ORDEN DEL TEMPLE (parte II)

ORDEN DEL TEMPLE (parte II)VISION ESOTERICA DE LA ORDEN DEL TEMPLE

Justo a partir de la desaparición de la Orden del Temple como tal, comenzó a tejerse una leyenda en torno a ella que no ha parado de crecer, y que le atribuye una indisoluble relación con las ciencias ocultas y conocimientos y prácticas esotéricas de todo tipo. Esto ha sido motivado por varios factores: las propias acusaciones que se vertieron sobre la Orden; cierto secretismo emanado de su condición autónoma,  que podría propiciar la creación de un ritual interno (común a todas las sociedades secretas); la elección de los enclaves por parte de los templarios, muchos de los cuales son reconocidos centros telúricos de poder; el halo místico que envuelve el momento y lugar de la creación de la orden (nueve caballeros en la mezquita de Al-Aqsa, que aparte de ser un centro importantísimo para el Islam forma parte del emplazamiento del antiguo Templo de Salomón)… pero lo cierto es que no hay datos completamente fiables y contrastados que confirmen que existió dicha relación y esas prácticas en el seno de la Orden.

Partiendo de esta base voy a exponer algunos hechos que podrían arrojar luz sobre el supuesto interés que pudieron tener los templarios (al menos los de la más alta jerarquía, o un grupo selecto de ellos) hacia las ciencias ocultas.
Hoy en día la opinión admitida acerca de las acusaciones de herejía y blasfemia es que eran falsas y fueron rebuscadas y exageradas intencionadamente. Se basaban en testimonios de algunos templarios que, bajo presión y tortura, admitieron actos obscenos como escupir y pisotear la cruz, renegar de Jesucristo y la Iglesia, adoración de ídolos, actos de magia negra y otras ignominias: pero, aunque básicamente todo fuera un montaje, ¿había algo de cierto?.
En principio, dichos actos contra la cruz y la figura de Jesucristo fueron corroborados en diversas confesiones como parte del ritual de iniciación de los nuevos miembros del Temple, y no se han negado categóricamente aunque pudieran haber sido obtenidos bajo tortura, sino que más bien parece que apuntan a que pudiera haber existido un ritual iniciático interno que incluyera un ceremonial con un sentido místico sólo comprendido por los “iniciados” de la Orden. Sea como fuere, los indicios más sólidos que tenemos de que efectivamente existieron esos rituales iniciáticos se basan en las citadas confesiones y poco más.

Hay otro punto en la acusación que originó una sospecha más fundamentada, y es la idolatría. A partir de algunas declaraciones de reos templarios se comenzó a propagar el término “baphomet” asociado a cierto ídolo o deidad hasta entonces desconocido, representado como un busto o cabeza esculpido tanto en madera como en piedra u otros materiales y que era supuestamente venerado por los templarios. Una de las primeras alusiones al “baphomet” se encuentra en un interrogatorio a un templario llamado Gaucerant (sargento en una encomienda francesa), quien hizo referencia a una cabeza barbuda como «in figuram baffometi», es decir «figura bafomética». Paralelamente hubo más testimonios afirmando la realidad del baphomet, aunque curiosamente ninguno coincidía en la descripción de la estatua. Nadie explicó tampoco el significado etimológico de la palabra, aunque la encontraremos posteriormente en el siglo XIX en el “Dogma y ritual de alta magia”, de Eliphas Levi, que la define como “figura panteísta y mágica de lo absoluto” y explica al detalle asignándole una efigie de macho cabrío cargada de simbología esotérica. Otros autores herméticos han mencionado al baphomet indicando más bien que se trataría de una imagen relacionada con los misterios arcanos simbolizando la concreción del conocimiento secreto y su aplicación material.

En definitiva, no hay una definición clara del origen y significado del baphomet, y el uso que se le daba en las ceremonias templarias (siempre según las confesiones obtenidas de cara al procesamiento) era incierto, a veces se le adoraba, a veces se le hacían preguntas diversas, o a veces simplemente presidía las reuniones. Se ha conjeturado que los templarios que mencionaron al baphomet realmente no conocían su verdadero significado (de ahí la incongruencia de los testimonios), el cual estaba reservado a una élite de iniciados dentro de la orden, los cuales habrían traído este ídolo desde Tierra Santa como parte del bagaje cultural esotérico aprendido de los sabios orientales. En tal caso, el baphomet simbolizaría la esencia del conocimiento hermético de la orden templaria.
Tenemos en España un interesante caso de un posible baphomet: en la ciudad de Soria, dentro de lo que fueron terrenos pertenecientes a una encomienda templaria, hay un santuario dedicado a san Saturio, edificado hacia el siglo XVII sobre los restos de otro que probablemente ya existiría en la Edad Media. En este lugar se conserva una reliquia del santo; se trata de una cabeza representando a un anciano barbudo, pintada en color oscuro o labrada en un material oscuro. De poderse relacionar directamente este busto con los templarios sería un buen ejemplo de “ídolo bafomético”.

Se ha mencionado el intercambio cultural que pudo haberse producido por un hipotético contacto a nivel intelectual entre los templarios y los musulmanes; a propósito de esto hay algunos indicios de que así  sucedió, apoyados básicamente por la vecindad territorial; lo que no se puede precisar es hasta qué punto se desarrollaron estos contactos y si hubo intercambios doctrinales de algún tipo. En el ámbito esotérico, se ha intentado destacar en ciertos círculos la relación mantenida entre el Temple y la secta de los Hashishin, que fue una facción extremista del Islam chiita que practicó una religiosidad bastante alejada de la ortodoxia musulmana aunque siempre encuadrada en el marco islamista. Tal vez por este motivo y por cierto parecido estructural y dogmático, en los ambientes ocultistas se han querido ver similitudes entre ambas organizaciones. La única realidad comprobada históricamente es que los Hashishin fueron durante un tiempo feudatarios del Temple, pagando tributos a la Orden a cambio de inmunidad; aparte de esto y algunos choques y escaramuzas militares no se puede probar intercambio ideológico alguno ni mayores semejanzas que lo sugieran.

Además de lo anterior y  continuando con la teoría de la influencia oriental asimilada por el Temple se ha dado casi por sentado el hecho de que los templarios incorporaron ciertos elementos y reglas arquitectónicas comunes a sus edificaciones, aprendidos en su contacto con las civilizaciones orientales, y no sólo por interés práctico sino además por su simbolismo hermético y esotérico. Sería este el caso, (ciñéndonos a las edificaciones religiosas) de la planta circular radial, o planta concéntrica, supuestamente imitada de la capilla del Santo Sepulcro en Jerusalén; la planta dodecagonal u octogonal (asociando esto al significado esotérico  del 8 y el 12) a semejanza de la cúpula de la Roca,  y las linternas o lucernarios albergados en estas iglesias, estructuras de posible significación iniciática. En España se acostumbran a ejemplarizar estas teorías  con  las iglesias de la Vera Cruz en Segovia, Eunate en Navarra y Torres del Río también en Navarra, entre otras. Sin embargo, no hay ningún estudio definitivo sobre el tema que permita certificar tal unidad de criterio en la construcción templaria, ni siquiera la paternidad del Temple sobre las iglesias citadas y otras muchas que se les asigna más o menos arbitrariamente, lo cual hace imposible sentar principios en esta cuestión.
Igualmente se ha señalado al Temple como impulsores de la intensa labor de construcción de catedrales que tuvo lugar en Europa en la Edad Media, en gran medida porque el Temple disponía de los recursos, tanto económicos como técnicos, para afrontar estas colosales obras. Es probable que así fuera, y a este hecho se asociaría la proliferación de las hermandades de constructores (con su organización y “ritual” particular, con definidas influencias orientales) que bien pudieron medrar al amparo de la Orden, dejando plasmado en estos magníficos edificios una amplia muestra de saber iniciático.

Sea como fuere, es difícil seguir el rastro de la influencia iniciática  templaria en la arquitectura debido a la escasez de documentación  al respecto; esto es lógico debido a la disolución de la Orden y posterior reasignación de sus bienes del modo en que fue llevado a cabo. Tampoco se puede señalar un denominador común en cuanto a sus construcciones: en general sus edificaciones de uso militar, administrativo o residencial no variaban mucho de los usos de los lugares donde asentaban sus encomiendas, y en cuanto a las religiosas sucedía lo mismo, salvo en casos como podrían ser los arriba mencionados, entre otros. No obstante, es del todo cierto que dichos casos presentan unas características tan particularmente inquietantes que sugieren un inequívoco conocimiento más allá de lo razonablemente atribuible a la Orden en circunstancias normales. Entre dichas características llama la atención la elección de ciertos lugares en concreto para servir de asentamiento templario o para la construcción de algún edificio religioso; podría decirse que los templarios conocían la importancia de los puntos telúricos (confluencia de corrientes magnéticas) de la Tierra y el poder inherente a lugares como las cuevas naturales. En este sentido es significativo el ejemplo de la ermita de san Bartolomé de Ucero (Soria).
Continuando con la revisión esotérica del Temple, hay un hecho histórico que algunos investigadores insisten en considerar una prueba válida del conocimiento oculto atesorado por la Orden y quizá no del todo perdido. Recientemente algunos investigadores han presentado alegaciones que podrían indicar  que la francmasonería tuvo sus orígenes en la herencia templaria. Consideran dos probabilidades:
a)    Que la francmasonería tuvo su origen en unos templarios aislados, acogidos al refugio de Escocia, (donde como es sabido fueron respetados) y que pasaron a Inglaterra en 1603 cuando subió al trono el rey escocés Jaime VI, (con el consiguiente aumento de influencia de la aristocracia escocesa).
b)    Que fue ya en Inglaterra donde se convirtieron en francmasones los templarios procedentes de Escocia.

La clave estaría en la antigüedad atribuible realmente a la francmasonería. La primera referencia comprobada data de 1641 pero si existió la relación con los templarios obviamente debe de ser mucho más antigua. Según algunos indicios hubo logias allá por 1380 y un tratado de alquimia datado hacia 1450 utiliza explícitamente la palabra “freemason”.
Si hemos de dar crédito a lo que dicen ellos mismos, los masones proceden de las cofradías medievales de canteros, que habían adoptado ademanes y códigos secretos de mutua identificación porque eran portadores de un conocimiento único y precioso, el de la geometría sacra. Sin embargo, al parecer esos gremios brillaron por su ausencia en la Inglaterra medieval…
Otro mito de los francmasones es la pretensión de que los canteros habían recibido dichos conocimientos secretos de los constructores del fabuloso Templo de Salomón. Si fue así, tal vez sería posible rastrear una posible vinculación con la Orden del Temple. En sus primeros tiempos la francmasonería era una escuela mistérica con iniciaciones solemnes basadas en las tradiciones ocultas de la antigüedad, y expresamente encaminadas a obtener la iluminación trascendental además de la función evidente de asegurar la cohesión entre los hermanos; ¿podría ser este también el ideario oculto del Temple más purista?

Una de las joyas de la corona masónica es el curioso y fascinante edificio llamado la capilla Rosslyn, a las afueras de Edimburgo. Esta capilla es en la actualidad el foco de los francmasones modernos y de muchas organizaciones templarias.
Construida entre 1450 y 1480 por el Laird (título nobiliario escocés) de Rosslyn sir William Saint-Clair, en su origen quiso ser la capilla de la Virgen de un santuario mucho más grande que iba a construirse siguiendo el modelo del Templo de Salomón, pero al final se quedó tal como está. Los Saint-Clair (cuyo apellido cambió más adelante a Sinclair) fueron los protectores, hereditarios de la francmasonería en Escocia desde el siglo XV en adelante; no sería por coincidencia que antes hubiesen ejercido la misma misión en favor de los templarios.
En efecto, la orden del Temple estuvo conectada con los Sinclair y con Rosslyn desde sus mismos orígenes: el Gran Maestre y fundador Hugo de Payens tuvo por esposa a una tal Catalina Saint-Clair. Este linaje de los Saint-Clair/ Sinclair es una de las familias más misteriosas y notables de la Historia, y destacaron en Escocia y Francia desde el siglo XI. Hugo y Catalina visitaron las propiedades de los Saint-Clair en Rosslyn y establecieron allí la primera encomienda templaria de Escocia, que fue luego cuartel general.
Indudablemente los templarlos hicieron de Escocia uno de sus principales refugios después de la disolución oficial. Quizá porque dicho país fue en tiempos el reino de Robert Bruce, excomulgado también, de manera que el brazo del papa no alcanzaba allí. Es bastante plausible que la desaparecida flota templaria recalase en las costas de Escocia.

Uno de los acontecimientos críticos en la Historia de las islas británicas fue sin duda alguna la batalla de Bannockburn, que ocurrió el 24 de junio (día de san Juan Bautista) de 1314 y supuso una derrota definitiva de los ingleses a manos de las fuerzas del escocés Robert Bruce. Sin embargo, los indicios dan a entender que éste contó con la ayuda de un contingente de templarios, que jugarían un importante papel en aquella épica victoria (dada la gran diferencia entre las huestes de uno y otro bando).
Entre los que combatieron en Bannockburn al lado de Robert Bruce estuvo un sir William Saint-Clair (diferente del mencionado antes), que murió en 1330 y fue enterrado en Rosslyn  en una característica sepultura templaria. En cuanto a la capilla Rosslyn, observamos algunas anomalías evidentes en su ornamentación. En el interior de ella no quedó ni un centímetro cuadrado sin esculpir y no sólo está repleta de símbolos, sino que el edificio entero se alzó con arreglo a los elevados ideales de la geometría sacra. Muchos de sus elementos son innegablemente masónicos y de hecho también templarios: la planta de la capilla tiene la forma de la cruz templaria y algunos relieves presentan la famosa imagen de dos jinetes sobre un mismo caballo que fue el sello de los freires. En las cercanías hay una antigua arboleda que tenía forma de cruz templaria. Pero también existe en la capilla Rosslyn mucho simbolismo que no es clásicamente masón ni templario. Hay una plétora de imágenes paganas, e incluso algunas islámicas. Lo cierto es que hoy en día esta edificación es comúnmente asociada al conocimiento oculto masónico y templario, y venerada como tal.
Si bien no hay nada definitivo, o al menos fehacientemente probado, acerca de la doctrina esotérica templaria, no hay duda de que hay fundamentos como para tomársela en serio e iniciar un estudio en profundidad que podría traer sorprendentes revelaciones.

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