El Tarot es una baraja de naipes que por sus características especiales se ha distinguido del resto de barajas adquiriendo un uso generalmente adivinatorio, (con el fin de descubrir hechos pasados, presentes o futuros) o también de orientación espiritual. Ello se conseguiría mediante una adecuada técnica de selección de varias cartas del mazo y, atendiendo al orden de salida o disposición tras su reparto, una posterior interpretación de dichas cartas en función de su particular diseño cargado de simbolismo.
Sin embargo, no se trata de una actividad mecánica sino que es muy importante la visión intuitiva del lector, pues se entiende que en determinadas circunstancias la simbología de las cartas debería conformar un mensaje coherente para un sujeto capaz de captarlo. Se podría decir que el Tarot en su vertiente adivinatoria constituye la base de la Cartomancia (arte que pretende adivinar el futuro por medio de los naipes), aunque esta pueda incluir otros tipos de barajas y utensilios. A mi entender, sin embargo, una vez aprehendido el significado inherente a las figuras “mayores” o triunfos del Tarot, su aplicación más interesante y erudita sería con la finalidad de facilitar la comprensión de eventos mundanos desde el punto de vista espiritual o hermético, con lo cual esa vertiente adivinatoria sería más bien una banalización de estas cartas.
Hoy en día existen muy diversos tipos de Tarot basados en su particular diseño o incluso en el número de naipes, pero se admite como baraja básica (aunque probablemente no sea la original) el conocido como Tarot de Marsella. Este consta de 78 cartas divididas en dos grupos, los arcanos menores con 56 cartas y los arcanos mayores que son 22; estos últimos contienen una simbología más compleja y suelen constituir el cuerpo principal de las consultas, sirviendo los arcanos menores como complemento o aclaración a la visión general.
No hay datos que puedan confirmar el origen del Tarot; la más antigua referencia histórica a lo que se podría considerar la primera baraja la encontramos en Italia casi a mediados del siglo XV; algunos historiadores apuntan al entonces duque de Milán Filippo María Visconti como creador del primer Tarot aunque es una afirmación sin gran fundamento, puesto que los triunfos (así llamaron a las cartas añadidas al mazo de la baraja tradicional) no tenían mucho parecido con los arcanos mayores, si bien es cierto que es en diversos puntos de la Italia de aquella época donde se tienen las primeras noticias del Tarot. Se habla también de las cartas desarrolladas para el rey francés Carlos VI por un pintor, Gringonneur, para entretenimiento del monarca hacia finales del siglo XIV, aunque se ha demostrado recientemente la invalidez de esta teoría puesto que no es una referencia formal a un mazo de Tarot.
Otra hipótesis sería la introducción en Europa del Tarot por los gitanos en su migración desde la India, pudiéndolo haber traído consigo desde allí o haberlo asimilado en su estancia en Egipto, hipótesis que aún sostienen algunos investigadores y que en su día fue dada por buena por ocultistas como Papus. La propia idiosincrasia de los gitanos (su introversión como pueblo, origen difuso, práctica habitual de la cartomancia y hechicería, etc…) parece sugerir esta teoría, aunque habría que tener en cuenta que las primeras noticias que se tienen en Europa de presencia de gitanos datan de pleno siglo XV. Además, no hay constancia alguna de que utilizaran la baraja del Tarot como tal. No obstante, no se les puede negar su contribución a la difusión de la cartomancia.
Es Antoine Court de Gebelin quien, a mediados del siglo XVIII, dedica los primeros esfuerzos serios conocidos para promover el Tarot y darle relevancia. Estudió las cartas a fondo y, basándose en el Tarot de Marsella básico, (que se empezó a extender hacia esos años a partir del sur de Francia, de ahí el nombre) redefinió algunos conceptos así como la técnica y práctica de su lectura. Según sus propias palabras:
“Si oyésemos decir que en nuestros días aún existe una obra de los antiguos egipcios, uno de los libros escapados de las llamas que devoraron sus soberbias bibliotecas y que contiene la más pura doctrina sobre temas de gran interés, todos se apresurarían para conocer un libro tan precioso, tan extraordinario. Si añadiéramos que este libro se halla muy difundido en gran parte de Europa y que desde hace siglos está al alcance de todo el mundo, la sorpresa iría en aumento. Y ¿no llegaría a su colmo si asegurásemos que jamás se ha sospechado que fuese egipcio, que se lo posee como si no se lo poseyese, que nadie ha intentado descifrar una página, que el fruto de una sabiduría exquisita se contempla como un montón de figuras extravagantes que nada significan? ¿No se creería que son ganas de holgarse, de burlarse de la credulidad de sus oyentes? No obstante, todo eso es cierto. Este libro egipcio, único resto de una soberbia biblioteca existe; además es tan corriente que ningún sabio se ha molestado en ocuparse del mismo; nadie, antes que nosotros, ha sospechado tan noble origen. Este libro es El Juego del Tarot.”
Ciertamente, Court de Gebelin (iniciado en la masonería, dicho sea de paso) fue el primero en adjudicar al Tarot un origen y significado esotérico basado en el hermetismo del Antiguo Egipto, (aunque no especifica en qué se basa concretamente), vía que suscribieron posteriormente ocultistas de renombre franceses como Papus o Eliphas Levi; este último estableció también interesantes relaciones con la cábala y la numerología. Ya a principios del siglo XX, el ocultista Arthur E. Waite elaboró otra baraja del Tarot de diseño propio, cargada de simbolismo y significación esotérica en la línea de Levi, y Aleister Crowley hizo lo propio con su “Libro de Thoth”, un estudio completo del Tarot revisado según la visión místico-mágica de Crowley. Paralelamente, a lo largo de estos años se han ido perfeccionando todos los diseños, introduciéndose algunos más a veces en función de la “onda mística” del momento.
Respecto a la propia palabra “tarot”, su origen etimológico es un enigma, aunque se han aventurado multitud de suposiciones. El mismo Court de Gebelin indicaba que provenía de la unión de los vocablos presuntamente egipcios TA (camino) y ROG (real), derivando en el tarot como “un camino real a la sabiduría”; se ha apuntado también al vocablo latín ROTA (rueda), el hebreo TORAH (ley)……