El Corpus Hermeticum es una colección de 24 textos sagrados que contienen los principales axiomas y preceptos del Hermetismo.
Tradicionalmente se atribuye su redacción a Hermes Trismegisto. En el mismo texto se alude a su origen egipcio, aunque sólo se conoce su versión en lengua griega, probablemente redactada hacia el siglo I-II de nuestra era. A continuación reproduzco un extracto, el llamado “Libro V” en el que el mismo Hermes Trismegisto se dirige a Tat, el cual bien podría ser un discípulo suyo:
LIBRO V –De Hermes a su hijo Tat
“Que Dios no es Manifiesto, y sin embargo es lo más Manifiesto”
Esta disertación la haré también para ti, oh Tat, para que puedas dejar de ignorar el nombre de Dios más excelente. Contempla en tu mente, sin embargo, cómo aquello que parece a los muchos oculto e inmanifestado, puede ser de lo más manifiesto para ti.
Pues no lo sería Todo si fuera aparente, pues cualquier cosa que sea aparente es, o hecha, o generada; porque fue hecho manifiesto, pero aquello que no es manifiesto es eterno.
Pues no necesita ser manifestado, ya que existe por siempre.
Y El hace manifestarse a todas las demás cosas, siendo inmanifestado, pues existe siempre. Y haciendo a otras cosas manifiestas, El no se manifiesta.
El mismo no es hecho. Sin embargo, en fantasía, El fantasea todas las cosas. O en apariencia las hace aparecer, pues la apariencia es solamente de aquellas cosas que son generadas o hechas, dado que la apariencia no es otra cosa que generación.
Pero El es ese Uno, que ni es hecho ni generado y que no es tampoco evidente ni manifiesto.
Pero haciendo aparecer a todas las cosas, El aparece en todo y por todo. Especialmente es manifestado para o en aquellas cosas enumeradas por El mismo.
Por lo tanto tú, oh Tat, hijo mío, reza primero al Señor y Padre y al Unico y al Uno, de quien procede el que se sea misericordioso contigo, para que puedas conocer y comprender a un Dios tan grande; y para que El te dirija uno de sus rayos en tu comprensión.
Pues solamente el entendimiento ve aquello que no es ni manifiesto ni aparente, no siendo él mismo ni manifiesto ni aparente. Y si puedes, oh Tat, aparecerá a los ojos de tu Mente.
Pues el Señor, vacío de envidia, aparece a través de todo el mundo. Que puedas ver la inteligencia y tomarla en tus manos y contemplar la Imagen de Dios.
Pero si aquello que está en ti no te es conocido o aparente, ¿cómo será visto en ti y aparecérsete por los ojos?
Pero si quieres verle, considera y comprende al Sol, date cuenta del curso de la Luna, considera el orden de las estrellas. El Sol es el mayor de los dioses en el cielo, a quien ceden el paso todos los dioses celestiales, como se le hace a un rey y potentado. Y, sin embargo, siendo él así, mayor que la Tierra y el Mar, se contenta con soportar que infinitas estrellas menores caminen y se muevan sobre él, ¿a quién teme él, hijo?
Cada una de estas estrellas que están en el cielo, no hacen lo mismo, o siguen un curso similar. ¿Quién ha prescrito a cada una la manera y grandeza de su curso?
Esta Osa que gira sobre sí misma y lleva alrededor a todo el Mundo con ella, ¿quién poseía e hizo un instrumento así?. ¿Quién ha colocado los límites del Mar? ¿Quién ha establecido la Tierra? Pues existe alguien, Tat, que es el Hacedor y Señor de estas cosas.
Pues es imposible, hijo, que ningún lugar, o número, o medida, pueda ser observado sin un Hacedor. Pues no existe orden que pueda hacerse por medio del desorden o la desproporción.
Quisiera que fuera posible para ti, oh hijo mío, tener alas y volar por el aire, y ser llevado al lugar medio, entre el Cielo y la Tierra, para ver la estabilidad de la Tierra, la fluidez del mar, los cursos de los ríos, la enormidad del Aire, la agudeza y rapidez del Fuego, el movimiento de las Estrellas y la velocidad del Cielo, por la que gira sobre todas ellas.
Oh hijo mío, qué maravillosa visión sería, el ver en un instante a todas ellas. Moverse a lo inamovible, y que lo oculto apareciera y se manifestara.
Y si tú quieres ver y observar a este Artesano, lo puedes hacer por medio de las cosas mortales existentes en la Tierra y en lo profundo. Considera, oh hijo mío, cómo se forma el Hombre en la Matriz. Y examina diligentemente la pericia y el ingenio del Artesano y aprende quién fue el que formó y trabajó la hermosa y divina figura del Hombre. ¿Quién circunscribió y marcó sus ojos, quién agujereó los agujeros de su nariz y de las orejas? ¿Quién abrió su boca? ¿Quién extendió y ató sus nervios? ¿Quién canalizó las venas? ¿Quién endureció y fortaleció los huesos? ¿Quién cubrió la carne con piel? ¿Quién dividió los dedos y las articulaciones? ¿Quién allanó las plantas de los pies? ¿Quién agujereó los poros? ¿Quién extendió el bazo? ¿Quién hizo el corazón como una pirámide? ¿Quién hizo el hígado? ¿Quién hizo las luces llenas de huecos? ¿Quién hizo el vientre grande y espacioso? ¿Quién colocó a la vista las partes más honorables y ocultó las obscenas?
Mira cuántas artes en una materia, y cuántas obras en una dirección, y todas extremadamente hermosas, y todas hechas con medida y, sin embargo, diferentes unas de otras.
¿Quién ha hecho todas estas cosas? ¡Qué Madre!¡Qué Padre! Sólo Dios no manifiesto, quien hizo todas las cosas por su propia voluntad.
Y nadie dice que una estatua o una imagen sea hecha sin un escultor o sin un pintor, y ¿fue hecha esta Artesanía sin un Artesano? Oh gran ceguera, oh gran impiedad, oh gran ignorancia.
Tat, hijo mío, no puedes privar jamás la Artesanía del Artesano. Más aún, el mejor nombre de todos los Nombres de Dios es el llamarle Padre de todo, pues El está solo; y éste es su trabajo, ser el Padre.
Y si quieres forzarme a decir algo más audaz, lo haré: es su esencia ser fecundo, ser grande con todas las cosas, y lo es el hacerlas.
Y de la misma forma que sin un Hacedor es imposible que nada sea hecho, así lo es que él no exista siempre, y no esté siempre haciendo todas las cosas en el Cielo, en el Aire, en la Tierra, en lo Profundo, en el Mundo entero, y en todas partes del todo que es, o del que no es.
Pues no existe nada en todo el Mundo que no sea tanto las cosas que son como las que no son.
Pues las cosas que son, El las ha hecho manifiestas. Y las cosas que no son, las ha ocultado en sí mismo.
Este es Dios quien es mejor que cualquier nombre. Este es El, que es secreto. Este es El, que es manifiesto. Este es El, que se puede ver con la Mente. Este es El, que es visible a los ojos. Este es El, que no tiene cuerpo. Y este es más el que tiene muchos cuerpos, que el que no es nada de cualquier cuerpo, lo que no es El. Pues El, solo, es todas las cosas.
Y por esta causa El tiene todos los nombres, porque El es el único Padre. Y por lo tanto, El no tiene nombre, pues El es el Padre de todo.
Por lo tanto, ¿quién puede bendecirte, o darte las gracias por ti, o a ti?.
¿Hacia dónde debo mirar cuándo te alabe? ¿Hacia arriba? ¿Hacia abajo? ¿Hacia fuera? ¿Hacia dentro? Pues acerca de ti no hay forma, ni lugar, ni cualquier otra cosa de todas las cosas que existen. Sino que todas las cosas están en ti; todas las cosas proceden de ti; tú das todo y no tomas nada. Pues tú tienes a todas las cosas y no existe nada que no tengas.
¿Cuándo te alabaré, oh Padre, dado que no es posible comprender tu hora ni tu tiempo? ¿Por qué te alabaré, por lo que has hecho o por lo que no has hecho? ¿Por aquellas cosas que has manifestado, o por aquellas que has ocultado? ¿Te alabaré por ser de mí mismo, o por tener algo de mí mismo, o mejor por ser de otro?
Pues tú eres lo que yo soy, tú eres lo que yo hago, tú eres lo que digo. Tú eres todas las cosas, y no existe nada más que tú no seas.
Tú eres Tú, todo lo que está hecho y todo lo que no está hecho.
La Mente que comprende.
El Padre que hace y construye.
El Bien que trabaja.
El Bien que hace todas las cosas.
De la Materia, la parte más sutil y ligera es el Aire; del Aire es el Alma; del Alma es la Mente; de la Mente lo es Dios.