KHAZARIA parte II

 

……………………………………viene de la parte I

 

Khazaria: un refugio seguro

En su libro “Los judíos de Khazaria”, el historiador Kevin Alan Brook afirma que un número significativo de judíos perseguidos de diferentes lugares habrían viajado a Khazaria para encontrar un refugio seguro incluso antes de que el rey Bulan se convirtiera al judaísmo:

“La política antijudía del Imperio Bizantino también obligó a muchos judíos a huir a tierras menos peligrosas como Khazaria. Varios emperadores iniciaron políticas de bautismo forzoso. Alrededor de 630-632, el emperador bizantino Heraclio (que reinó entre 610 y 641) decretó que todos los judíos de su imperio debían convertirse al cristianismo. Los judíos también escaparon del Imperio Bizantino alrededor de los años 722-723, durante el reinado del emperador León III (que reinó del 714 al 741), ya que la política de León III era obligar a los judíos a adoptar el cristianismo. Las persecuciones en Bizancio siguieron siendo una amenaza para los judíos durante el siglo siguiente. En la década de 860, el emperador Basilio I (que reinó entre 867 y 886) intentó convertir a los judíos bizantinos por decreto”.

Brook estima que las múltiples oleadas de judíos perseguidos que llegaron a Khazaria desde Bizancio, Persia, Khwarezm (Corasmia, actual Uzbekistán), Armenia, Hungría y el suroeste de Asia en general fueron lo suficientemente importantes como para preparar las condiciones para que el país fuera apropiado para su conversión al judaísmo. Fue a través de esta afluencia de crecimiento demográfico que el reino de Khazaria finalmente llegó a estar a la par, geográfica y demográficamente, con el Imperio Bizantino y el brillante Califato Islámico de Harun al-Rashid (quien llevó al califato abasí a una espléndida edad de oro). Otro dominio muy importante de la época fue el Imperio carolingio de los francos, que mantenía contactos con la Khazaria judía fundamentalmente a partir de la ciudad occitana de Narbona y por medio de sus comerciantes judíos radhanitas. Incluso al-Ma’mun, el hijo de Haroun al-Rashid, consideraba a Khazaria como un lugar de refugio. Tanto es así que, cerca del comienzo del califato de al-Ma’mun en 813, y en un intento de evitar una guerra civil con su hermano al-Amin por su turno para gobernar como califa, hubo intercambios de cartas entre los dos hermanos en las que al-Ma’mun identificó su política pacífica con el rey judío de los jázaros; al Ma’mun llegó a sugerir que, en caso de derrota en una guerra contra su propio hermano, se pondría bajo la protección del «Khagan, el rey de los turcos», refiriéndose al rey jázaro.

Según el insigne historiador y erudito islámico del siglo X al-Mas’udi (896 – 956), el rey Bulan se convirtió al judaísmo bajo el califato de Haroun Al-Rashid y como ya hemos mencionado había creado una Corte Suprema de Justicia ejemplar encabezada por siete jueces ecuménicos, sobre los cuales él gobernaba. El reino de Khazaria tenía una forma central de gobierno altamente desarrollada con un sistema de ejército nacional regular, una extensa producción económica de pesca, artesanía, producción agrícola y una vasta capacidad comercial de importación y exportación a través de la Ruta de la Seda y los tres ríos más importantes de Europa del Este, el Dnieper, el Don y el Volga, que vertían sus aguas en el mar Negro y el mar de Khazar (mar Caspio), ambos estratégicamente conectados, cultural y económicamente, con los mundos cristiano y musulmán. Al-Mas’udi confirmó la conversión del rey de los jázaros de la siguiente manera:

“En esta ciudad (es decir, Atil, la capital de Khazaria en el Volga) hay musulmanes, cristianos, judíos y paganos. Los judíos son el rey, sus servidores y los jázaros de su especie. El rey de los jázaros ya se había convertido en judío en el califato de Harún Al-Rashid, y allí se le unieron judíos de todas las tierras del Islam y del país de los griegos (Bizancio). De hecho, el rey de los griegos en la actualidad (943-944 d. C.), Armanus (es decir, Romano I Lecapeno) ha convertido a los judíos de su reino al cristianismo y los ha coaccionado. Daremos la historia y los números de los reyes de los griegos más adelante en este libro, con un relato de este rey y de aquel que comparte su imperio con él (este fue Constantino VII Porfirogenito) en la época en la que está fechado nuestro libro. Muchos judíos huyeron del país de los griegos a Khazaria, como hemos descrito. Se da cuenta de la judaización del rey jázaro, que no mencionamos aquí. Ya lo hemos mencionado en un trabajo anterior”. (Al-Mas’udi, “Muruj alDhahab, Prados de oro”)

 

Desafortunadamente, el otro relato de “la judaización del rey jázaro” sobre el que escribió al-Mas’udi nunca se encontró entre sus escritos. Pero, independientemente de ello, su relato preservado es muy valioso; no hay duda sobre el hecho de que el Califato abasí de Bagdad era el único acuerdo interreligioso que existía en esa zona del mundo en ese momento histórico. Además, hay que tener en cuenta que este acontecimiento de conversión pudo suceder sólo unas pocas décadas después de que el abuelo de Haroun-al-Rashid enviara un rey judío a gobernar Narbona (como explicaremos luego), y unas décadas antes de que san Cirilo fuera enviado a Khazaria por el emperador bizantino Miguel III en el año 860, con la intención de convertir a la mayor parte de personas al cristianismo, misión que en el reino jázaro no prosperó pero sí con otros pueblos, como los búlgaros.

Sin embargo, hay que decir que los investigadores todavía no han llegado a un consenso definitivo en lo que se refiere al momento histórico de la conversión jázara al judaísmo, ni si esta fue espontánea o progresiva en la sociedad jázara; el margen cronológico más probable podría abarcar desde mediados del siglo VIII hasta bien entrado el siglo IX, en base a las estimaciones que unas pocas fuentes primarias ofrecen, como este testimonio de al-Mas’udi o el ya mencionado de Yehuda haLevi, los cuales difieren entre sí por varias décadas. Algunos investigadores aportan como prueba indirecta el hecho de que los trabajos arqueológicos hasta ahora conocidos demuestran que los amuletos solares tengri y otras reliquias chamánicas desaparecen de los enterramientos jázaros a partir del año 830 aproximadamente, lo que indicaría un cambio drástico en la religión del khaganato jázaro hacia esa fecha.

Una indicación crucial de que Haroun Al-Rashid estuvo directamente involucrado en el establecimiento de esta conversión judía y acuerdo ecuménico proviene del hecho de que varios relatos judíos e islámicos indican que la conversión del rey de Khazaria fue precedida por una “disputatio” (debate teológico) entre un cristiano, un musulmán y un judío. Este no fue sólo el método de enseñanza e investigación fundamental del renacimiento musulmán de Haroun Al-Rashid, sino también el del insigne pedagogo y erudito Alcuino de York y su protector Carlomagno. Este método de disputatio era una forma típica de diálogo platónico de ruptura de axiomas polémicos, que se utilizó durante la Edad Media para replicar el método conocido entonces como mayéutica, es decir, el arte socrático de descubrir el conocimiento por el surgimiento de ideas a través de preguntas.

Además, al-Mas’udi también informó que el rey jázaro no tenía un ejército estrictamente personal y que el núcleo del ejército imperial (permanente) de Khazaria era una fuerza militar musulmana de unos doce mil hombres que vivían en el reino bajo condiciones especiales de seguridad, acordadas por el rey alrededor del año 800 d.C. Esta es una extraordinaria circunstancia histórica muy llamativa, que indica que debió haberse alcanzado un tratado de defensa mutua entre judíos y musulmanes por el rey de Khazaria, Bulan, y el califa de Bagdad, Haroun Al-Rashid. De hecho, probablemente fue el propio Haroun Al-Rashid quien introdujo la cláusula por la cual un ejército islámico proporcionaría seguridad además a la ruta comercial dentro del territorio de Khazaria. Esta medida de seguridad habría sido establecida para garantizar la estabilidad del régimen ecuménico frente a la posibilidad de algún futuro rey que decidiera cambiar su principio de gobierno, así como cualquier posible invasión bizantina desde Constantinopla.

El acuerdo estratégico entre el reino judío jázaro y el califato musulmán implicaba que si alguna vez el rey jázaro declarara la guerra al Islam, el ejército islámico Arsiyah (mercenario), aunque de facto bajo el liderazgo de este rey judío, automáticamente se uniría a las fuerzas islámicas y lucharía contra los infieles del lado del Islam. Este sorprendente acuerdo fue confirmado en detalle por al-Mas’udi:

“Los elementos predominantes en este país (Khazar) son los musulmanes, porque forman el ejército real. Se les conoce en este país como Arsiyah y son inmigrantes del barrio de Kwarezm. Hace mucho tiempo, después de la aparición del Islam, hubo guerra y pestilencia en su territorio, y acudieron al rey jázaro. Son fuertes y valientes y el rey jázaro confía en ellos en sus guerras. Han seguido residiendo en su país bajo ciertas condiciones, una de las cuales es la profesión abierta de su religión (Islam), con permiso para mezquitas y el llamado a la oración. Además, el visirato (cargo de visir) debe pertenecerles. En la actualidad el visir es uno de ellos, Ahmad ibn Kuya. Cuando el rey de los jázaros está en guerra con los musulmanes, ellos tienen un lugar separado en su ejército y no luchan contra la gente de su propia fe. Luchan con él contra todos los incrédulos. En esos momentos, unos siete mil de ellos cabalgaban con el rey, arqueros con corazas, cascos y cotas de malla. Algunos también son lanceros, equipados y armados como los musulmanes. También tienen un juez musulmán. La costumbre en la capital jázara es tener siete jueces. De estos, dos son para los musulmanes, dos para los jázaros que juzgan según la Torá, dos para los cristianos que juzgan según el Evangelio, y uno para los Saqalibah Rus y otros paganos que juzgan según la ley pagana, es decir, según principios teóricos (no adoran a Dios, ni recurren a la razón). Cuando se plantea un caso grave, del que no tienen conocimiento, se presentan ante los jueces musulmanes y allí abogan, obedeciendo lo que establece la ley del Islam.

Ninguno de los reyes del Este en este sector tiene un ejército regularmente abastecido excepto el rey de los jázaros. Todos los musulmanes de esas partes son conocidos por el nombre de estos pueblos, los Arsiyah, los Rus y los Saqalibah, a quienes hemos mencionado como paganos. Son el ejército y servidores del rey. En su ciudad hay muchos musulmanes, comerciantes y artesanos, además de Arsiyah, que han venido a su país debido a su justicia y la seguridad que ofrece. Tienen una mezquita catedral y un minarete que se eleva sobre el castillo real, y además otras mezquitas, con escuelas donde los niños aprenden el Corán. Si los musulmanes y los cristianos están unidos, el rey no tiene poder sobre ellos”. (DM Dunlop, The History of the Jewish Khazars, citado de al-Mas’udi, “Muruj al-Dhahad, ‘Prados de oro’”)

Sin embargo, es muy posible que una razón por la cual el Reino de Khazaria se había vuelto tan poderoso fue porque tenía la forma de sistema de justicia más tolerante jamás concebida hasta ese momento, basado en una comunidad de principios que acogía e integraba a judíos, cristianos, musulmanes y paganos dentro de su territorio. El Reino de Khazar fue un experimento original en el establecimiento de un estado-nación, además de la realización concreta del principio de razón entre las culturas más importantes del mundo en ese momento. La importancia de su logro, no obstante, no residió en ninguna religión particular como tal, sino en el hecho de que las tres religiones, el judaísmo, el islam y el cristianismo estaban consolidadas por el concepto superior del ágape (amor a la verdad, a la humanidad) derivado de la cultura griega clásica platónica.

También es importante recalcar que los jázaros eran originalmente un pueblo nómada turco de Asia Central, de creencias tengrianistas por naturaleza y tradición como hemos visto pero que había sido influenciado por la filosofía china del gran Confucio, especialmente por la idea de Confucio del Mandato del Cielo, el concepto filosófico de la legitimidad del gobernante respaldada por el poder celestial, creencia que se volvió fundamental entre los turcos jázaros. Respecto a esto, notemos la similitud con la idea de gobernante por derecho divino de Carlomagno y obviamente del musulmán Haroun-al-Rashid.

El intercambio sociocultural con el imperio de China debió de ser una constante durante toda la existencia del reino jázaro. En todo caso, también debemos tener en cuenta que la presencia de judíos en China en esta época era anormalmente grande; la primera afluencia registrada de judíos ocurrió en el año 618 d.C. con el comienzo de la dinastía Tang (618 – 907). Cuando el emperador Tang revivió las rutas comerciales de la Ruta de la Seda que se habían desmoronado después de la caída de la dinastía Han en el año 200 d.C. budistas, hindúes, cristianos nestorianos, zoroastrianos, musulmanes y judíos acudieron en masa a China. Esto fue un soplo de aire fresco especialmente positivo para los judíos, como afirmó el historiador chino dr. Pan Guang: “(Los judíos)… podían preservar sus costumbres y creencias religiosas nativas… En educación, trabajo, compra y venta de tierras, matrimonio y derecho a moverse, disfrutaban de las mismas ventajas y derechos y trato como los chinos Han. Nunca enfrentaron discriminación”.

Esta política tolerante de China contrastaba marcadamente con la persecución y las conversiones forzadas que se habían extendido por todo Occidente, como las que fueron impulsadas por algunos emperadores bizantinos, con los ejemplos ya citados.

Sin embargo, gran parte de esta presión y persecución por parte del imperio bizantino pudo deberse no tanto a razones religiosas como a razones geopolíticas, ya que la conversión del antiguo Reino de Himyar (actual Yemen) al judaísmo en 380 d.C. trastocó los intereses bizantinos de controlar un corredor marítimo vital (el Estrecho de Bab el-Mandeb) hacia el Mar Rojo frente a la costa del Yemen actual.

Así pues, entre el 380 y el 525 d.C., un reino importante e influyente que ocupaba todo Yemen y gran parte del sur de la península arábiga era… judío. Los relatos supervivientes de la dinastía Himyarita son tan escasos como los de Khazaria, aunque los griegos y romanos conocían el reino, teniendo sobre todo los romanos fuertes relaciones comerciales con Himyar. El mismo Plinio el Viejo en el siglo I describe el estado himyarita como “una de las naciones más ricas del mundo”. Era un poderoso centro de comercio internacional que unía el Mediterráneo, Oriente Medio y la India, con contactos incluso en gran parte de Africa oriental.

El obispo sirio Simeón de Beth Arsham, que vivió a principios del siglo VI, afirmó (a partir de fuentes indirectas), que al parecer un líder himyarita de confesión judía llamado Yusuf Dhu Nuwas había lanzado hacia el año 525 una persecución contra los cristianos que vivían en la región de Yemen y sus alrededores, tal vez en represalia por los acosos a judíos por los propios cristianos occidentales. Este ataque a los cristianos parece confirmado por otras fuentes, y resultó en una guerra total de aniquilación contra Yusuf y el fin del reino himyarita ya que el vecino reino etíope de Aksum, a instancias del emperador bizantino Justino I, invadió Himyar para detener la masacre de cristianos y de paso hacerse con el control del rico reino himyarita, como así sucedió. En todo caso, los bizantinos trataron de influir e intervenir en lo posible en la península arábiga y sus alrededores principalmente promoviendo el cristianismo entre los pueblos de la zona, cosa que consiguieron con el poderoso reino aksumita, que se desarrolló entre los siglos IV a.C. y el IX d.C. Los aksumitas se convirtieron al cristianismo en el siglo IV d.C., y después de la conquista de buena parte del sur de la península arábiga su imperio terminaría derrumbándose bajo la presión persa y posteriormente islámica.

 

Los radhanitas

Volvamos al reino de Khazaria mencionando otro dato interesante: el grupo principal en la fase inicial de renovación de las vías de la Ruta de la Seda fueron los comerciantes judíos radhanitas, una peculiar comunidad de la que se tienen muy pocos datos. Según algunas opiniones eran originarios de la provincia de Radhan en Irak, aunque otros estudiosos afirman que provenían del valle del Ródano, en Francia; lo más probable es que ambos puntos fueran enclaves destacados radhanitas. Siguiendo el relato del persa al-Mas’udi, estos comerciantes judíos resultaron fundamentales en el comercio entre Europa, Africa y Asia desde el siglo VII al siglo X, y a su éxito contribuyó el hecho de que dominaban diversas lenguas: por otro lado, según el geógrafo del siglo IX Ibn Khurdadbeh había cuatro rutas comerciales radhanitas que unían Europa con China. El corredor principal y más activo que atravesaba Oriente Medio y Europa era la “Ruta de la Seda Esteparia”, gran parte de la cual estaba bajo la jurisdicción de Khazaria.

La dinastía abasí desempeñó otro papel indispensable en la preservación de la Ruta de la Seda y el renacimiento confuciano junto con su alianza con Khazaria. Como ejemplo ilustrativo, diremos que en un momento decisivo, en 755 d.C., la dinastía Tang enfrentó una terrible crisis conocida como la rebelión An-Shi, ocasionada cuando un general renegado, An Lushan, se autoproclamó emperador del Norte, provocando una cruenta guerra civil y amenazando con la disolución de la nueva Ruta de la Seda. El califa al-Mahdi (abuelo del gran Haroun al Rashid) envió cuatro mil soldados musulmanes para ayudar al emperador a sofocar la rebelión, preservando de esa forma la alianza ecuménica entre los reinos. La dinastía Tang salió victoriosa, pero quedó muy debilitada por las consecuencias de este conflicto.

 

Según el excelente geógrafo y director de rutas postales bajo el califato de al-Mu’tamid (870-892) Ibn Khurdadbeh, fueron los comerciantes judíos radhanitas quienes abrieron la ruta comercial entre Europa y Extremo Oriente, y hace una extensa y precisa descripción de las distintas rutas que los radhanitas recorrían entre ambos puntos:

«Estos mercaderes (radhanitas) hablan árabe, persa, romano [es decir, griego], las lenguas de los francos, andalusíes y eslavos. Viajan de oeste a este, de este a oeste, en parte por tierra y en parte por mar. Transportan desde Occidente eunucos, esclavas y esclavos, seda, ricino, marta y otras pieles, y espadas. Toman barcos en la tierra de los francos, en el mar occidental, y se dirigen a Farama (Pelusium, en el delta del Nilo en Egipto). Allí cargan sus mercancías a lomos de camellos y se dirigen por tierra a Kolzum (Suez) en cinco días de viaje, sobre una distancia de veinte parasangs (unos cien kilómetros). Se embarcan en el mar del Este (mar Rojo) y navegan desde Kolzum hasta el-Jar (puerto de Medina) y Jeddah (puerto de La Meca); luego van a Sind (actual Pakistán), India y China. A su regreso, llevan a Kolzum almizcle, áloe, alcanfor, canela y otros productos de los países orientales, y los traen a Farama, donde embarcan de nuevo en el mar del Oeste (Mediterráneo). Algunos navegan hasta Constantinopla para vender sus mercancías a los romanos; otros se dirigen al palacio del rey de los francos (Carlomagno) para colocar sus mercancías.

A veces, estos mercaderes judíos prefieren llevar sus mercancías desde la tierra de los francos en el mar Occidental, dirigiéndose a Antioquía (en la desembocadura del Orontes, entre la actual Turquía y Siria); de allí van por tierra hasta al-Yabia, donde llegan después de tres días de marcha. Allí se embarcan en el río Éufrates hacia Bagdad, y luego navegan por el río Tigris hasta al-Obolla (al-Ubulla, Irak). Desde al-Obolla navegan hacia Omán, Sind, Hind (India) y China. Todas estas rutas están interconectadas.

Estos diversos viajes también pueden hacerse por tierra. Los mercaderes que parten de España o Francia van a Sous al-Akza (Marruecos), y luego a Tánger, de donde marchan a Karouan (Túnez) y a la capital de Egipto. De allí van a al-Ramla, visitan Damasco (Siria), al-Kufa, Bagdad y Basora (Irak), atraviesan Ahwaz, Fars, Kirman, Sind, Hind y llegan a China. A veces también toman la ruta detrás de Roma y, atravesando el país de los eslavos, llegan a Khamlif (Atil), la capital de los jázaros. Se embarcan en el mar de Jorjan (Caspio), llegan a Balkh, cruzan el Oxus (río Amu Daria) y continúan su viaje hacia Yurt y Toghozghor, y de allí a China». (Ibn Kordadbeh, “Libro de las rutas y los reinos”)

 

Este detallado pasaje describe con precisión la ruta comercial entre los cristianos carolingios, los judíos jázaros y los musulmanes abasíes. Sin embargo, existían otras tres rutas comerciales entre el Imperio carolingio, el reino jázaro y el califato de Bagdad. abiertas después de que Carlomagno despejara el camino derrotando a los ávaros hacia el año 799. Los ávaros eran bárbaros nómadas probablemente de origen mongol que habían invadido anteriormente la región de centroeuropa (Hungría).

La principal de estas rutas continentales pasaba por el canal Rin-Meno-Danubio; la segunda era una ruta terrestre Ratisbona-Viena-Kiev-Atil, y la tercera era la ruta marítima desde el río Rin hasta Dorestad (actualmente Países Bajos) en el mar del Norte, y luego, hacia el noreste, hasta Staraya Ladoga y la frontera de Volga Bulgharia, bajando por el Volga hasta Atil, en el mar Caspio.

Todas estas rutas eran conocidas y transitadas por los radhanitas. Según el historiador Joseph Jacobs:

«Europa debe a los judíos radhanitas la introducción de naranjas y albaricoques, azúcar y arroz, sen y bórax, asafétida, sándalo y áloe, canela y galingale, macis y alcanfor, caramelos y julepe, cubeba y tamarindo, zapatillas y tambores, calabaza, almizcle y azufaifo, jazmín y lila. También hay pruebas de que algunos de los términos más importantes del comercio exterior llegaron con los radhanitas, como quizá era natural. Así, la palabra «douane», para la aduana, «tarifa», «bazar», «bale», «fondac» o fábrica, y «baggage», aparecen tempranamente, así como también es probable que la raza real de caballos de Francia conocida como Limousin, introducida en el siglo IX, se debiera a estos mercaderes judíos…»

 

El citado autor Kevin Alan Brook también señala:

«Los radhanitas viajeros establecieron relaciones sociales y culturales entre Europa Central y la Rus de Kiev y Khazaria. A partir de mediados del siglo IX, el comercio se hizo extensivo entre Ratisbona (una importante ciudad del sur de Alemania) y la capital jázara, Atil; las ciudades de Viena y Kiev sirvieron como importantes centros comerciales a lo largo de la ruta. Con el paso de los años, los jázaros entraron cada vez más en contacto con los judíos occidentales, en gran parte debido a la ruta Ratisbona-Kiev-Atil». (Kevin Alan Brook,” Los judíos de Khazaria”).

 

Es interesante señalar que el periodo de existencia de esta compañía comercial judía Radhanita, que tuvo su mejor época desde aproximadamente el año 750 hasta mediados del siglo IX, comenzó casi medio siglo antes del reinado de Harun Al-Rashid, y su punto álgido de actividad coincidió con el periodo de colaboración entre el renacimiento carolingio, el renacimiento abasí y el reino ecuménico jázaro. Los radhanitas formaban una organización gremial que dirigía las caravanas del puente terrestre euroasiático y la Ruta de la Seda hasta China. Aunque los radhanitas tenían su sede en Narbona, también dirigían el comercio de Carlomagno desde las ciudades de Ratisbona, Viena, Kiev y Atil. Es bastante probable además que los judíos radhanitas hubieran influído en la conversión de los jázaros al judaísmo desde la misma ciudad de Radhan, en Irak, desde donde el rey Bulan posiblemente adoptó la forma rabínica tradicional de la fe judía.

El declive de la actividad radhanita coincidió lógicamente con el colapso del imperio carolingio y las invasiones normandas en Europa ya entrado el siglo IX; posteriormente, con la desaparición del reino Khazar y la dinastía Tang en China se pierde completamente su rastro.

Podemos también mencionar que hay ciertas evidencias que muestran que los vikingos escandinavos pudieron haber trabajado para Carlomagno con los radhanitas, y utilizaron una cuarta ruta comercial desde el Mar del Norte hacia Khazaria por tierra y sirviéndose del río Volga. Los arqueólogos han demostrado que se encontraron dírham (monedas) del período de Haroun al-Rashid en la isla sueca de Gotland, y se hicieron hallazgos similares en la desembocadura del río Rin y a lo largo de la costa del Mar Báltico hasta Staraya Ladoga (cerca de San Petersburgo, Rusia).

 

 

 

La evidencia física del Reino de Khazaria y los pormenores de su nacimiento y evolución fue casi toda destruida o suprimida, dejando muy poca información empírica con la que trabajar para los investigadores modernos (y dejando a la vez mucho espacio para chismes especulativos). Lo cierto es que el único testimonio escrito directo de fuentes jázaras descubierto hasta ahora podría ser la Carta de Kiev, que se cree que fue escrita en la ciudad de Kiev durante la primera mitad del siglo X cuyo texto es un llamamiento a las comunidades judías caritativas, procedentes de los cuatro rincones del mundo, para que ayudaran al portador de la carta, Jacob, a solventar una fuerte deuda que había contraído por reveses del destino. La Carta de Kiev se descubrió en 1962, cuando el investigador Norman Golb examinó una colección de documentos no identificados hasta entonces procedentes de la llamada Genizah de El Cairo, una sinagoga que albergaba una gran cantidad de documentación histórica básicamente judía de todo tipo y datada desde el siglo IX en adelante. La Carta no contiene fecha, lo que dificulta una datación precisa: según el historiador ucraniano Omeljan Pritsak, se remontaría aproximadamente al año 930, durante la época en que Kiev no estaba bajo dominio jázaro aunque consta que muchos judíos habitaban allí.

 

 

Ya hemos repasado algunos hechos, siempre basados en testimonios indirectos, relativos a los orígenes túrquicos de Khazaria y sobre todo en lo referente a su papel crucial en el comercio de la época con algunos apuntes sobre su organización interna.

Tenemos asimismo ciertas indicaciones, también por fuentes externas, de cómo se debilitó el reino jázaro hasta su desaparición como estado unido e independiente.

Se tiene constancia de que un importante factor que contribuyó a la destrucción de Khazaria se produjo directamente a consecuencia de los ataques de los pueblos rus, que a partir del siglo X fueron bastante impetuosos y reiterados. No obstante, no se debe ignorar que el colapso del imperio carolingio y la dinastía Tang, presumiblemente aliados directos, pudo haber ejercido también cierta influencia en el debilitamiento jázaro.

Los pueblos rus eran fundamentalmente vikingos, tribus del norte escandinavas que, cruzando el mar Báltico, se asentaron en la región noroeste de la actual Rusia mezclándose con otros pueblos eslavos para después desplazarse hacia el sur hasta el mar Negro y la zona oeste de la actual Ucrania. Entre los siglos XI y XIII llegarían a dominar una franja territorial de norte a sur desde la zona actual del sur de Finlandia, países bálticos y la parte oeste de Rusia, Bielorrusia, gran parte de Ucrania y territorios adyacentes de Bulgaria y Rumanía; este estado en su mayor esplendor se conoce como la Rus de Kiev. Constituyeron una especie de federación de tribus hasta que fueron barridos por la invasión mongola del siglo XIII.

En un principio, hacia el siglo IX, los escandinavos se instalaron en la orilla este del mar Báltico, pero fueron expulsados por las diferentes tribus eslavas de la zona, aunque posteriormente regresarían con el permiso expreso de dichas tribus. De ese modo se establecieron con base en Staraya Ladoga (enclave cercano de la actual san Petersburgo, hacia el este), una ciudad que adquirió importancia como centro de comercio entre estos pueblos y los bizantinos y musulmanes, al sur y a través de Khazaria, y por otro lado con los europeos cruzando desde el mar Báltico al mar del Norte.

Al principio, los rus aparecieron en el norte de Persia (entonces perteneciente al califato abasí) en el siglo IX para comerciar, descendiendo a lo largo de la ruta del Don y el Volga y atravesando el mar Caspio hasta llegar incluso a Bagdad; vendían principalmente pieles, miel y esclavos. Estas expediciones tenían forzosamente que atravesar territorio jázaro, por lo que debían pagar el correspondiente tributo de tránsito. Pero con el tiempo estas visitas se convirtieron en incursiones militares que se aprovechaban para saquear ciudades débiles o desprevenidas musulmanas al sur. 

Entre mediados del siglo IX y principios del XI los rus efectuaron una serie de ataques militares sobre algunos puntos de las costas del mar Caspio, aunque al principio se trataba de ataques a pequeña escala. Pero en el año 913 emprendieron una ambiciosa expedición militar de considerable magnitud: con una gran flota de nada menos que quinientas naves bajaron por el río Volga y pasando por Atil entraron en el mar Caspio, donde se dedicaron al pillaje con desenfreno.

Al-Mas’udi describe este importante acontecimiento con bastante detalle, tan solo unas décadas después:

“Poco después del año 300 de la Hejira (hacia 913) una flota rhus compuesta por 500 navíos, con cien hombres en cada uno de ellos, apareció en los límites del territorio jázaro.

Cuando sus barcos estuvieron cerca de los jázaros, apostados a la entrada del estrecho, enviaron una carta el rey de los jázaros, rogándole que les permitiera pasar por su país y descender por el río y entrar en el mar de Khazar…a condición de que ellos le entregarían la mitad del botín que tomaran a los pueblos de la costa. Se acordó el permiso y bajaron hacia la ciudad de Itil, la atravesaron y llegaron hasta el estuario del río donde comienza el mar de los khazaros. Desde el estuario hasta la ciudad de Itil, el río es muy ancho y sus aguas son profundas. Los buques de los rhus se diseminaron por todo el mar. Sus razzias se dirigieron contra Djilan, Djurdjan, Tabaristan y Abashun, en la costa de Djurdjan, en el país de nafta (Bakú) y sobre la región de Azerbaidjan…Los rhus hicieron correr la sangre, mataron a mujeres y niños, robaron, pillaron e incendiaron por todas partes.”

Incluso saquearon la ciudad de Ardabil, a tres días de marcha desde la costa al suroeste del mar Caspio. Cuando las poblaciones se recuperaron de su sorpresa y pudieron por fin tomar las armas, los rus recurrieron a su clásica estrategia atrincherándose en islas cercanas a Bakú (Azerbaiyán). Los autóctonos, en barcas y chalupas, intentaron expulsarlos.

“Pero los rhus cayeron sobre ellos y millares de musulmanes cayeron muertos o perecieron ahogados. Los rhus permanecieron durante meses en el mar. Cuando hubieron conseguido suficiente botín, cansados de sus correrías, se dirigieron de nuevo hacia la desembocadura, informaron al rey de los jázaros y le llevaron un rico botín, de acuerdo con las condiciones que habían sido fijadas con anterioridad. Los Arsiyah del ejército jázaro y otros musulmanes de Khazaria se enteraron de la situación y dijeron al rey: ‘Dejad que nos ocupemos de esas gentes. Han saqueado la tierra de nuestros hermanos musulmanes, han derramado su sangre y humillado a mujeres y niños.’ Y no les pudo contradecir. Entonces envió un mensaje a los rhus, informándoles de la determinación de combatirlos que habían tomado los musulmanes.

Los musulmanes de Khazaria se reunieron y avanzaron en busca de los rhus, siguiendo el curso del río por la costa desde Itil al estuario. Cuando los dos ejércitos se encontraron, los rhus desembarcaron y avanzaron en orden de batalla contra los musulmanes, entre los que había numerosos cristianos que vivían en Itil, de manera que eran en total unos quince mil, con sus caballos e impedimenta. El combate duró tres días. Dios acudió en ayuda de los musulmanes. Los rhus fueron pasados a cuchillo o perecieron ahogados. De los que murieron a orillas del mar de los jázaros, se contaron alrededor de treinta mil.”

Según otros testimonios, de aquí escaparon unos cinco mil, que fueron a morir un poco más lejos a manos de las tribus burtas y búlgaros.

 

Aún teniendo en cuenta algo de parcialidad por parte del autor a la hora de relatar los hechos, observamos algunas claves muy interesantes: los rus, pese a acudir con un fuerte ejército bien preparado, todavía se rebajaban a pedir permiso a los jázaros para atravesar sus dominios, señal del poder del reino y el respeto que imponía su ejército con su bien conocida y temible caballería. Y según al-Mas’udi, muchos cristianos de Khazaria se unieron a los musulmanes por voluntad propia para enfrentarse a los asaltantes, lo que indica el nivel de solidaridad en la sociedad jázara, trascendiendo las religiones.

Después de este suceso, no habría más incursiones de los rus en el mar Caspio, al menos hasta el año 943 en que, al parecer sintiéndose de nuevo fuertes, acometieron otro ataque con una fuerza similar, si no superior, a la desplegada en 913. Esta vez no hay noticias de que interactuaran con los jázaros: al parecer llegaron al mar Caspio desde el mar Negro por el río Kurá, bordeando los montes del Caúcaso y evitando los dominios de Khazaria. Capturaron la ciudad de Barda, capital de la región transcaucásica de Arran, donde se asentaron durante varios meses, utilizando la ciudad como base para sus correrías por la zona. Finalmente, una epidemia de disentería los mermó teniendo que huir de regreso a sus tierras.

En todo caso, como respuesta a esta segunda invasión, los jázaros decidieron bloquear completamente el acceso de los rus al Volga y al mar Caspio, para evitar que estos tuvieran acceso libre a las tierras musulmanas aliadas de Khazaria. Esta drástica decisión parece que fue tomada por el rey Joseph, lo cual sabemos por la controvertida Correspondencia Jázara, que es un conjunto de cartas datadas entre los años 950 y 960 relativas a la supuesta correspondencia que mantuvieron el erudito judío Hasdai ibn Shaprut, cercano al entonces califa de Córdoba Abd al-Rahman III, y el khagan de Khazaria Joseph en persona. Estas cartas, de las que se conservan algunos extractos, aportan ciertos datos en relación al rey Joseph principalmente acerca de su defensa del judaísmo y sus enfrentamientos con los rus, pero no se consideran completamente fiables. 

Dice el khagan Joseph en la Correspondencia:

“Guardo la desembocadura del río y no permito en modo alguno que los rhus acudan con sus barcos a invadir la tierra de los árabes…Me enfrento a ellos en grandes batallas.”

Viniendo de un rey judío, podría parecernos algo inaudito…

Después de unos años más de aparente calma, el siguiente enfrentamiento directo del que tenemos noticia entre los rus y los jázaros se produjo en el año 965: el príncipe rus Sviatoslav de Kiev derrotó a un ejército jázaro en Sarkel, ciudad fortificada construida con ayuda de los bizantinos a principios del siglo IX y que era pieza clave en la defensa de la zona noroeste del reino khazar. A continuación, hacia 968 – 969 la ciudad capital de Itil también sería atacada y destruida, posiblemente por el mismo Sviatoslav.

Estos ataques provocarían la ruptura del Imperio Khazar y prácticamente el fin de su dominio sobre las rutas comerciales de norte a sur, sobre todo por el Volga. También ayudaron a cambiar la demografía de la zona, otorgando mayor presencia a las diversas tribus de la región, que incluían diversas y muy variadas etnias. Sin embargo, no causaron el fin definitivo del estado de Khazaria, que todavía pudo sobrevivir algún tiempo, reducido a las tierras entre el Don, el Volga y el norte del Cáucaso. Sabemos esto por noticias y comentarios aislados de unos pocos cronistas árabes que todavía mencionan alguna actividad de los jázaros hasta prácticamente el siglo XIII. Estas referencias son escasas y bastante ambiguas, por lo que no demuestran en modo alguno la existencia de una nación jázara definida y firme a partir del siglo XI, teniendo en cuenta también que a partir de ese siglo se sabe que los nómadas cumanos (kopchiks) procedentes de Asia Central se asentaron en las tierras jázaras, hasta su absorción por la invasión mongola.

Sí podemos decir que, tras su destrucción hacia el año 969, Itil sería reconstruida, aunque pasando a llamarse Saksin, y sin que ya haya ninguna referencia histórica que la describa como ciudad jázara. La ciudad volvió a florecer, sobre todo con la llegada de los mongoles, que la rebautizarían como Saray y la convertirían en capital del estado mongol de la Horda de Oro gobernado por Batu Khan, un nieto de Gengis Khan que heredó la parte noroeste del Imperio Mongol y la convirtió en un kanato que ejerció su dominio hasta prácticamente el final del siglo XV. 

Como dato curioso diremos que se dice que Selyuq, el héroe epónimo del imperio Selyúcida islámico, se crió en Khazaria con su padre, Tekuk, quien posiblemente fue un alto mando del ejército jázaro. Selyuq podría haber salido de Khazaria tras los reveses que sufrió el reino en el siglo X.

 

 

continúa en la parte III…………………………………

 

 

 

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