Antes de hablar de los maestros gnósticos de los primeros tiempos, hay que recordar que la información que poseemos de ellos proviene principalmente de los testimonios de sus detractores, normalmente autoridades de la iglesia católica que se opusieron a sus doctrinas, las criticaron y las condenaron por herejías anticristianas.
Uno de los primeros y más famosos gnósticos fue Simón el Mago, contemporáneo de Jesús y citado en los Hechos de los Apóstoles como un líder religioso y hechicero de Samaria que fue convertido al cristianismo por Felipe el Evangelista. Se le atribuyen hechos tan contradictorios (y asombrosos), la mayoría recogidos por sus detractores, que no es nada fácil discernir la veracidad de los mismos ni la ubicación histórica del personaje.
Simón el Mago se convirtió porque estaba impresionado con los actos de los enviados de Jesús, lo que le llevó a solicitar al mismo apóstol Pedro comprarle el poder de transmitir el Espíritu Santo (de este hecho deriva la palabra “simonía” que alude a la compra de algo de carácter espiritual); esto produjo un enfrentamiento entre ambos que terminaría con la muerte, tiempo después en Roma, de Simón por intervención de Pedro (este hecho, por supuesto no contrastado históricamente, se conoce por provenir de un texto apócrifo, los “Hechos de Pedro”, en el que se trata de la competencia entre ambos y el afán de Simón por realizar milagros mayores que los de los apóstoles, en plan competición mística). En todo caso, y siempre según las descripciones de los autores cristianos ortodoxos que le mencionan, Simón el Mago se tenía a si mismo por un semidiós con poderes extraordinarios, llegando a ser tomado como tal en su zona natal de Samaria por el pueblo llano en vista de cierta habilidad para la magia que poseía. Posteriormente viajaría a Roma donde también pudo impresionar a cierto número de personas con lo que aumentó el número de sus seguidores.
Según parece, Simón el Mago se autoproclamó Mesías, viajaba predicando y acompañado de una prostituta llamada Helena y realizaba frecuentemente “milagros” que sus detractores no se molestaron en negar, antes al contrario dan fe de ellos en muchos casos, aunque los achacan a la magia o más bien hechicería. El mismo Ireneo da testimonio de la existencia de una escuela de gnosticismo simoniano, y cuenta que “los simonianos adoraban a Simón en la forma de Zeus y a Helena en la forma de Atenea”. Esta secta gnóstica, tuvo cierta importancia en Alejandría, Asia Menor y Roma, pero desapareció junto con su líder.
Existe un testimonio de Clemente de Alejandría (notorio eclesiástico de mediados del siglo II) bastante descriptivo, que citaba tomado de dos de sus fieles:
«Simón hace caminar a las estatuas; se revuelca sobre el fuego sin quemarse; a veces incluso vuela; convierte las piedras en pan; se metamorfosea en serpiente o en cabra y aparece con dos caras; se transforma en oro; abre puertas cerradas con llave; rompe el hierro; en los festines, hace aparecer fantasmas dotados de las formas más diversas; obedeciendo sus órdenes, los muebles de una casa se presentan por si solos para el servicio, sin que se pueda ver quien los pone en movimiento». Clemente expresa evidentemente su asombro ante semejante relato, y añade: «Pero Aquila y Niceto me aseguraron haber visto con sus propios ojos muchísimos prodigios de esta clase».
De la doctrina predicada por Simón poco sabemos, salvo que hablaba de la existencia de una fuerza infinita, que era el Espíritu de Dios, y que consideraba tal fuerza como el origen y la raíz del universo. Y su muerte es un enigma, puesto que los testimonios que tenemos hablan de que pudo morir en Roma, como ya hemos dicho, mientras volaba por los aires (vuelo que interrumpió el apóstol Pedro) o en un debate con los apóstoles, haciéndose enterrar vivo…
En todo caso Simón el Mago fue presentado como un hereje ejemplar por el cristianismo primitivo ortodoxo, además de uno de los principales impulsores del movimiento gnóstico de la época. Sin embargo, si nos atenemos a la escasa teoría que se conoce del credo simonista parece indicar más bien a una secta estrafalaria y bizarra que puramente gnóstica.
Valentín fue otro importante gnóstico muy influyente pero del que se tienen pocos datos; se educó en Alejandría y viajó a Roma a mediados del siglo II, donde parece ser que alcanzó un alto grado de preeminencia entre la comunidad cristiana, aunque cayó en la apostasía alrededor del año 175. Sin embargo, nada indica que fuera universalmente condenado por hereje durante su vida y fue un respetado miembro de la comunidad cristiana hasta su muerte.
Fue un auténtico revolucionario de su época: logró combinar conocimientos provenientes de diferentes fuentes en una síntesis creativa y original. Tuvo numerosos discípulos, los valentinianos, divididos posteriormente en la rama ítala y la anatolia u oriental. El sistema valentiniano original fue poco a poco desvirtuado por la introducción de nuevos conceptos por parte de sus mismos seguidores. Tertuliano dedicó su “Adversus valentinianos” a la refutación de esta doctrina.
Carpócrates fue contemporáneo de Valentín, también de la escuela de Alejandría, y fundador de otra escuela gnóstica.
“Así pues, pecad” decía Carpócrates a sus discípulos, “Liberad vuestra alma de la mordedura de los sentidos, y después os sentiréis libres, disponibles para la meditación y la plegaria”
Y se decía, también: «Los discípulos de Carpócrates practican asimismo las artes mágicas y de encantamiento, los filtros y pociones de amor. Recurren a los espíritus familiares, a los que envían sueños, y a otras abominaciones, declarando que tienen el poder de mandar incluso sobre los príncipes y los creadores de este mundo, y no solamente sobre ellos, sino también sobre las cosas que hay en él»
Carpócrates declaró que el mundo y las cosas que hay en él, fueron creados por los ángeles, muy inferiores al Padre ingénito. Que Jesús fue engendrado por José y, aunque habiendo nacido similarmente al resto de los hombres, Él fue más justo que cualquiera de ellos. También afirmó que el alma de Jesús, puesto que fue hecha más vigorosa y pura, recordó las cosas que vio en sus conversaciones con el Dios ingénito. Pero más que por la redención, Carpócrates abogaba por la sublevación, el desprecio al orden establecido.
Basílides, uno de los maestros más antiguos, vivió en Alejandría en la primera mitad del siglo II.
“Según él, el Padre ingénito habría engendrado en primer lugar a la Mente; de la Mente al Verbo; del Verbo, la Prudencia; de la Prudencia, la Sabiduría y la Potencia; de la Sabiduría y la Potencia, las Potestades, los Principados y los Ángeles, a los cuales llama «los primeros», y éstos han hecho el primer cielo. Su jefe es el Ángel que es el Dios de los judíos. Y como éste quiso someter a las demás naciones a su pueblo, es decir a los judíos, los demás Principados se levantaron contra él y lo atacaron. Por eso también las demás naciones se rebelaron contra la suya. El Padre ingénito e inefable, viendo cómo se perdían, envió a la Mente, su Primogénito, llamado Cristo, para liberar a los que creían en él, del dominio de aquellos que hicieron el mundo. Apareció en la tierra entre los seres humanos e hizo milagros. Por eso, según dicen, no fue él quien padeció, sino un cierto Simón de Cirene, quien fue obligado a cargar la cruz por él. A éste habrían crucificado por error e ignorancia, pues (el Padre) le había cambiado su apariencia para que se pareciese a Jesús. Por su parte, Jesús cambió sus rasgos por los de Simón para reírse de ellos”. (Ireneo)
“La hipótesis de Basílides sostiene que el alma, que ha pecado anteriormente en otra vida, sufre ahora castigos en esta vida”. (Clemente de Alejandría)
Basílides no fundó ninguna escuela, aunque se sabe que tuvo muchos seguidores; introdujo el concepto de Abrasax (no Abraxas que es una deformación posterior) como deidad suprema e instó a la proliferación de amuletos con ese nombre grabado, supuestamente curativos.
Marción de Sínope era griego, escritor y teólogo convertido al cristianismo, excomulgado por su mismo padre (obispo de Sínope), readmitido por la iglesia romana en 139, declarado hereje y de nuevo excomulgado en 144. Tertuliano menciona que al final de su vida se convirtió y prometió hacer volver a la ortodoxia a sus seguidores, tarea que le fue impedida por la muerte. Rechazaba el Antiguo Testamento manifestando que Jesús no era hijo del dios de los judíos, sino del dios Bueno.
Siempre anduvo paralelamente a la iglesia, incluso puede que tuviera un cargo eclesiástico; sus teorías no incluían ninguna visión cosmológica ni nada parecido, más bien eran discusiones acerca de las Escrituras. Sin embargo, su influencia se extendió bastante, sobre todo en oriente donde perduró casi hasta el siglo X.
Los discípulos de las escuelas gnósticas fraccionaron las enseñanzas originales, provocando que el movimiento se diluyera en breve espacio de tiempo (además de los furibundos ataques que sufrió por parte de la Iglesia).
Se verían atisbos de gnosticismo en el posterior Maniqueísmo (siglo III), y mucho más adelante históricamente en el movimiento cátaro (siglos X-XII). También se presupone que el conocimiento gnóstico ha pervivido en el rito y doctrina esotérica de grupos como la Orden del Temple, la masonería en general y la Orden Rosacruz.
A partir del siglo XIX, se produjo una vigorosa revisión y reactivación del gnosticismo, sobre todo de la mano de algunos ocultistas occidentales, como por ejemplo H. Blavatsky, que incorporó la terminología gnóstica a la teosofía, también Aleister Crowley, Rene Guenon, otros autores como Carl G. Jung, Herman Hesse…sin olvidar el descubrimiento de Nag Hammadi, que proporcionó un gran impulso a partir del cual se han universalizado los textos gnósticos, por lo que actualmente podemos constatar la proliferación de corrientes, iglesias y movimientos gnósticos y pseudo-gnósticos en todo el mundo.