino Diego de Silva y Pacheco en su obra relativa a la historia de Valvanera de finales del siglo XVII) o incluso en fechas más lejanas, de lo cual no hay desde luego prueba alguna.  No obstante, diremos de pasada que el cercano santuario de San Millán de la Cogolla data originariamente del siglo V.

De lo que sí hay certeza es que la tradición popular de la aparición de la Virgen de Valvanera recogida por escrito más antigua que se conoce figura en la obra antes mencionada de Gonzalo de Berceo (o mejor dicho atribuida a el con un alto porcentaje de probabilidad) cuyo texto original, recordemos, no se conserva, sino una copia del mismo realizada en el siglo XV, concretamente una traducción al latín realizada en 1419 por el abad de Valvanera Domingo de Castroviejo (“Historia latina”).

Analicemos pues la imagen, punto crucial de toda la historia: la talla que se conserva en  la iglesia del monasterio es una hermosa imagen sedente (sentada) de 109 centímetros de altura de la Virgen María con el niño Jesús a su vez sentado en sus rodillas; con la mano derecha le sujeta y con la izquierda ofrece un fruto que parece una manzana. El niño, vuelto hacia la derecha, bendice con una mano mientras con la otra sostiene un libro abierto. La cabeza de la Virgen María  se cubre con un velo profusamente adornado. La imagen se asienta sobre una peana. Todo el conjunto, de estilo bizantino-visigótico, es policromado y está rodeado por un adorno en forma de ramas y hojas de roble.

Lo cierto es que no se conoce el origen de esta imagen: las pocas noticias que nos han llegado difícilmente podrían ser tomadas al pie de la letra, pues no pueden ser corroboradas documentalmente. Uno de los autores que más se extiende transcribiendo esas noticias es el benedictino Diego de Silva y Pacheco, en su obra “Historia de la imagen sagrada de María santísima de Valvanera” (1665). Su testimonio acerca del supuesto origen nos dice que la talla pudo ser confeccionada por el mismo apóstol san Lucas, consagrada por san Pedro y traída a la península por los santos Onésimo y Jeroteo concretamente en el año 71. Históricamente, no hay ni la más mínima evidencia de que dichos santos recalasen en España, aunque a san Jeroteo se le atribuyó (sin ningún fundamento, como luego se demostraría) el cargo y oficio de obispo de Segovia. Mencionaremos de pasada y como curiosidad que a san Lucas también se le considera el artífice de la talla de la virgen de Guadalupe extremeña, la cual tiene también una particular historia no exenta de elementos míticos y legendarios y en ciertos aspectos parecida a la de la virgen de Valvanera.
Siguiendo el hilo del legendario origen de la escultura, se relata a continuación que hacia finales del siglo I d.c. la imagen de Valvanera ya estaba ubicada en tierras riojanas, e incluso se había levantado un convento de mujeres donde fue albergada y protegida. Este convento-santuario  recibió (supuestamente) hacia comienzos del último tercio del siglo VI la solemne visita del rey visigodo Leovigildo (que por cierto era arriano, aunque tolerante). Se cuenta asimismo que por entonces el santuario ya disponía de bula papal expedida por Bonifacio II hacia el año 530.

Estos hechos, como hemos señalado, han de ser ponderados en su justa medida, teniendo en cuenta que no presentan respaldo histórico; sin embargo no creemos que haya que negarlos con rotundidad, teniendo bien presente que aún en el caso de que fueran invenciones al menos colorean y dan cuerpo al mito, lo cual para los buenos entendedores y lectores de buena fe es sin duda muy de agradecer. Es por ello que también añadiremos al relato la tradición que, desde prácticamente el siglo XV, afirma que el propio san Atanasio estuvo en el monasterio de Valvanera. San Atanasio, o Atanasio de Alejandría (296 – 373), doctor y padre de la iglesia muy reverenciado, luchó arduamente contra el arrianismo desde el mismo concilio de Nicea en el cual participó (325). Esto le acarreó problemas y varios destierros en función del sesgo que tomara la política en aquellos agitados años.  Se cree que en uno de esos destierros pudo haber llegado a la península y haber pasado por Valvanera. No sería descabellado pensar que en  aquellos años los montes Distercios fueran un hervidero de actividad de ermitaños, pues era un refugio ideal para evitar la persecución a los cristianos, que no cesaría hasta la conversión de Recaredo en 589. Esta actividad pudo atraer a san Atanasio ya que desde su destierro al sur de Egipto a mediados del siglo IV tenía un gran interés por el monacato; es por lo que se convirtió en biógrafo de san Antonio Abad, el fundador del movimiento eremítico nada menos. De este modo se dice que san Atanasio se maravilló del sentimiento religioso que encontró en la Rioja, y fue él mismo quien impulsó la construcción de una iglesia para resguardo de la imagen en el sitio de Valvanera, además de una pequeña ermita y una modesta construcción que sirviera de cobijo para los monjes. Esta construcción sería la famosa “cocina de san Atanasio”, donde se dice que el santo cocinaba, y en cuyo fuego no se hacían más que las cenizas justas para mantener la lumbre, por mucha cantidad de leña que se echara. Leyendas aparte, es muy cierto que san Atanasio es de alguna forma patrón de Valvanera, y la escultura del santo que se observa hoy en día a la entrada de la iglesia lo puede atestiguar. Y son varios los testimonios escritos que le relacionan con Valvanera.

No se mencionan más vicisitudes hasta la llegada de los musulmanes a la zona a principios del siglo VIII, siendo entonces cuando un fraile de nombre Arturo decidió esconder la imagen de Valvanera junto con una arqueta con algunas reliquias para que no cayera en manos de los invasores, los cuales efectivamente localizaron y arrasaron el monasterio existente; aquí es cuando se pierde la pista hasta su hallazgo y recuperación por Nuño; hecho este que, aunque todavía contiene bastante carga de leyenda, se ha cimentado de tal manera que aunque sin estar probado parece tener más visos de realidad histórica.

Veamos lo que nos cuenta la leyenda acerca del hallazgo de la sagrada imagen, basándonos en el testimonio de Gonzalo de Berceo traducido y recogido en la “Historia latina” del abad Castroviejo:

Hubo en aquellos tiempos un hombre, vecino de la pequeña villa de Montenegro (un poco al sur de los montes Distercios) llamado Nuño que era conocido por su extrema violencia e inclinación al crimen. Ladrón y homicida, era temido y odiado en toda la comarca por su perversidad y sus terribles fechorías. Sucedió que, estando Nuño en cierta ocasión acechando a un labrador, dispuesto a asaltarle y robarle sin piedad, observó como este se encomendaba a Dios rezando fervientemente y ofreciéndole el fruto de su siembra. Esto debió de remover la conciencia de Nuño de alguna forma, ya que en ese mismo momento tuvo una revelación y fue plenamente consciente de la desatinada vida que había llevado hasta ese momento, lo cual le provocó un sentimiento de arrepentimiento desgarrador.
Después de pedir perdón al labrador, Nuño decidió que debía cambiar radicalmente de vida, así que eligió la cueva de Trombalos, sobre el río Najerilla y cerca de una localidad llamada Anguiano y a esta cueva se retiró a vivir en extrema pobreza y dispuesto a hacer la más sincera penitencia.  Pronto se le uniría un sacerdote llamado Domingo, de la cercana villa de Brieva, y a partir de entonces ambos vivirían allí como auténticos anacoretas.
Aconteció que un día Nuño recibió en sueños un aviso de un ángel del Señor que le dijo:
“Despierta, Nuño; deja la roca de Tres valles (Trombalos) y vete al Valle de Venera (Valvanera). Yo dirigiré tus pasos y te manifestaré lo que de ahora en adelante debas hacer.  Porque has de saber que en las profundidades de ese valle y en dirección al mediodía hallarás un gran roble  más alto que el resto de los árboles. Al pie del roble encontrarás una fuente de aguas cristalinas, manantial inagotable. Verás en el árbol una concavidad y en ella, sobre un enjambre de abejas y unos panales, hallarás una imagen de la Virgen María que con el rostro gozoso parece como que acaricia al Hijo que tiene en sus rodillas. No permite la Divina Clemencia que permanezca oculta por más tiempo dicha devotísima Virgen, sino que es su voluntad que sea conocida y venerada para provecho espiritual de los fieles….Procurarás construir en aquel sitio un oratorio que, pasado poco tiempo, se convertirá en monasterio de varones  quienes no cesarán de rogar por la tranquilidad de los vivos y el descanso de los difuntos.”
Y así fue como Nuño y Domingo emprendieron el camino señalado por el ángel, camino que fue arduo debido a la densa espesura que poblaba el lugar y les llevó varios días recorrerlo, hasta que finalmente llegaron al lugar preciso y encontraron la imagen de la Virgen. Hay quien dice que junto a la imagen había un cofrecillo con reliquias sagradas, otros incluso afirman que el árbol se abrió para mostrar el tesoro oculto, y una vez tomada la imagen se cerró de nuevo por sí solo.
En seguida comenzaron la construcción de un pequeño oratorio en el que depositar la imagen y dar inicio al culto, mientras tanto se alimentaban ambos anacoretas con la miel encontrada en los panales, según orden divina expresada por el ángel. Así erigieron la ermita de La Cruz, a la que comenzaron a llegar los primeros hombres de los alrededores, pastores y agricultores conocedores de la noticia.

 

Hasta un centenar de anacoretas se dice que se asentaron en varias cuevas de entre las numerosas del lugar, dando origen a la primera congregación que custodiaba el incipiente templo, dirigidos por Domingo. Posteriormente estos hombres edificaron una pequeña iglesia y junto a ella el monasterio: es a partir de entonces cuando comienza la historia realmente documentada del monasterio y santo lugar de Valvanera.

Podemos encontrar ciertos matices en algunas fuentes que narran la leyenda de Nuño que, toda vez que no pueden ser corroborados ni comprobados, tampoco alteran en ningún caso el sentido del mito del hallazgo de la imagen. Es el caso de quienes mencionan que Nuño se había retirado inicialmente a la cueva de Trombalos junto a su hijo pequeño, el cual al poco de llegar allí moriría despeñado; quizá este suceso fuera añadido para dar dramatismo a la situación de Nuño, el cual en todo caso no decayó sino que asumió el triste suceso como un merecido castigo divino y se reafirmó en su penitencia.

Bastante más relevante es el testimonio que, paralelamente a la leyenda, relata lo acontecido con una supuesta hermana de Nuño llamada Coloma; esta, cuando se enteró del extraordinario hallazgo de su hermano, se dirigió al oratorio donde se hallaba la imagen para admirarla con sus propios ojos. Pero cuando se aproximaba al lugar quedó repentinamente ciega. Unos anacoretas la llevaron hasta el mismo oratorio, donde por intercesión de la Virgen María recuperó la vista, aunque sólo por espacio de tres días, ya que al cabo de esos tres días Coloma moriría de manera misteriosa y fulminante. Este suceso llevó a los monjes a considerar que existía una regla no escrita que prohibía tajantemente a las mujeres llegar al sitio de la virgen de Valvanera.

Hay constancia de que en el año 1102, Alfonso VI ratificó la prohibición de la entrada de las mujeres en el monasterio y lugar de culto, y hasta la aproximación a él desde una distancia determinada por varias cruces blancas colocadas en los caminos y collados de acceso, confirmando una prohibición papal anterior, posiblemente de 1030, y sustentada sobre prohibiciones anteriores resultantes del extraordinario suceso de Coloma. El veto duró alrededor de dos siglos más, tras los cuales fue levantado parcialmente, pues constaba una condición. Tal condición era que ninguna mujer podía permanecer en la hospedería del monasterio por más de nueve días, bajo castigo divino de muerte. Cuenta la tradición que la reina Isabel la Católica, gran devota y probablemente conocedora de la leyenda, acudió a Valvanera en 1482 y no atreviéndose a transgredir la prohibición supranatural dejó allí a una de sus doncellas durante varios días a modo de prueba, la cual falleció exactamente al noveno día. No obstante la reina, gracias a su alta condición, sí que tuvo el privilegio de ser la primera mujer en traspasar las cruces blancas.

El final de la vida de Nuño es un digno colofón a su condición de piadoso ermitaño: años después de la fundación de la congregación de Valvanera, tal vez agobiado y buscando la paz en la soledad extrema, abandonó Nuño a sus compañeros para retirarse a la cueva llamada de los Alambres, algo alejada, en la que encontró una serpiente enorme la cual le vetaba el paso. Pero esta cayó milagrosamente fulminada ante la señal de la cruz que hizo Nuño. Allí vivió sus tres últimos años dedicado a la más dura vida de penitencia. Una noche los ermitaños vieron un gran resplandor que surgía del interior de la cueva y se dirigieron hacia allí, donde encontraron el cuerpo del compañero recién fallecido. Lo portaron en andas hasta el monasterio, y al aproximarse a él todas las campanas comenzaron a sonar por sí solas. Años más tarde Domingo moría también, a la vez que el monasterio y el centro de culto se consolidaban definitivamente.

 

Los diversos testimonios de que disponemos acerca del origen primitivo de la leyenda de la imagen de Valvanera en general son bastante similares a lo anteriormente relatado, y proceden prácticamente todos ellos de autores eclesiásticos y desde luego posteriores al siglo XV. Esto parece indicar que el relato fue elaborado ex profeso o recogido de otras fuentes que generalmente no se mencionan, por lo que difícilmente los hechos pueden ser tenidos como verídicos. Sin embargo, algunos de estos autores sí llegan a mencionar que el culto cristiano de la imagen de Valvanera sustituyó a cultos paganos existentes con anterioridad en los mismos montes Distercios. No es ni mucho menos descabellado pensar en la superposición de ritos y cultos en esta zona desde tiempos remotos, lo cual sería más constatable si consideramos el enclave de Valvanera y alrededores como un núcleo telúrico de importancia esotérica (cosa nada dificultosa si observamos la actividad espiritual allí acaecida). De hecho, la misma leyenda de Valvanera gira en torno a determinados elementos simbólicos recurrentes en los relatos míticos tan comunes (y necesarios para la consolidación de la religión) en los inicios del cristianismo y alta edad media, elementos como el hallazgo de la imagen en un árbol (roble, concretamente) hueco y la presencia del manantial o fuente al pie del árbol. El árbol como potencia de la naturaleza receptora de lo divino y nexo con el plano cósmico, así como la fuente o manantial símbolo de la energía creadora y que dota de vida, son dos símbolos muy importantes y muy extendidos ya desde los cultos sagrados más ancestrales.

Tal vez el cristianismo hizo en Valvanera (como probablemente con tantos otros enclaves) una especie de asimilación y reestructuración de un culto arcaico localizado en un santuario natural ya conocido y venerado desde muy antiguo. A nuestro modo de ver esto no quita ni la más mínima importancia al trasfondo del mito; sólo añade un aspecto descriptivo más a un poder místico, a un receptáculo donde confluyen las energías.

No podemos terminar este artículo sin comentar la devoción manifiesta que se profesa a la virgen de Valvanera en Hispanoamérica: es tal dicha devoción que es muy probable que se iniciara ya prácticamente en tiempos de la llegada de Colón a América. Al hilo de esto, diremos como curiosidad que existe una tradición que afirma que las tres naves de Colón viajaban bajo la advocación de la virgen de Valvanera (cosa nada improbable dado el fervor de Isabel la Católica hacia esta virgen, cuyo santuario había visitado años antes como hemos mencionado ya). La lista de santuarios en ultramar va desde México hasta Argentina, pasando por Colombia, Perú, Costa Rica, Puerto Rico, Cuba y Ecuador; estos santuarios datan de los siglos XV al XVIII y se han desarrollado con total independencia del culto original riojano.

 

 

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