TERCERA PARTE
Habíamos dejado a Gurdjieff organizando eficazmente la actividad en el Priorato de Fontainebleau y hemos de mencionar un triste suceso que le daría cierta incómoda fama internacional, atrayendo temporalmente la curiosidad por lo drástico de la noticia: la joven escritora modernista de origen neozelandés Katherine Mansfield muere en la finca regentada por Gurdjieff súbitamente a la edad de 34 años.
Kate Mansfield gozaba por entonces de cierta fama no sólo por sus publicaciones literarias, sino también por una azarosa vida privada bastante chocante en aquellos tiempos. Hacia mediados del año 1922 residía en Suiza, tratando de superar una tuberculosis que padecía desde varios años atrás. En estas circunstancias cayó en sus manos un ensayo de Ouspensky el cual atrajo vivamente su curiosidad. Decidida a saber más acerca del autor y sus ideas, planea pese a su delicada salud un viaje a Londres donde tiene previsto contactar con un conocido, Alfred Orage, intelectual y editor inglés que pertenecía al círculo íntimo de Ouspensky. De este modo se introduce en el grupo y al poco tiempo decide ir a París a conocer al artífice de la doctrina, el propio Gurdjieff, en su escuela del Priorato.
Probablemente, y ante la perspectiva de una muerte cercana por su enfermedad, había visto algo de esperanza en las teorías del desarrollo interior propuestas por Gurdjieff.
Hasta su llegada a París la escritora había ocultado su verdadera intención ante sus allegados excusando sus viajes en visitas a médicos en busca de tratamientos alternativos y eficaces. Ya en París incluso es reconocida por un especialista, quien le ofrece un método que puede curar su tuberculosis. Sin embargo, y pese a las protestas del médico, ella decide ignorar su ofrecimiento e ingresar en el Priorato para ponerse bajo la tutela de Gurdjieff.
El 9 de enero de 1923, tras unos pocos meses de estancia en el Instituto y durante una visita de su marido, Katherine Mansfield muere tras una fuerte hemorragia pulmonar en su habitación del Priorato. Sería enterrada en el pueblo, Fontainebleau; ni Gurdjieff ni el Instituto sufrieron ningún tipo de mala prensa, ya que quedaba claro que la fallecida había querido estar allí por voluntad propia, aunque el caso tuvo cierta repercusión y algunos pormenores salieron a relucir en la prensa internacional. Se cuenta que cuando a Gurdjieff se le preguntaba por Kate Mansfield este respondía, en su inglés chapurreado y tratando de esquivar el tema: “Yo no conocer”.
El hecho quedo atrás y el Instituto continuó su andadura sin otras complicaciones. Así, el 13 de diciembre de 1923, una revista especializada en el mundo del espectáculo informaba pomposamente sobre la primera representación de las danzas de Gurdjieff en París:
“El profesor Gurdjieff es, tal vez, desconocido en París pero es célebre en todo el mundo. La primera demostración de su Instituto, que se presentará esta noche en el teatro de los Campos Elíseos, está consagrada a Movimientos. Será seguida posteriormente por otras demostraciones concernientes a la música y a las verdades extraordinarias, verificadas en las ceremonias religiosas del antiguo Oriente… Lo que ha suscitado sobre todo la curiosidad del profesor Gurdjieff, es el Oriente antiguo y moderno. El arte de ese país nos será revelado en la gimnasia; el ritmo, en danzas sagradas y profanas; las danzas de derviches, faquires y de monjes, algunas de las cuales están íntimamente enlazadas con ceremonias religiosas… Por primera vez se nos revelarán las danzas tibetanas y del Afganistán. Este espectáculo curioso y sorprendente se dará a partir de esta noche en ensayo general público, en el teatro de los Campos Elíseos.”
Entre el 13 y el 25 de Diciembre de 1923 el Instituto Gurdjieff dio un total de ocho representaciones en el Teatro de los Campos Elíseos de París. Las demostraciones fueron acompañadas por treinta y cinco músicos dirigidos por Thomas de Hartmann. La programación constaba de tres partes: Gimnasia Sagrada o “Movimientos”, danzas Derviches y, por último, unas melodías interpretadas por mujeres inspiradas en diversos trabajos manuales, típicamente femeninos, realizados rítmicamente en aldeas de diferentes lugares del continente asiático. Si exceptuamos las danzas de los derviches, el resto del programa era totalmente inédito no sólo en París, sino en Occidente. El teatro parisino sufrió una exótica transformación al recibir objetos decorativos orientales, alfombras de complicados diseños, delicias culinarias turcas… todo ello procedente del Priorato. Los pupilos de Gurdjieff participaban en el espectáculo ataviados con las clásicas vestiduras derviches. La representación recibió elogios en la prensa capitalina e incrementó el interés de algunos por conocer el trabajo en el Château de Avon.
Pero lo más importante de la crítica favorable fue que supuso una excelente carta de presentación para los teatros norteamericanos. Semanas antes se habían desplazado a los Estados Unidos el doctor Stjernvall y Alfred R. Orage, que se había convertido en un entusiasta incondicional muy cercano al maestro. Ambos se dedicaron a preparar el terreno organizando charlas abiertas a todos los interesados en la ciudad de Nueva York. El círculo intelectual norteamericano, de forma similar al inglés, estaba bastante receptivo a este tipo de ideas innovadoras y se suscitó un apreciable interés por conocer de primera mano a Gurdjieff y su Instituto.
La primera demostración del espectáculo de danza en América tuvo lugar el 23 de enero de 1924 en el “Leslie Hall” de Manhattan (Nueva York); incluyó además una demostración de fenómenos mentales estudiados en el Instituto y llevados a cabo por los propios alumnos. Alfred Orage ejerció de maestro de ceremonias presentando y explicando al público los pormenores de la exhibición, y el matrimonio Hartmann tuvo un importante papel en el escenario tanto en la danza como en la representación posterior; Gurdjieff dirigía personalmente a los bailarines, entre los cuales figuraba su esposa. La mayoría de los asistentes eran intelectuales, artistas y críticos que al parecer quedaron gratamente impresionados con el espectáculo.
La aventura neoyorquina fue el primer paso para otras demostraciones que se sucederían en Boston (5 y 6 de marzo) y Chicago (21 y 24 de marzo).
De este modo, la atención de los intelectuales europeos y americanos fue atraída por las singulares manifestaciones públicas producidas en París y en las capitales norteamericanas mencionadas. Al mismo tiempo, Ouspensky continuaba en Londres ofreciendo una serie de conferencias sobre las teorías y los métodos aprendidos de Gurdjieff, las cuales reunían a muchos escritores, artistas, psicólogos y hombres de mundo. En poco más de un año la intelectualidad occidental estaba, por así decirlo, inquietada por Gurdjieff.
En el París del periodo de entreguerras, salpicado de cafés, librerías y pintores al aire libre, Gurdjieff disfrutaba de una libertad de acción óptima. Se le podía encontrar en alguno de esos cafés alternando con sus pupilos y transeúntes en animadas charlas. Las corrientes filosóficas del momento pasaban totalmente inadvertidas para él, que no dudaba en despreciar abiertamente cualquier tendencia artística de moda y todo intento de especulación racional , ya procediera de filósofos, teólogos, literatos o artistas de las más variadas especialidades y géneros.
Cuando parecía que los proyectos de Gurdjieff se estaban materializando adecuadamente ocurrió un hecho que le afectó directamente y que, visto en perspectiva, pudo ser clave en el comienzo de un paulatino cambio en la marcha de dichos proyectos. A su vuelta del continente americano, Gurdjieff sufre un grave accidente automovilístico: estando al volante de su coche en el trayecto de vuelta de París a Fontainebleau y en plena noche se estrella contra un árbol. Gurdjieff sale muy malparado, con tremendas heridas que incluso hicieron temer por su vida. Le costaría seis meses recuperarse físicamente.
A partir de entonces, aunque el accidente no pareció dejarle secuelas graves de salud, parece que fue decayendo su interés por el Instituto. Además, la afluencia de candidatos no era suficiente para compensar el coste económico del Priorato, que empezaba a tener problemas para su mantenimiento. La mayoría de los estudiantes que ingresaban no permanecían allí mucho tiempo; sólo unos pocos que decían encontrar cierta paz espiritual y el grupo reducido de fieles incondicionales eran inquilinos estables. También es cierto que Gurdjieff no escatimaba con el dinero: sus conocidos ágapes aglutinaban a decenas de comensales y en ellos no faltaban los caprichos o exotismos culinarios ni por supuesto el alcohol, todo ello servido en abundancia y procedente de sus siempre bien surtidas despensas. Gurdjieff mismo era tan buen cocinero como gourmet, además de gran bebedor y fumador empedernido; todo un sibarita. Y no olvidemos, volviendo al aspecto pecuniario, la aventura americana que había servido para establecer una colonia de seguidores allí pero que había supuesto un gran desembolso económico.
A propósito de la economía de Gurdjieff, que dados los proyectos y tribulaciones que acometió durante su vida tuvo que ser muy compleja, hay que decir que él afirmaba que hacía todo lo posible para garantizar la buena marcha de dichos proyectos sin contar con ayuda económica externa, tomándose muy en serio el cargo de todas las personas que tenía a su alrededor. Para ello se basaba en una extraordinaria habilidad personal para los negocios, que decía que le había procurado pingües beneficios hasta en las situaciones más extremas. Según sus propias palabras, no desechaba ningún mercadeo si eso le procuraba ganancias, y parece ser que sabía desenvolverse y «venderse» extraordinariamente bien en los ambientes mercantiles. No obstante, testimonios directos de algunos de sus más allegados afirman que desde su inicio en Rusia el ingreso en la escuela de Gurdjieff suponía una cuota bastante elevada, y que a lo largo de su trayectoria el maestro recibió donaciones externas bastante cuantiosas que el no desestimaba en absoluto.
En esta tesitura, a mediados de 1926 muere la esposa de Gurdjieff de cáncer sin que este pueda hacer nada. En 1929, Thomas y Olga de Hartmann, fieles seguidores desde los primeros años, dejan a Gurdjieff sin dar ninguna razón de ello.
Finalmente, hacia 1933 el Priorato cesó sus actividades; Gurdjieff se deshizo de la finca y se fue a vivir a París donde fijó su residencia definitivamente en un céntrico apartamento. A partir de entonces el cambio fue notable: se aceleró el reclutamiento de seguidores de la doctrina aunque la enseñanza ya no era tan profunda como antes, lo cual ayudaba a la expansión de los conceptos pero no a su comprensión. Gurdjieff pasó a segundo plano delegando funciones en instructores que se encargaban de todo, mientras el se dedicaba a escribir el grueso de su bibliografía, a atender a particulares y buscar recursos financieros, a presidir reuniones sociales y a componer e interpretar música pues tocaba el armonio (similar al modelo hindú) ocasionalmente en dichas reuniones.
Gurdjieff consideraba la música, o más bien cierta música, como clave esotérica; una de las más eficaces disciplinas de la vida interior y del conocimiento cosmogónico. Decía que había adquirido cierta destreza en la composición y ejecución musical gracias a sus visitas a recintos sagrados en sus años de búsqueda interior, ya que allí se guardaba celosamente también el secreto de este arte. En cierta ocasión, antes de uno de sus improvisados conciertos, afirmó que se disponía a a tocar una melodía que provenía de un monasterio esenio de la época de Jesucristo.
En todo caso los testimonios que nos han llegado de asistentes a esos conciertos describen una música muy antigua y que proporcionaba fuertes emociones a los oyentes. Como curiosidad diremos que Gurdjieff desdeñaba la formación y oficio musical de su cercano discípulo Thomas de Hartmann (sin duda un músico de alto nivel) por considerarlo superficial, y siempre insistió en que captara y aprendiera los fundamentos de la música sacra oriental, asunto en el que el discípulo se aplicó a fondo con buenos resultados dado que posteriormente fue pieza clave en la orquestación del espectáculo de Danza, como hemos visto.
Se dice que Gurdjieff produjo cerca de las doscientas composiciones musicales, además de numerosas danzas y movimientos.
La llegada de la segunda guerra mundial frenó considerablemente el flujo de seguidores americanos y británicos. Durante la ocupación alemana de Francia visitaban a Gurdjieff un reducido grupo de discípulos franceses y la actividad se circunscribió a las reuniones domiciliarias con la lectura de sus manuscritos y a las consiguientes cenas (aunque los recursos ciertamente escaseaban dadas las circunstancias). Sin embargo, Gurdjieff mantuvo su status con bastante dignidad y tampoco fue molestado por motivos políticos desde ningún bando.
Al término de la guerra comenzaría la última etapa en la vida de Gurdjieff. Se retomó el contacto con los seguidores anglosajones y muchos de los que habían tenido que abandonarle forzosamente volvieron a frecuentarle con renovados ánimos, si bien es cierto que el maestro ya se limitaba a pasar el tiempo asistiendo a reuniones en las que los alumnos llevaban la voz cantante, improvisando como hemos dicho alguna demostración musical o como mucho buscando financiación para la producción de sus escritos (para lo cual realizó algunos viajes a Estados Unidos, donde siempre obtuvo buen acogimiento). Aunque se dice que también muchas personas buscaban su ayuda y consejo, lo cual le ocupaba gran parte de su tiempo.
Algunos hombres, antes de introducirse en el entorno y método de trabajo de Gurdjieff, intentaron seriamente acercarse a su mentalidad intrigados por el efecto que producía en las personas. No existe un testimonio que nos aclare realmente los aspectos de dicha mentalidad: se dice que era un hombre muy vital (hasta sus últimos días) y con una extraordinaria capacidad de trabajo; que poseía un magnetismo particular que impresionaba e incluso subyugaba las mentes; que emanaba una seguridad y auto convicción que le hacía presumiblemente poseedor de un gran conocimiento y control interior, aunque a otros les parecía que se perdía en divagaciones y eran efectos de una gran megalomanía…También se le acusó frecuentemente de tener un agrio carácter, sobre todo con sus discípulos a quienes exigía obediencia estricta y a los que en ocasiones no dudaba en ridiculizar públicamente; respecto a esto, otros opinaban que este comportamiento obedecía a la necesidad de fortalecer interiormente a los alumnos o al hecho de espantar a los curiosos sin fundamento que le merodeaban y a los cuales detestaba (Gurdjieff era bastante exigente al evaluar los motivos personales por los que la gente se le acercaba, y desde los primeros tiempos en Rusia siempre inquiría a los candidatos por los motivos personales que les impulsaban a aprender con él). El caso es que estas afirmaciones contrastan con otras que le atribuían una exquisita educación y caballerosidad con las personas que se acercaban honestamente a solicitar su ayuda. Sea como fuere, nadie que hubiera estado en su presencia parece que haya podido evadirse a su influencia personal, la cual podía causar un sentimiento tanto de repulsión indefinible como de respeto o de absoluta reverencia y sumisión. Con todo, no se puede negar que poseía un extraordinario carisma.
Finalmente, después de un último viaje a Estados Unidos, G. Gurdjieff fallece (oficialmente de cáncer de hígado) el 29 de Octubre de 1949 en el hospital de Neuilly en París, siendo enterrado en Fontainebleau.
Jeanne de Salzmann, su secretaria personal, asumió oficialmente la continuación del trabajo de Gurdjieff; para ello y hasta la fecha de su muerte en 1990 creó una fundación y diferentes escuelas y organismos dedicados a preservar la enseñanza y mensaje del maestro por todo el mundo. Ni que decir tiene que hoy en día existen decenas de organizaciones, grupos de estudio o asociaciones que, con mayor o menor escrupulosidad, pretenden aplicar la metodología Gurdjieff.
Otros de sus alumnos o personas que le conocieron en vida trataron de emular su trabajo siguiendo sus directrices con mayor o menor fortuna , como es el caso de los ya mencionados John Moore y J. C. Bennett; de este último ya hablamos en nuestro artículo biográfico sobre Idries Shah. Personaje de la alta sociedad inglesa, quedó sumamente impactado cuando conoció a Gurdjieff allá por 1920 ejerciendo como enlace militar en Estambul. Pasaría unos meses interno en el Priorato en 1923, aunque se fue y hasta después de la segunda guerra mundial no retornaría, uniéndose entonces al grupo parisino en torno al maestro; tras la muerte de este sería nombrado delegado en Inglaterra del Instituto. Pero ciertas vicisitudes pronto le desvincularon del grupo central y pasó el resto de su vida intentando difundir las ideas de Gurdjieff independientemente (también escribió varios libros relacionados con su propia búsqueda del conocimiento y por supuesto con Gurdjieff), llegando en sus últimos años a fundar un centro de estudios transpersonales a imagen del Instituto de desarrollo del armenio pero con menor fortuna y acierto. Hablamos de Bennett por tratarse de un hombre profundamente interesado en el desarrollo espiritual durante toda su vida, que perteneció al círculo personal de Gurdjieff y que trató de seguir sus directrices e incluso de emular su búsqueda del conocimiento esencial tal y como lo atestiguan sus viajes por el medio Oriente. Probablemente nunca encontró a otro maestro como el armenio, aunque se involucró con diversos gurús y místicos y llegó a tener una curiosa relación con otro autor relacionado con el sufismo, Idries Shah, tal y como relatamos en el mencionado artículo (ver Idries Shah). En todo caso consideramos interesante una incursión en la biografía de J. G. Bennett por el hecho de ir encajando piezas del misterioso puzzle que parece englobar todo y a todos los relacionados de alguna manera con la repentina difusión del esoterismo, o quizá más propiamente dicho del ocultismo, de los siglos XIX – XX.
En cuanto a la faceta literaria de Gurdjieff, hay que decir que aunque no fue demasiado prolífico en obras escritas sí que produjo una bibliografía bastante compacta, que comprende diversos tomos voluminosos encuadrados en series con el título general de “Del todo y de todas las cosas” en los que pretende exponer su doctrina y orígenes teóricamente; ya hemos hablado de la serie de libros “Encuentros con hombres notables” en los que el autor esboza un somero autorretrato incluyendo una sucinta declaración de intenciones y ciertos datos sobre las fuentes de su conocimiento e inspiración. Otra de las series es “Relatos de Belcebu a su nieto” donde se exponen argumentos a través del diálogo entre dos personajes ficticios. La última serie fue “La vida es real solo cuando YO SOY”, probablemente inacabada.
Además hay algunas obras menores que resultaban muy útiles en las reuniones con los alumnos (solían comenzar con la lectura de pasajes que podía extenderse hasta dos horas). En este grupo se puede encuadrar “Vislumbres de la verdad”, probablemente la primera obra escrita de Gurdjieff que data de finales de 1914 y que ya abordaba el método de “trabajo sobre uno mismo” que impresionó a Ouspensky. Gurdjieff elaboró varios textos de este tipo cuyo coste lo sufragaba el mismo junto con sus discípulos y que no solían trascender de las reuniones. Solo contados ejemplares pasaban de mano en mano como obsequio personal o para recaudar puntualmente fondos.
Aunque la obra de G. I. Gurdjieff fue manuscrita en la lengua armenia y rusa, su publicación en inglés facilitó, obviamente, la rápida y eficaz difusión; no obstante la primera edición oficial en inglés de un texto de Gurdjieff no aparecería hasta 1950. Al respecto diremos que Gurdjieff nunca aprendió a hablar el inglés correctamente: en muchas ocasiones hacía uso de traductores (alguno de sus alumnos). Su inglés básico y chapurreado provocaba un efecto de cierto desconcierto en sus interlocutores.
En general las opiniones y críticas externas acerca de los textos suelen ser bastante prudentes e imprecisas, posiblemente porque es difícil llegar a su más íntima comprensión. El propio Gurdjieff dijo:
“Nadie interesado en mis escritos deberá nunca intentar leerlos en otro orden que el indicado. En otras palabras, no deberá leer nada escrito por mí antes de haber sido debidamente informado con los trabajos anteriores.”
En todo caso se ha criticado (generalmente con bastante ligereza, dicho sea de paso) que estos trabajos son erráticos, en ocasiones ininteligibles, con un lenguaje mal articulado e incluso incomprensible; pero no se ha rebatido formalmente su contenido y estos libros han quedado como literatura “de culto”, ciertamente recomendable.
La influencia de Gurdjieff es patente incluso hoy en día. Desde su muerte diversas personalidades relacionadas con el mundo del arte o la cultura en general han reivindicado dicha influencia, además de que su teoría “El cuarto camino” permanece como método de superación personal innovador y original. No cabe duda de que el nombre de Gurdjieff es un serio referente para todo buscador del autoconocimiento.
Gurdjieff no tuvo hijos con su esposa Julia, al menos que se sepa, pero se afirma que sí los tuvo fruto de relaciones con algunas de sus alumnas con previo consentimiento de estas y de sus maridos. Tal es el caso de Michel de Salzmann, que continuaría al frente del Instituto Gurdjieff en Francia eficazmente, recogiendo el relevo de su madre Jeanne, hasta su muerte en 2001; o de Nikolai de Stjernvall, presunto hijo de Gurdjieff y Elizaveta Grigorievna -la esposa del dr. Stjernvall- el cual escribiría un libro titulado “Mi querido padre Gurdjieff” donde expone aspectos personales de la relación entre ambos…sólo por citar a los más conocidos, ya que hubo algunos más. La mayoría de estos pretendidos descendientes crecieron en el entorno más íntimo de Gurdjieff, siendo naturalmente aceptados por este. Respecto a la sexualidad de Gurdjieff se ha llegado a decir que usaba su influencia sobre sus alumnas para aprovecharse de ellas sexualmente cuando le venía en gana; hasta qué punto sea cierta toda la información existente respecto a dicha vida sexual incluídos sus pretendidos hijos es difícil de verificar, sólo cabe atenerse a los testimonios de testigos o personas directamente implicadas.
No podemos dejar de mencionar la película que elaboró el director de cine inglés Peter Brook a propósito del libro de Gurdjieff “Encuentros con hombres notables” (1979) y con el mismo título, en la que fue directamente asesorado por Jeanne de Salzmann.