La definición académica actual de la palabra “alquimia” es la siguiente: “Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química. Tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal.”
Efectivamente, para el pensamiento racionalista moderno el carácter de la alquimia es fundamentalmente especulativo, lo que la catalogaría como pseudociencia debido a la imposibilidad de ajustarse al método científico. También en la anterior definición se apunta como finalidad principal la búsqueda de la piedra filosofal (sustancia capaz de transformar un metal vulgar como el plomo en oro) y la panacea o medicina universal a través de operaciones experimentales relativas a la transmutación de la materia, lo cual es sin duda cierto aunque sólo “a grosso modo”, ya que el procedimiento alquímico puede comprender cualquier tipo de fenómeno físico o químico de la materia, así como la alquimia espiritual (parte importantísima de dicho procedimiento) implica un proceso de transmutación psíquico (de la psique o alma del operador). Es este componente espiritual el que al parecer otorga el “carácter esotérico” a la alquimia, junto con el ancestral, sagrado y difuso origen de ésta.
Podemos añadir, para completar la anterior definición y sin salirnos de la visión más ortodoxa, que la alquimia es una disciplina que combina un aspecto filosófico primordial con elementos teórico prácticos de ciencias como la química, la metalurgia, la física, la medicina, la astronomía, la semiótica, así como el misticismo, el espiritualismo y el arte. De hecho, se puede afirmar acerca de la alquimia algo más:
-No sólo influyó en la ciencia química tal y como la conocemos sino que fue su precursora. Baste con decir que se atribuyen importantes descubrimientos en el campo de la química debidos a experimentos desarrollados en laboratorios de alquimistas declarados (cinabrio, bicarbonato potásico, cinc, ácido sulfúrico, ácido clorhídrico, fósforo, alcohol….y así una larga lista).
-También aunó botánica y mineralogía aplicadas a la medicina potenciando y enriqueciendo la farmacología; aquí cabe señalar la labor de Paracelso, entre otros.
-Tradicionalmente se le asocia un complejo sistema de signos, símbolos y argot particulares relacionados con la mitología, la religión en general, la astronomía y otras disciplinas. Este sistema ha perdurado hasta nuestros días, siendo enriquecido y vivificado continuamente por los adeptos alquimistas, sin hacerle perder su significado esencial.
-Existe un componente artístico ligado a la alquimia de una riqueza incalculable, tanto en escultura, pintura, arquitectura, como en literatura, donde se habla de la existencia de más de cien mil libros o manuscritos dedicados al tema.
-Está constatado que la alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China, en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta los tiempos modernos, incluyendo una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2 500 años.
-Grandes e ilustres hombres de todos los tiempos han dedicado sus esfuerzos a penetrar en los secretos de la alquimia, de prácticamente todas las razas y confesiones; aún así, el pensamiento dominante sobre todo desde el auge del catolicismo y el posterior racionalismo han mantenido hacia la alquimia una actitud de ignorancia y desprecio. El hecho de que jamás se haya juntado un equipo serio de sabios y expertos para realizar una investigación concienzuda de la alquimia, prefiriendo relegar esa multitud de textos y conocimiento al fondo de las bibliotecas y la memoria, demuestra el escepticismo y desdén general hacia la alquimia.
Una vez dicho todo esto, vamos a hacer un repaso serio y más concienzudo del arte alquímico.
La etimología del término “alquimia” es motivo de controversia; se le han atribuído diversas raíces, seguramente porque el origen de esta palabra en sí se remonta a tiempos inmemoriales. Normalmente se suele aceptar como origen más inmediato la palabra que los filósofos árabes usaban para designar a la alquimia: “al-kimiya” o “al-kimia” (de aquí derivó al latín medieval “alchimia” y al francés antiguo “alquimie”). Esta palabra árabe, a su vez, puede tener su origen en:
-El griego clásico “chemeia” (con el añadido del artículo arábigo al-) cuyo significado sería “lo que fluye, mana o discurre” en el sentido particular del metal fundido, la misma fusión o toda obra hecha de un metal fundido. Similar a la palabra también griega “khyma” (fusión, mezcla de líquidos).
-El nombre “al khem” con que los árabes designaban a Egipto, similar a la propiamente egipcia “keme” o “khmi”, que alude a la “tierra negra”, o tierra negra fértil. Algunos autores árabes lo traducen por “tierra sabia”, o “tierra de conocimiento”, como es el caso de Idries Shah Sayed (autor sufí contemporáneo).
En todo caso se advierte la vía arábiga, pues la árabe fue una cultura que asimiló los principios del arte alquímico muy probablemente de la misma fuente, Egipto, y los desarrolló y propagó a la vez que se expandía su civilización, además de tener perfecto conocimiento de la vertiente griega del estudio alquímico que floreció también alrededor del foco de Alejandría sobre todo y también de los trabajos persas e indos al respecto. Un auténtico crisol cultural que recogió sin duda el testigo del arte alquímico.
Desde una perspectiva histórica general podemos distinguir dos tendencias principales en la alquimia, que parecen ser independientes, al menos en sus primeras etapas (y teniendo en cuenta la falta de datos fehacientes acerca del origen del arte): la alquimia oriental, centrada en China y su zona de influencia cultural y en la India y con una datación histórica bastante similar, y la alquimia occidental, cuyo centro se desplazó a lo largo del tiempo entre Egipto, Grecia y Roma, el mundo islámico, y finalmente de nuevo a Europa.
ALQUIMIA ORIENTAL
Se puede hablar propiamente de una alquimia oriental, discerniéndola de una ciencia química antigua, practicada tanto en la India como en China con aspectos y finalidades muy similares y bastante asociadas a religiones tradicionales como el taoísmo o el tantrismo. Se caracteriza y distingue por un marcado componente espiritual, cosmológico e iniciático que la aleja de la perspectiva químico-empírica racional, pero que incluye prácticas y experimentación físico-química en el terreno de la medicina o la metalurgia importantes (operando con elementos vegetales y minerales), aunque todo ello con la finalidad ulterior de actuar sobre la naturaleza para transformarla y a su vez transmutarse, a fin de completar la creación divina y al mismo tiempo perfeccionarse desde el punto de vista del hombre como microcosmos. Centrándonos sólo en el aspecto alquímico propiamente dicho, podemos constatar la existencia de una disciplina orientada a la elaboración de elixires para prolongar la vida o buscar la inmortalidad y también para la transmutación de metales, y no faltan las referencias a estos hechos tanto en la literatura antigua china como la hindú, anteriores a las influencias alejandrinas o islámicas que pudieron haberse producido con las sucesivas invasiones.
En la India se asocia tradicionalmente el conocimiento alquímico al bagaje cultural de los yoguis, a los cuales se atribuyen poderes extraodinarios alcanzados por medio de la transmutación espiritual del individuo; el erudito persa (islámico) Al- Biruni (siglos X-XI) certifica asimismo la existencia de una ciencia espiritual llamada “rasayana” descrita como un arte basado en elementos prácticos, medicamentos y preparados sobre todo vegetales, cuyos principios activos restituyen la salud a los enfermos, la juventud y la longevidad a los ancianos además de producir la inmortalidad. En general, en el ámbito de la India no tenía relevancia la transmutación metálica en sí (aunque era conocida), sino que eran los aspectos más espirituales de la alquimia los más practicados. Los mismos Vedas ya aluden documentalmente en época precristiana a elementos alquímicos.
La alquimia china, en rápida simbiosis con la religión y la metafísica, adquirió una marcada cosmología y tuvo una dimensión extraordinariamente desarrollada y compleja. Aunque en la práctica abarcó desde muy antiguo un amplio trabajo de laboratorio que derivó en unos admirables conocimientos químicos, experimentó un proceso de espiritualización y los elementos y metales «transcendentales» o más puros, como el oro, empezaron a ser identificados con determinadas partes del cuerpo, alentando la proyección de los experimentos alquímicos directamente sobre el cuerpo del adepto. La alquimia china se transformó, por lo tanto, en un arte espiritual asimilable a las técnicas de meditación y de purificación interior. El alquimista taoísta chino acaba renunciando a la transmutación de los metales en oro, para concentrarse en el cuerpo que considera una especie de metal impuro. Busca purificarse y se esfuerza en transmutar el propio cuerpo en oro, es decir, perfeccionarse y lograr con ello la inmortalidad. La alquimia china tenía un carácter sagrado y ritual e implicaba ciertos actos religiosos, como sacrificios, ayunos y oraciones. Este arte tuvo un reconocido prestigio, siendo apreciado incluso en la corte imperial.
Uno de los primeros y más importantes alquimistas chinos reconocidos fue Ge Hong (también conocido como Ko-Hung, siglos III-IV); maestro taoísta, ya mencionó en sus textos el cinabrio, el arsénico y el mercurio, y habló abiertamente sobre la preparación de elixires para la regeneración y la inmortalidad. El libro alquímico chino más famoso es el Tan chin yao chuen (Grandes secretos de la alquimia), data aproximadamente del siglo VII y es un tratado práctico en la creación de elixires para lograr la inmortalidad donde el mercurio, el azufre y las sales de mercurio y arsénico son prominentes; además describe otras sustancias para la cura de enfermedades y la fabricación de piedras preciosas.