DESARROLLO E INFLUENCIA DEL MOVIMIENTO FRANKISTA: CRIPTOJUDAÍSMO (parte III)

……………………………………viene de la segunda parte

 

EL VIRUS SE EXTIENDE: COMUNISMO Y MÁS ALLÁ

 

 

Estos hombres que venimos citando, de linajes tradicionalmente judíos y aparentemente formados en los más altos cánones del judaísmo, pertenecieron a la vanguardia intelectual que se dedicaría vehementemente a lo largo de todo el siglo XIX a debilitar los cimientos de la religión judía ortodoxa introduciendo pensamientos e ideas iluministas y progresistas y actuando de manera que sus verdaderas motivaciones y conexiones permanecieran discretamente ocultas, tal y como indica el credo frankista. Además de la disolución de la ortodoxia religiosa, tenían en común otra particularidad muy clara: todos ellos fueron comunistas o cercanos al comunismo emergente y simpatizaron y apoyaron las revoluciones, tanto intelectuales como socialmente activas, que el comunismo produjo desde su misma creación.

Dice Marvin Antelman:

“Hemos rastreado las familias frankistas iluministas que se formaron en los inicios de los movimientos reformistas y conservadores, y las principales familias de élite que estaban relacionadas con ellos, quienes juntos formaron los círculos internos del Bund der Gerechten (que cambió su nombre por el de Partido Comunista International en 1848), y estuvieron activos en la revolución del Partido Comunista de 1848. Baste decir que los frankistas y su élite jugaron un papel de liderazgo en el desarrollo del comunismo, y que siguen siendo una élite hoy dentro del círculo comunista más amplio, pero, sin embargo, tienden a permanecer distantes, formando una camarilla dentro de una camarilla, como lo hicieron durante finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando decidieron hacer de las logias masónicas Illuminati sus lugares de residencia.”

 

Históricamente, el comunismo se consolidó a partir de otras organizaciones menores que se formaron en París por elementos revolucionarios alemanes exiliados por motivos políticos: así, en 1834 se formaba la clandestina Liga de los Proscritos (Bund der Geächteten), que tenía como cabezas visibles a los alemanes Jacob Venedey y Theodor Schuster. Según indica Marvin Antelman, estas organizaciones primigenias eran avanzadillas que los cerebros illuminati pusieron en marcha tras la muerte de Weishaupt en 1830, y que pretendían ir un paso más allá de la Revolución Francesa, ya suficientemente asimilada. Consta que Venedey era masón desde muy joven.

Los Proscritos pasarían a llamarse la Liga de los Justos (Bund der Gerechten) en 1836, y continuaron expandiéndose llegando incluso a Gran Bretaña. Tras su asociación con la extremista Sociedad de las Estaciones, fundada por el radical revolucionario francés Louis A. Blanqui, la Liga de los Justos se involucró en algunos actos violentos desafortunados (insurrección de París de 1839), lo que provocó el exilio de sus dirigentes. En todo caso, consta que ambas organizaciones no ocultaban su admiración por la estructura de los Carbonarios italianos, una sociedad secreta estructurada a modo masónico pero de carácter decididamente violento y orientada a promover la revolución en Italia.

 

A mediados de la década de 1840 dos intelectuales emergentes, también exiliados alemanes y teóricos ‘comunistas’, se introducen en el círculo de la Liga de los Justos, organización por entonces ya conocida y con suficiente peso específico. Se trata de Karl Marx y Friedrich Engels, los cuales aprovechan dos congresos de la Liga de los Justos en 1847 (celebrados en Londres) para introducir su ideario entre los miembros y cobrar protagonismo, cambiándose el nombre de la organización por Liga de los Comunistas, y su lema, de “Todos los hombres son hermanos” a “Proletarios del mundo, uníos”. A la vez, se elaboraba el famoso “Manifiesto del Partido Comunista”, ‘oficialmente’ escrito por Marx sobre un borrador de Engels. A partir de aquí el comunismo entraba oficialmente en escena con las tremendas consecuencias que ello tendría para la humanidad.

Generalmente se considera a Karl Marx como el padre o ideólogo principal del comunismo, hasta el punto de que en torno a su filosofía se acuñó el término marxismo, que alude a una corriente de pensamiento que dio lugar a diferentes movimientos políticos revolucionarios ya incluso en el mismo siglo XX, y que es una teorización global del comunismo.

Entonces la cuestión respecto al tema que nos ocupa es: ¿podemos relacionar a Marx de alguna manera con el frankismo?

 

Karl Marx (1818 – 1883), aunque intelectualmente derivó hacia el ateísmo, fue bautizado como luterano, que es la religión que profesaba su padre Heinrich Marx (de nacimiento Herschel Levi). Heinrich, más inclinado a la Ilustración que a la religión, nació judío pero se dice que se convirtió al protestantismo porque ello le permitía ejercer su carrera de abogado sin condicionamientos en el estado de Prusia donde vivían. Pero al abuelo de Karl Marx, el ínclito rabino Meir Levi, le precedían una serie de rabinos ortodoxos sin tacha que incluso habían luchado arduamente contra la herejía sabbateana en el siglo XVII. Así que parece ser que con el padre de Karl Marx se truncó radicalmente ese linaje de judíos preocupados por la ortodoxia de la religión judaica.

Según Marvin Antelman:

Fue principalmente por esta razón [la ascendencia ortodoxa de Marx], y por el deseo de venganza de los sabbateanos, que estas familias fueron marcadas para la venganza hasta que el joven huérfano Heinrich fue cuidadosa y completamente abordado por el grupo sabbateano -Illuminati, y fueron responsables de su ascenso en la abogacía, así como por su nombramiento como juez, su conversión formal al cristianismo, su iniciación secreta en el sabbateanismo satánico Iluminista, y la posterior impresión de sus hijos y descendientes al servicio de la conspiración Illuminati-Socialista-Comunista.”

Karl Marx comenzó siendo algo “tibio” en sus opiniones hacia la religión; baste decir que sus consideraciones en general han dado lugar a muchas y muy diferentes interpretaciones, aunque evidentemente mantenía su postura principal de cara a la galería de ateísmo materialista. Sin embargo, es interesante que muchos investigadores hayan llegado a considerar el marxismo “una religión en sí mismo”, pues aquí subyace la idea de demoler todas las religiones tradicionales para crear una religión “emergente”.

En todo caso, Marx, sin llegar a parecer decididamente antijudío, sí que lanzó ataques puntuales pero muy punzantes contra la religión judía:

“¿Cuál es el fundamento secular del judaísmo? La necesidad práctica, el interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular practicado por el judío? La usura. ¿Cuál su dios secular? El dinero. Pues bien, la emancipación de la usura y del dinero, es decir, del judaísmo práctico, real, sería la autoemancipación de nuestra época.”

“El dinero es el celoso Dios de Israel, ante el que no puede legítimamente prevalecer ningún otro Dios. El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en una mercancía. El dinero es el valor general de todas las cosas, constituido en sí mismo. Ha despojado, por tanto, de su valor peculiar al mundo entero, tanto al mundo de los hombres como a la naturaleza. El dinero es la esencia del trabajo y de la existencia del hombre, enajenada de éste, y esta esencia extraña lo domina y es adorada por él. El Dios de los judíos se ha secularizado, se ha convertido en Dios universal. La letra de cambio es el Dios real del judío.” (Karl Marx, “Sobre la cuestión judía”)

 

 

Sin embargo, existe un vínculo más claro que relaciona a Marx con el “lado oscuro” del judaísmo: se trata de Moses Hess, ampliamente reconocido como mentor de Karl Marx. Según Marvin Antelman, Hess es el vínculo principal entre la conspiración frankista sabbateana y los movimientos socialista y comunista modernos.

Moses Hess (1812 – 1875) fue una especie de filósofo alemán (nacido en Bonn) de ascendencia judía y de formación autodidacta del cual se sabe realmente poco, en relación a la importancia que se le otorga como padre de la “socialdemocracia” alemana y del “sionismo socialista”, aparte de su relación constatada con los archiconocidos Marx y Engels.

Parece ser que el bisabuelo de Moses Hess fue gran rabino en la ciudad de Mannheim, en una época en que era un núcleo sabbateano reseñable. Poco se sabe de sus descendientes, excepto su filiación judía hasta llegar al propio Moses, el cual se implicó tempranamente en política y en principio no dio muestras de inclinaciones religiosas. No obstante, su estrecha relación con personajes como Leopold Zunz atestiguan su contacto directo con el pensamiento sabbateano frankista.

Hacia la década de 1830 ya estaba inmerso en el hervidero revolucionario que era París por entonces. A principios de la década de 1840 se sabe que contacta con Marx y Engels: se afirma que a este último el mismo Hess le inició en el comunismo, y que tuvo una influencia difícilmente valorable (pero muy patente) en el pensamiento de Marx. De hecho, se podría atribuir a Moses Hess la invención del comunismo y del sionismo (el mismo Engels diría de él que fue el “primer comunista”). Y por alguna razón, Marx le apodaba “el rabino comunista”.

Consta que Hess se consideraba afín a la filosofía hedonista-epicúrea, muy en la onda del pensamiento frankista, y así lo expresó en su estilo de vida, tal y como también consta en cierta correspondencia que mantuvo con L. Zunz (frankista y epicúreo a su vez). Hay que decir que esa filosofía se considera prácticamente una herejía y es aborrecida por el judaísmo ortodoxo. Moses Hess se casaría con una prostituta llamada Sybille, según se dice “para reparar la injusticia perpetrada por la sociedad”; es difícil no relacionar inmediatamente este acto con los ejemplos similares de Shabbatai Zevi y Jacob Frank.

Curiosamente, Hess escribió varios libros que en su día pasaron completamente desapercibidos, excepto algunos textos en relación a la teoría socialista-comunista de los cuales se hicieron eco Marx y Engels y de ese modo cobraron alguna relevancia entre el público. Sin embargo, con su obra “Roma y Jerusalén” de 1862 cambiaría de forma bastante radical su línea de actuación, pasando del activismo comunista a la dedicación formal al sionismo y en consecuencia al judaísmo que hasta entonces había soslayado. Además de esto, en un momento dado las relaciones de Hess con Marx y Engels se deterioraron de tal manera que hubo una separación radical que duraría hasta el final de la vida de Hess.

Respecto a lo anterior, la ‘línea oficial’ del relato de los hechos principales dice lo siguiente:

– Hess tuvo una amarga pelea con Karl Marx que resultó en su permanente desertar del comunismo. La pelea fue tan vituperante que Hess permaneció como un enemigo acérrimo tanto de Marx como de Engels hasta su muerte.

– Un ejemplo de la naturaleza mordaz de la disputa entre Hess, Marx y Engels fueron los insultos de Marx y Engels contra la esposa de Hess, Sybille, atribuyéndole su “soltura” sexual, haciendo que la ruptura fuera irreparable.

– Como resultado de su salida del comunismo, Hess se arrepintió, enmendó sus costumbres antirreligiosas y abrazó el sionismo.

– Un factor importante que contribuyó a ayudar a Hess a retornar al judaísmo fue el aumento de la persecución de los judíos, en particular en torno a varios casos en que sufrieron violentos ataques por motivos poco claros, acusados de aberraciones hacia los cristianos.

Pero según el rabino Antelman, la realidad es la siguiente:

– La disputa que aconteció entre Hess y los comunistas fue organizada y era sólo para consumo público.

– Fue organizada por razones políticas vitales para los Illuminati: para liberar a Hess para un trabajo más importante.

– Tanto Hess como Sybille mantuvieron en secreto buenas relaciones con Engels y Marx hasta su muerte. Hess se casó con Sybille años después de la ruptura. Los insultos contra la moralidad sexual de Sybille eran parte de una farsa-estafa diseñada para hacer que la supuesta ruptura pareciera más legítima. Entonces, en los círculos marxistas internos al igual que hoy, la promiscuidad sexual se consideraba una virtud más que un vicio. Hess vivía en ese momento ‘en pecado’ con la prostituta Sybille.

– El supuesto regreso de Hess al judaísmo, su adhesión al sionismo y sus declaraciones públicas de las críticas al movimiento reformista fueron ardides de relaciones públicas con el espíritu de “se pueden cazar más moscas con miel que con vinagre”. También fue diseñado para consumo público en interés de la conveniencia política de la élite. Hess nunca cambió su filosofía antirreligiosa básica con respecto al judaísmo. En efecto, sus pronunciamientos estaban diseñados para promover un renacimiento del sabbateanismo, que tomó la forma de la Escuela Histórica neosabbetiana de Frankel y el judaísmo conservador de Solomon Schechter.

Antelman basa sus afirmaciones en documentados reales que demuestran, por ejemplo, que pese a que Hess cesó su correspondencia con Marx en 1846 (poniendo bastante cuidado en que quedara constancia de ello), existe correspondencia entre Marx y Sybille en 1877 (tras la muerte de Hess) en la que se ofrecen cumplidos y se desprende que se había mantenido una buena relación entre todos ellos, aunque subrepticiamente.

 

Es decir, que había un plan para desatar una disputa y ruptura entre Marx y Moses Hess de cara a la opinión pública, pero que se trataba en realidad de una especia de enmascaramiento de la situación real. ¿Por qué era tan importante crear la impresión de una brecha irreparable entre Marx y Hess? El rabino Antelman opina que la razón principal fue que Hess había cumplido su propósito en hacer despegar al Partido Comunista. Ahora se necesitaban sus talentos para dos proyectos muy importantes:

  1. Realizar una revolución rusa.
  2. Preparar el escenario para el gobierno mundial definitivo.

La sucesión de los hechos y la oportunidad de los mismos parecen darle la razón.

A principios del siglo XX las semillas estaban esparcidas, solo había que esperar a que brotaran. Había pasado más de un siglo desde la muerte de Jacob Frank, pero sus postulados estaban muy presentes en la sociedad, cuya evolución intelectual cabalgaba a lomos de esos postulados, rompiendo barreras y abriendo nuevos horizontes insospechados para la mayoría.

 

 

En los mismos comienzos del siglo XX, unos años antes de la Revolución Rusa, hecho que significó el comienzo de la división del mundo en dos bandos irreconciliables y que marcaría el ritmo de los acontecimientos a lo largo de todo el siglo (y más allá), surgió una obra que ha provocado una enorme controversia y que coloca a los judíos en primer plano en cuanto a teorías conspiracionistas en relación a una élite ‘en la sombra’: se trata de “Los Protocolos de los sabios de Sion”.

Aunque actualmente la opinión más aceptada es que se trata de una falsificación hecha ex profeso para atacar a la comunidad judía a nivel internacional, es inevitable relacionar el contenido de la obra con el devenir de los acontecimientos globales en los últimos tiempos, sobre todo en relación con lo que venimos describiendo como la ‘influencia frankista’.

Independientemente del propósito más o menos claro del autor o autores de esta obra, lo que en ella se declara parece estar muy en consonancia con el posible desarrollo de una política sabbateana-frankista a largo plazo.

“Si, pues, el lector llegara, a la vista de las razones críticas e históricas que en esta obra se exponen, a una conclusión que negase la autenticidad histórica de los Protocolos; tendría que conceder, al mismo tiempo, a la vista de la veracidad que les prestan los acontecimientos, que la falsificación está perfectamente imitada y que bien pudieran ser, si no lo son, las auténticas actas de las sesiones del Congreso Sionista de Basilea en 1897.

No llamaría tanto la atención del mundo imitación tan fiel, en el caso de que lo sea, si no estuviera en el pensamiento de todos la perfecta concordancia de los documentos con el sentir y las obras de aquellos a quienes se atribuye. Mejor que nunca, los hechos nos autorizan a recordar el famoso adagio: ‘Se non é vero, é ben trovato (Si no es verdad, está bien compuesto)’.” (Los Protocolos de los Sabios de Sion, extracto edición española).

El mismo investigador Marvin Antelman, un rabino ortodoxo judío y sionista, admite en el volumen I de “Eliminando el opiáceo”:

“Quizás el aspecto más preocupante de este [su] estudio es que puede que haya algo de verdad en lo que el historiador Salo W. Baron ha calificado con razón ‘la falsificación más influyente del Siglo XX», los Protocolos de los Sabios de Sión. Los protocolos se publicaron en 1903 bajo la dirección del zar Nicolás II, por el que desembolsó la asombrosa suma de treinta millones de rublos y animó a un monje llamado Nilus a prepararlo. Los Protocolos alegaban que había una conspiración mundial judía. El zar era un virulento antisemita, pero pudo haber publicado los Protocolos porque tenía algo personal para luchar con los Schiff, los Warburg y los Rothschild (dinastías bancarias), que ya estaban planeando una revolución en Rusia.”

Antelman por supuesto rechaza la idea de un complot exclusivamente judío para hacerse con el dominio del mundo, pero admite tácitamente que ‘puede haber algo de verdad’ en todo el asunto. En lo que a nuestro estudio se refiere, es indiferente si a estas alturas estamos tratando con judíos ortodoxos o criptojudíos; son los hechos los que nos interesan, y estos hechos apuntan a una manipulación organizada y planificada, llevada a cabo por un sector elitista con un pensamiento que parece sospechosamente identificado con el de la herejía judía frankista, con el objetivo de instaurar un gobierno mundial “a la carta” y que a comienzos del siglo XX ya comienza a mostrarse inquietantemente evidente.

Lo cierto es que el contenido de los Protocolos es tan afín al ideario frankista, que ha hecho que algunos investigadores califiquen el documento mismo como un “documento secreto frankista”. Sergei Nilus, quien primero publicó los Protocolos en 1902, escribió en la Introducción de su edición de 1905:

“Éstas no son exactamente actas de reuniones, sino un informe hecho por alguna persona poderosa, dividido en secciones no siempre en una secuencia lógica. Ellas comunican la impresión de ser parte de algo.”

De ahí que se especule con que lo que Nilus tenía a la mano podrían ser algunas notas tomadas de un documento sabbateano-frankista más amplio. Sólo conocemos una parte del original; esta parte es lo que llegó a ser conocido como Los Protocolos de los Sabios Ancianos de Sion.

Algunas citas del libro realmente curiosas:

Protocolo 5.4: “La única sociedad conocida por nosotros que sería capaz de competir con nosotros en estas artes, podría ser la de los jesuitas. Pero hemos logrado desacreditar a éstos a los ojos de la muchedumbre estúpida como una organización concreta, mientras que nosotros mismos hemos permanecido en segundo plano, reservando nuestra organización como un secreto.”

La duplicidad de los frankistas también es mencionada en el Protocolo 7.3 que declara:

A fin de obtener estos objetivos debemos recurrir a mucha astucia y habilidad durante negociaciones y acuerdos, pero en lo que es llamado el ‘idioma oficial’ asumiremos la táctica opuesta de parecer honestos y dóciles. Así los gobiernos de los gentiles, a los que enseñamos a mirar sólo en el lado llamativo de los asuntos, a medida que se los presentamos, nos considerarán incluso como benefactores y salvadores de la Humanidad.”

Y el propio Sergei Nilus escribe:

Confiamos en que los gentiles no albergarán sentimientos de odio contra la masa crédula de los israelitas, que ignoran el pecado satánico de sus líderes —escribas y fariseos— que han demostrado ya una vez ser la destrucción de Israel. Para evitar la ira de Dios, queda sólo un camino: la unión de todos los cristianos en Nuestro Señor Jesucristo” (Sergei Nilus, 1905).

 

Hay que decir que en una de las primeras ediciones de los Protocolos, publicada en Rusia por Nilus hacia 1905, los Protocolos aparecen como apéndice de un texto del mismo autor titulado “Lo grande en lo pequeño, el anticristo como posibilidad inmediata de gobierno

En Estados Unidos, la primera edición de los Protocolos aparece en 1920, pero ya desde 1919 se venía mencionando en algunos periódicos; el Public Lodger de Filadelfia publicó algunos extractos pero disimuló la palabra judíos cambiándola por bolchevistas, y titulando los artículos como “La biblia roja y la propaganda bolchevista”. Este título llama a engaño, ya que el bolchevismo apareció en Rusia años después de que Nilus tuviera en su poder los documentos de los protocolos, de lo cual hay constancia.

Y en la edición alemana, el propio editor escribe:

Todo lo que ha pasado después de la publicación de Nilus: la guerra mundial, el derrumbamiento de los tronos de Rusia, Austria Hungría, Alemania, y actualmente el de España, el caos, objetivo deseado por los francmasones, de donde saldrá la Liga Humanitaria, bajo la dirección judeomasónica proyectada hace 200 años; todo esto aparece hoy con una claridad tan terrible que no hace falta ninguna explicar por qué traducimos y publicamos los Protocolos.”

 

Lo cierto es que tras la lectura de este libro, insistimos, independientemente de si su origen es auténtico o artificioso, es difícil no relacionar el texto con los objetivos declarados del movimiento frankista original, a modo de desarrollo causa – efecto. Aunque la impresión es que esos objetivos han resultado en un frente de actuación e influencia mucho más amplio y elaborado, como en todo caso sería previsible por el devenir de los tiempos y en una planificación metódica a largo plazo.

 

Los Frankistas hoy ya no se llaman a sí mismos por aquel nombre. La organización se ha convertido en un grupo internacional etiquetado por gente de fuera como el Culto del Ojo que Todo lo Ve” (Marvin Antelman, “To eliminate the opiace”, cap. XI).

 

 

 

 

Parece bastante evidente la influencia del frankismo en el ocultismo, tanto del siglo XIX como del siglo XX, sobre todo en la zona de influencia de la francmasonería evolucionada, incluidas las sociedades y organizaciones basadas asimismo en la masonería o el rosacrucismo, como la famosa Orden de la Aurora Dorada. Y, como ya hemos indicado, la propia O.T.O. y otras organizaciones manifiestan claras referencias a los Hermanos Asiáticos o a la doctrina cabalista que potenció el movimiento sabbateano-frankista. El conocido lema del sistema de Crowley, “Haz lo que quieras según tu voluntad”, es un desarrollo sospechosamente afín al ideario frankista, y ha adquirido una tremenda importancia, ejerciendo una influencia inconmensurable (y bastante maligna) en la sociedad actual.

No nos extenderemos describiendo el dogma esotérico del frankismo, ya que a pesar de que al parecer tanto Zevi como Frank le concedieron gran importancia, intentando establecer un sistema propio basado sobre todo en el estudio y desarrollo de la Cábala hebrea, es un sistema creado más bien para otorgar un aspecto místico a un movimiento que a fin de cuentas fue considerado herético por la autoridad ortodoxa; ciertamente, gran parte de ese material esotérico es una deformación de aspectos de la Torah y de los textos hebreos sagrados, desvirtuado para dar una apariencia erudita y original a la herejía y para apuntalar sus objetivos, tal y como sucede con los movimientos emergentes ocultistas de los últimos tiempos, preocupados por dotar a sus organizaciones de unas credenciales “místicas”, generalmente imposibles de rastrear convincentemente, con el fin de obtener mayor credibilidad.

Según la Cábala de Isaac Luria (1534-1572), cuyos estudios eran venerados por Zevi y Frank, el mal es intrínseco a la Creación, está en Dios. Sobre esta base se construye todo el dogma del sabbateanismo-frankismo: los justos deben descender al Mal, el mismo Mesías debe caer en la apostasía para poder ser redimido por el Creador “desde dentro”. Muchos rabinos creyeron esta “hipótesis”, que era el único camino, decían los frankistas, que acabaría finalmente con el Reino del Mal: estaban convencidos de que poseían la verdadera fe, pero no querían profesarla en público, sino que la mantenían oculta mientras la negaban pública y exteriormente. Estaban convencidos de que debían esconder su fe así como la tierra esconde la semilla. Así explicaban los sabbateanos frankistas la necesidad de la “doble cara”.

 

Otros investigadores van un paso más allá y buscan la influencia frankista en movimientos emergentes clave en pleno siglo XX. Es el caso de la controvertida Escuela de Frankfurt, llamada así por haberse gestado en el entorno académico de dicha ciudad, la cual curiosamente ya hemos nombrado a lo largo de este estudio en varias ocasiones.

La Escuela de Frankfurt fue un movimiento cultural basado en la filosofía moderna y la teoría social que se desarrolló ya hacia la década de 1930 en adelante en torno a un grupo de autores críticos con los sistemas económicos imperantes (capitalismo, fascismo, comunismo…) y que abogaban por un ideario basado en la psicología freudiana, un marxismo peculiar y la preferencia por filósofos como Hegel o Nietzsche. Parece que sus objetivos en última instancia eran los de potenciar el desarrollo social a nivel global por métodos alternativos, hacia una política “de izquierda” y basada en una especie de marxismo evolucionado.

En realidad, la mayoría de los “logros” de esta escuela han servido fundamentalmente para atomizar el pensamiento natural tradicional, sentar las bases del movimiento contracultural surgido posteriormente, y que tanto impacto ha tenido en la sociedad mundial, hasta el punto de destruir los cánones culturales tradicionales para transformarlos en lo que hoy podemos contemplar (la decadencia cultural por excelencia), y además introducir una visión psicológica tan difusa y heterodoxa que más bien conduce al extravío mental, como también tenemos ocasión de contemplar hoy en día ampliamente. En este sentido, habría una identificación positiva respecto al “modus operandi” frankista, a lo cual añadiremos que la mayoría de los pensadores adscritos a esta escuela eran de origen judío, por supuesto no ortodoxos.

Fundamentalmente, la Escuela de Frankfurt ha abogado por una teoría crítica aplicable a todos los aspectos de la cultura que busca la ruptura con los estándares y valores tradicionales de la cultura occidental, es decir, que promueve la “anticultura”, o los valores opuestos.

 

 

No podemos terminar nuestro estudio sin referirnos al sionismo. El sionismo es, básicamente, la idea del establecimiento de una nación para los judíos, un pueblo en diáspora por más de dos mil años. Hay que puntualizar que el sionismo es una ideología, adscrita al judaísmo, que es una religión; ideología y religión no son la misma cosa en absoluto. Sin embargo, los rabinos ortodoxos sionistas afirman que la idea del sionismo está contenida implícitamente en los textos sagrados hebreos, lo que la convertiría en un dogma religioso inapelable. Como ideología, el sionismo puede ser asumido por cualquier persona, sea cual sea su creencia o religión, siempre que defienda “una patria para los judíos”. El rabino Marvin Antelman, ortodoxo sionista, define dos tipos de sionismo, el eminentemente religioso y por tanto auténtico, y el profano, de carácter herético y que pretende la destrucción del judaísmo a través de la corrupción del estado de Israel.

Tanto Zevi como Frank, como presuntos mesías, fueron heraldos del sionismo, aunque en su época la idea era impracticable. Fue a partir del siglo XIX cuando se empezó a concretar realmente el movimiento sionista. Como hemos visto, sería Moses Hess, el “rabino comunista”, el primer defensor serio del sionismo, y su trabajo culminaría con la aparición de Theodor Herlz (1860 – 1904), al que se reconoce como fundador del sionismo político moderno. Herlz defendió la creación de un estado judío en Palestina, por memoria histórica, y que según él “formaría parte de una muralla de Europa contra Asia, un puesto de avanzada de la civilización frente a la barbarie». Curiosamente, Herzl organizó el primer Congreso Sionista de Basilea de 1897, de donde se dice que provienen las actas que dieron lugar a los Protocolos de los Sabios de Sión y donde fue elegido presidente de la Organización Sionista y ampliamente aclamado; a partir de ahí buscaría el apoyo de diferentes líderes y estadistas para su proyecto sionista. Hay que decir que Herlz no se crió en el judaísmo ortodoxo, sino más bien en escuelas protestantes cristianas, aunque parece ser que en cierto momento adquirió conciencia del problema del antisemitismo y de la solución sionista, por lo que hoy en día es recordado como “padre del estado de Israel”. Herzl llegaría a declarar:

La diferencia entre Shabbatai Zeví y yo, más allá de las diferencias técnicas que se derivan de la época, estriba en que Shabattai se engrandeció para parecerse a los grandes del mundo, mientras que yo encuentro a los grandes tan pequeños como yo …Los hijos de mi pueblo creen que yo soy el Mesías. Yo no lo sé, porque no soy teólogo«.

 

Lo que vino a continuación es historia. En resumidas cuentas, factores esenciales como el apoyo económico de la familia Rothschild (financiación del proyecto), unido a las maquinaciones políticas de los británicos (Declaración Balfour y “autoadjudicación” del territorio árabe de la región palestina en base al Mandato británico de Palestina y por medio de la incipiente Sociedad de Naciones) y con el beneplácito de Estados Unidos contribuyeron a que se fuera gestando política y materialmente la nación judía, lo que desembocó en la constitución “oficial” en 1948 del estado de Israel. Desde entonces, este estado de Israel ha actuado, en general al margen del derecho internacional, con sus propias reglas de conducta al parecer emanadas de su calidad de “pueblo elegido” exclusivista; en realidad, como un agente del imperialismo anglosajón con un papel inusitadamente agresivo como policía y controlador militar del imperio en Oriente Medio, con el agravante de disponer de capacidad nuclear.

En la actualidad, el Estado de Israel, gobernado por una camarilla de psicópatas ultraviolentos que ni siquiera se molestan en inventar excusas para su comportamiento criminal y genocida, es indudablemente un experimento fallido para el sionismo ortodoxo, el cual tal vez nunca tuvo ninguna opción real sobre sus aspiraciones de regreso a la tierra prometida. Y es que, tristemente, la mayoría de la población judía de Israel jalea a estos gobernantes indeseables, fuertemente adoctrinada en dos puntos cruciales: el victimismo histórico y la creencia en la pertenencia al “pueblo elegido de Dios”; en cuanto a lo segundo, parece que el estado israelí, respecto a su defensa, ha cambiado su confianza en Dios por la fe en los cañones y las bombas estadounidenses (y EE.UU. es sin duda desde hace décadas la nación más violenta y criminal del mundo, o dicho de otra forma, el brazo armado de Satán en la tierra), lo cual, según las propias escrituras sagradas hebreas, no puede tener buenas consecuencias, algo que no parece impresionar mucho a la pandilla genocida del gobierno israelí.

 

“Mantente alejado de la mentira” (Éxodo 23:7)

 

Finalmente, el rabino Marvin Antelman dice en el capítulo XI de “Para eliminar el opiáceo”:

Para que nada de la información desarrollada aquí sirva como un pretexto para alguna forma abierta, substituta o sutil de antijudaísmo, ni para que alguien albergue pensamientos tales como ‘Vea lo que estos judíos hicieron’, debería ser indicado que:

1) Fue el deseo de los judíos de derrocar el yugo de la amarga persecución cristiana antijudía lo que los condujo a abrazar inicialmente el Sabbateanísmo del cual evolucionó el Frankismo.

2) Una vez que alguien adoptaba esas ideologías, él dejaba de ser un judío, siendo judío sólo de nacimiento o un judío sólo de nombre.”

El primer punto suena a excusa formal; sin embargo, el segundo punto merece tenerse en cuenta.

 

Y en el mismo libro, afirma:

La verdad del asunto era, como señalará este libro, que hubo una conspiración, pero no fue ni judía ni católica ni masónica. Involucró a personas de todo tipo de antecedentes religiosos y nacionales. Al lado de los Schiffs, Warburgs y Rothschilds estuvieron los Morgan y los Rockefeller.”

 

 

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