La palabra talismán tiene el mismo significado que el vocablo griego “télesma”, que significa “objeto consagrado” (verbo “telein”, “consagrar”) y que definía ya así a estos peculiares objetos utilizados en ritos ceremoniales o mágicos; esta palabra helénica derivó en el árabe “tilasm”, que significa conjuro, encantamiento; sin embargo parece que su origen más antiguo está en la voz persa “tilism”. Todas estas palabras apuntan a una definición: objeto consagrado por ritual para provocar efectos concretos mediante la magia.
Aquí tenemos la primera diferencia entre talismán y amuleto: el talismán ha de ser consagrado para su posterior función mediante un ritual particular que le otorgue el poder requerido según la fuerza que queramos invocar o atraer. Luego la energía en que basa su naturaleza el talismán es de tipo dinámico, en el sentido que sirve para “atraer” o “invocar” algo a nuestro círculo o entorno. Otra diferencia que se deriva de lo anterior es que el talismán sería un objeto fabricado y probablemente ornamentado, más que un objeto natural (el amuleto generalmente tiene propiedades mágicas por su propia naturaleza). Y, atendiendo a su uso más explícito y experto en magia ceremonial, un talismán se definiría como “una figura mágica cargada con la fuerza que se destina a representar”.
Llegados a este punto podemos observar que el talismán es en esencia (y este ha sido su uso en los círculos esotéricos desde siempre) una herramienta destinada a ejercer una influencia mágica (en el sentido de provocada, no natural) por el operador. Es probable que al derivar a un uso común se haya generalizado su utilidad como objeto fabricado con el fin de atraer eventos positivos deseados al círculo del poseedor, ya sea buena fortuna en general o un hecho positivo concreto en un momento determinado.
Continuando con el aspecto mágico más puro del talismán, debemos entender que por su naturaleza tal y como la he expresado es un objeto absolutamente particular y único y desde luego su eficacia va a estar determinada por el arte del operador que lo ha creado (o, al menos, cargado) y lo va a utilizar. Esto es así porque hay que dotar al objeto del tipo de energía que queremos invocar para que sirva como de “enlace” entre nosotros y aquello en lo que fijamos nuestra voluntad; pero esta operación se desarrollará en términos de “fuerzas” o “aspectos de la fuerza”, por cuanto la “carga” del talismán deberá ser efectuada mediante un ritual (dicho como acto que se lleva a cabo con una intención) donde el trabajo mental y las asociaciones simbólicas son partes fundamentales.
Así que podemos resumir diciendo que un talismán bien confeccionado y usado operaría acercándonos a aquel aspecto o circunstancia (puede ser algo tangible o algo más bien psíquico) que queremos asimilar o atraer a nuestro entorno vital, actuando como enlace o como una especie de catalizador de frecuencias vibratorias.
Normalmente los talismanes incorporan símbolos y grabados de carácter esotérico acordes a su función; estos pueden ser desde símbolos cabalísticos, alquímicos o astrológicos, hasta representaciones numerológicas o mitológicas, o incluso caracteres angélicos o nombres e invocaciones sagrados. Es bastante usual como figura base de un talismán el pentagrama o la estrella de seis puntas, así como el caduceo o ciertos tipos de cruces.
Como ejemplo de talismanes famosos en el ámbito ocultista podemos citar las Clavículas de Salomón diseñadas por Eliphas Levi. Se trata de una serie de talismanes elaborados con jeroglíficos e inscripciones en caracteres hebreos que el mismo Eliphas Levi nos presenta de esta manera en su obra “Las Clavículas de Salomón”:
“Estos talismanes pueden grabarse sobre siete metales o dibujarse sobre pergamino virgen, después deben consagrarse y magnetizarse según el propósito y el fin que se precise, logrando de este modo crear los focos de la luz magnética. Posteriormente se incensarán con los perfumes del ritual y se guardarán en paños de seda o en envases de vidrio con el fin de que conserven intacta su fuerza. No deben ser prestados ni dados a nadie, a menos que se hayan hecho por encargo de otra persona y previo acuerdo con ella. Estos poderosos talismanes rechazan las ilusiones y espejismos de la mente; los espíritus negativos y errantes tiemblan ante ellos porque son símbolos del Verbo que gobierna a todos los espíritus.”
En circunstancias extraordinarias o en instrumentos mágicos con un poder fuera de lo común podríamos encontrar objetos que ejercieran simultáneamente la función de amuleto y talismán, como es el caso de las citadas Clavículas de Salomón.