“Fragmentos de una enseñanza desconocida” es un libro del autor y filósofo espiritualista ruso Piotr Demianovich Ouspensky. Esta obra fue publicada originalmente con el título “En busca de lo milagroso” en 1949.
Aunque Ouspensky dejó una bibliografía interesante y meritoria, este libro destaca con luz propia debido no sólo a su buena composición sino a las características de su contenido, el cual trata básicamente de la relación de discipulado que el autor mantuvo con el místico G. Gurdjieff. El texto abarca desde el primer contacto de los dos hombres en 1915 hasta su separación prácticamente definitiva hacia 1924, exponiendo Ouspensky su relato con honestidad y una objetividad encomiable e incluyendo interesantes aspectos personales, desarrollos y puntualizaciones al discurso de Gurdjieff que facilitan el acercamiento a la persona y enseñanza de este. Es bien sabido que Ouspensky encontró en Gurdjieff un maestro espiritual que en gran medida colmó sus aspiraciones de búsqueda vital y una fuente de inspiración para su propio trabajo, convirtiéndose en un alumno aventajado y sin duda en su discípulo más conocido, aunque Ouspensky siempre mantuviera cierta distancia e independencia de pensamiento que provocó su alejamiento personal y en cierto modo intelectual de Gurdjieff.
Ouspensky, nacido en Moscú en 1878, fue un buscador ávido de conocimiento ya desde sus tiempos de escuela. Por entonces ya discernía entre “conocimiento ordinario” y “conocimiento importante”; a la búsqueda de este último dedicaría casi toda su vida. Ya en la primera década del siglo XX, Ouspensky viajaría por Oriente medio y parte de Asia: Egipto, Turquía, Persia, India, Ceilán… en todos estos lugares encontró cosas que despertaron su interés. En 1907 descubrió la teosofía de H. Blavatsky:
“Descubrí la literatura teosófica … me produjo una fuerte impresión, aunque de inmediato vi su lado débil que consistía en que, tal como era, no tenía continuación. Pero me abrió las puertas a un mundo nuevo y más grande. Descubrí la idea del esoterismo … y recibí un nuevo impulso para el estudio de «dimensiones superiores».
Paralelamente, además de desarrollar su trabajo como periodista, comienza a escribir sus libros junto con algunos ensayos de menor proyección; también traslada su residencia de Moscú a San Petersburgo, donde ofrece conferencias basadas en sus inquietudes espirituales, estudios y descubrimientos al respecto. Todo este trabajo, desarrollado con sensatez y honestidad le aporta importante reconocimiento y prestigio.
En 1912 Ouspensky publica su obra magna “Tertium organum”, en la cual manifiesta su convencimiento de que el hombre necesita trascender las tres dimensiones ordinarias para poder percibir lo esencial, la espiritualidad y los aspectos fundamentales del ser. Después de años en busca de un sistema que pudiera ofrecerle acceso al conocimiento superior del hombre y el propio universo, Ouspensky se había introducido en el esoterismo tradicional intuyendo que era el medio más eficaz para adquirir ese conocimiento ulterior; la idea del esoterismo le ofreció un ángulo distinto para la comprensión de la religión y el misticismo, abriéndole una vía estimulante y original de estudio. La magia, el tarot, el yoga… la literatura oculta en general y la psicología aplicada a la disciplina esotérica fueron objeto de su trabajo, y aunque este esfuerzo le hacía evolucionar intelectualmente sin embargo no parecía acercarle a la verdad ansiada, por lo que a pesar de todo la sensación de insatisfacción personal seguía patente. Según sus propias palabras:
“Resumiendo el conjunto de mis impresiones del Oriente y particularmente de la India, tenía que admitir que al regreso mi problema parecía todavía más difícil y complicado que al partir. La India y el Oriente no sólo no habían perdido nada de su milagroso atractivo sino que, por el contrario, este atractivo se había enriquecido con nuevos matices que anteriormente yo no podía sospechar.
Había visto claramente que algo podía ser encontrado en el Oriente, algo que desde hacía mucho tiempo había dejado de existir en Europa, y consideraba que la dirección que yo había tomado era la correcta. Pero al mismo tiempo había adquirido la certeza de que el secreto estaba escondido mucho mejor y más profundamente de lo que yo había podido prever.
Al partir, ya sabía que iba en busca de una o varias escuelas. Había llegado a esta conclusión hacía ya tiempo, al irme dando cuenta de que los esfuerzos personales independientes no podían ser suficientes y de que era indispensable entrar en contacto con el pensamiento real y viviente que debe existir en alguna parte, pero con el cual hemos perdido toda conexión.” (P. Ouspensky, “Fragmentos de una enseñanza desconocida”)
A mediados de 1915, mientras ofrecía conferencias en Moscú, Ouspensky conoció a Gurdjieff por primera vez personalmente; el propio Ouspensky aporta numerosos detalles del encuentro en “Fragmentos de una enseñanza desconocida”. A partir de aquí todo es historia: Ouspensky se integra en el grupo de élite de alumnos de Gurdjieff, después de unos ajetreados años en 1921 le deja en Constantinopla y viaja solo a Londres donde se establece, retoman el contacto un año después con la llegada de Gurdjieff a Londres y su posterior establecimiento en Francia, para en 1924 separarse definitivamente pasando Ouspensky a desarrollar un trabajo completamente independiente.
Parece ser que antes de unirse al grupo de Gurdjieff, Ouspensky dejó claro que él era escritor y que debía ser libre de decidir por sí mismo qué escribiría y qué no escribiría. A priori pensaba que no podía prometer mantener en secreto nada de lo que aprendería de Gurdjieff. Se acordó entre ellos que Ouspensky no escribiría sin entender lo que estaba escribiendo, y en Constantinopla en 1921, justo antes de que Ouspensky se fuera a Inglaterra, Gurdjieff le dio su permiso para escribir acerca de la enseñanza y el sistema tal y como lo había experimentado con él.
Ouspensky debió haber comenzado a escribir esta obra poco después de su llegada a Londres, dado que el manuscrito más antiguo que se conoce de “Fragmentos de una enseñanza desconocida” está fechado en Londres en 1925. Sin embargo, el autor ruso ya conocía al relevante escritor y teósofo G.R.S. Mead, y al percatarse de que uno de los libros de Mead tenía el título “Fragmentos de una fe olvidada” (1900), pensó que el título de la obra que estaba preparando tendría que ser cambiado. No obstante, algunos extractos del libro ya se leían en las reuniones de Ouspensky en Londres, aludiéndose siempre a ellos como “Fragmentos”.
En todo caso todavía estaba revisando el texto cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939; aun así, resulta extraño el no haber publicado este fundamental libro durante su vida. De hecho, después de sus años de estudio con Gurdjieff, Ouspensky no publicó personalmente nada acerca del sistema. Los tres libros sobre el sistema y el trabajo fueron publicados después de su muerte por su viuda Madame Ouspensky, a saber: “En busca de lo milagroso: Fragmentos de una enseñanza desconocida”, “La psicología de la posible evolución del hombre” y “La cuarta vía”. Estos dos últimos eran un compendio de conferencias realizadas por el propio Ouspensky, así que indudablemente el primer libro es el más significativo y prolijo en cuanto al sistema de Gurdjieff.
El hecho seguramente peor entendido de la relación entre Ouspensky y Gurdjieff fue el de la “diplomática” ruptura de dicha relación. A la vista de los acontecimientos no debió de ser un suceso fruto de un conflicto personal, sino más bien una necesidad de no confundir dos métodos diferentes de enseñanza. Una vez que una persona ha comprendido realmente algo, lo asimila como algo propio, novedoso, y puede construir sobre esto y enseñar a otros en consecuencia; estas premisas encajan perfectamente en el sistema de Gurdjieff tal y como expresaba la relación maestro-discípulo. Ouspensky entendió en buena medida el sistema proclamado por Gurdjieff, vislumbró el alcance y proyección que tenía y quiso enseñarlo según su propio entendimiento, a su manera.
Es sabido que en el tiempo que duró la relación, fructífera en ambos sentidos dado el inestimable y desinteresado apoyo que en momentos clave Ouspensky brindó a Gurdjieff, hubo desencuentros puntuales que llevaron a Ouspensky a diferenciar entre el sistema y el maestro, de tal modo que finalmente consideró la independencia de pensamiento un hecho natural e inevitable. Ouspensky jamás criticó públicamente la persona de Gurdjieff en ningún sentido, pero sí dejó entrever su desencanto hacia él a raíz de los mencionados desencuentros.
En cierta ocasión, casi forzado por un persistente interrogatorio durante una reunión de uno de sus grupos en Londres, dio una breve explicación de por qué había dejado a Gurdjieff:
“Cuando conocí a Gurdjieff comencé a trabajar con él sobre la base de ciertos principios que podía entender y aceptar. Él dijo: «Lo primero, no debes creer nada, y segundo, no debes hacer nada que no entiendas». Lo acepté por eso. Luego, después de dos o tres años, lo vi ir en contra de estos principios. Exigió a la gente que aceptara lo que no creía y que hiciera lo que no entendía. No pretendo ofrecer ninguna teoría respecto a por qué sucedió esto.” (Extracto del mecanografiado de una reunión el 13 de octubre de 1937)
En otros fragmentos autobiográficos extraídos de algunas de sus reuniones con sus alumnos, Ouspensky se manifiesta de esta manera:
“… en el verano de 1918 comencé a sentir que había dejado de entenderlo, o que sus puntos de vista habían cambiado, y me pareció necesario separar a G. (Gurdjieff) y el sistema, del cual no tenía dudas. Pero no sirvió de mucho, así que al final rompí con G. …”
“… en enero de 1920 salí de Rusia para Constantinopla y me quedé allí aproximadamente un año y medio. Constantinopla estaba llena de rusos. Allí comencé a dar conferencias sobre psicología, mis viajes, etc…, y en el verano de 1920 encontré a G. que había venido de Tiflis. Traté de trabajar con él nuevamente, pero pronto me resultó imposible por las mismas razones que antes.”
“En agosto de 1921 salí de Constantinopla hacia Londres. Comencé mis conferencias en Londres y conocí a muchas personas interesadas en el mismo tipo de ideas. En febrero de 1922 G. visitó Londres; luego vivió en Alemania. Yo todavía estaba muy interesado en su trabajo, pero esta vez decidí con firmeza estar al margen. G. fue a Francia. Lo ayudé de muchas maneras a organizar su trabajo allí, y en 1922 y en 1923 fuí muchas veces a París y a Fontainebleau. A fines de 1923 descubrí que no podía seguir conectado con G. porque dejé de entenderlo por completo y finalmente rompí con él en enero de 1924.”
En general Ouspensky no permitía preguntas sobre Gurdjieff a menos que fueran necesarias para comprender la naturaleza de la Cuarta Vía: sus principios, reglas, métodos y origen. Es por ello que resulta muy interesante el siguiente intercambio, que tuvo lugar en una reunión celebrada el 4 de noviembre de 1937:
Ouspensky: Gurdjieff me dio muchas ideas nuevas que no conocía antes, y me dio un sistema que no conocía antes; yo había estado viajando y buscando escuelas durante diez años. Pero él tenía un sistema extraordinario y bastante nuevo. Algunos fragmentos separados se pueden encontrar en otro lugar, pero no se conectan y se juntan como en este sistema. Y ciertas cosas, particularmente pertenecientes al lado psicológico, fueron toda una revelación. Y también en muchas otras líneas. Esto fue prueba suficiente para mí de que este sistema no era algo con lo que uno pudiera encontrarse todos los días. Y ya me había reunido con un número suficiente de escuelas para poder juzgar.
Pregunta: ¿Nunca le preguntaste a Gurdjieff sobre el origen del sistema?
Ouspensky: Todos preguntamos unas diez veces al día y cada vez la respuesta era diferente.
Pregunta: ¿Le preguntaste a Gurdjieff por qué siempre daba respuestas diferentes?
Ouspensky: Sí
Pregunta: ¿Qué dijo él?
Ouspensky: Dijo que nunca dio respuestas diferentes.
Pregunta: ¿Alguna vez se te pasó por la cabeza arrepentirte de haber conocido a Gurdjieff?
Ouspensky: Nunca. ¿Por qué? Obtuve mucho de él. Siempre estoy muy agradecido conmigo mismo de que después de la primera noche le pregunté cuándo podría verlo la próxima vez. Si no lo hubiera hecho, no estaríamos sentados aquí ahora.
Pregunta: Pero escribiste dos libros muy brillantes.
Ouspensky: Eran solo libros. Yo quería más. Quería algo para mí.
Pregunta: ¿De dónde vinieron las escuelas origen de la enseñanza de Gurdjieff?
Ouspensky : Es posible entender que fue de algún lugar de Asia Central. Pero de qué se trataba, no lo sé. Gurdjieff dio varias descripciones, y una de ellas fue muy interesante y posible. Debes entender la situación: después de la Revolución, la posibilidad de ir a ese país desapareció. Si la vida fuera normal, hubiera ido allí a tratar de encontrar esta escuela, pero tal y como es, no había posibilidad de ir allí. Y probablemente ahora todo ha desaparecido. Una escuela que describió estaba cerca de Kashgar en el Turquestán chino. Pero a su alrededor ha habido guerra desde entonces, por lo que probablemente no quede nada de eso ahora, si existiera tal escuela.
Es muy probable que Ouspensky, llegado a cierto punto, considerara la posibilidad de establecer y desarrollar una escuela de aprendizaje al estilo del Instituto para el Desarrollo Armónico del Hombre de Gurdjieff. Lo cierto es que entre 1931 y el comienzo de la guerra el número de alumnos y simpatizantes en Inglaterra había crecido progresivamente hasta alcanzar más del medio millar, lo que indujo a Ouspensky a ampliar su red de actuación tanto desde el punto de vista educativo, delegando potestades en alumnos de confianza debido a la imposibilidad de atender todos sus compromisos académicos, como materialmente mediante la adquisición de inmuebles de mayor capacidad. Hacia 1932 los Ouspensky mantenían una propiedad llamada Gadsden al sur de Londres, una gran mansión victoriana que cubría casi 5 hectáreas pero que hubieron de cambiar en 1938 por la finca de Lyne Place, una impresionante propiedad con casi 50 hectáreas de terreno que incluía un lago, zonas de recreo y suelo de cultivo, situada unas veinte millas al sudoeste de Londres. Esta finca fue dedicada a trabajo práctico; Madame Ouspensky, bien dotada para organizar el trabajo de campo (había experimentado durante una buena temporada en Chateau de Prieure los métodos de Gurdjieff) se hizo cargo y se admitieron alumnos en régimen interno que voluntariamente se someterían a las actividades de desarrollo transpersonal mediante un plan de duro trabajo sobre todo físico. En definitiva, una especie de imitación del Priorato de Fontainebleau. A la vez, en el mismo Londres se adquirió la elegante mansión de Colet House con un amplio estudio con capacidad para unas trescientas personas y que se puso al servicio académico-administrativo de la flamante Sociedad Histórico Psicológica fundada por Ouspensky, institución creada para dar forma y dirección a su trabajo.
Las perspectivas no podían ser más halagüeñas cuando, en 1939, sobreviene la guerra con Alemania. Este acontecimiento resultaría funesto para los planes de Ouspensky, que contempla cómo las restricciones que se imponen por causa de la contienda afectan ineludiblemente la marcha de sus proyectos; después de unos meses llega a la conclusión de que la continuación normal del trabajo sería imposible en Inglaterra en esas condiciones y decide partir hacia Estados Unidos, viaje que realiza en enero de 1941. Allí no era un desconocido, sobre todo porque sus libros habían sido editados con un considerable éxito.
Ouspensky y el grupo que lo acompaña se ponen rápidamente a trabajar. Se crea una infraestructura a la imagen de Londres; se adquiere una inmensa finca (Franklin farms, Mendham), al oeste de Nueva York, donde se pretende que Madame Ouspensky dé continuidad al trabajo de Lyne Place, y también un inmueble en esa capital que se habilita para reuniones periódicas.
Sin embargo, pronto se confirma que las cosas no iban a ser como en Inglaterra. Por un lado, los simpatizantes norteamericanos no son tan comprometidos, la sombra de Gurdjieff es demasiado larga y la actividad de A.R. Orage (delegado oficial de Gurdjieff que Ouspensky le había presentado en Londres en 1922 y que se había establecido en los Estados Unidos durante más de una década hasta que en 1930 fue depuesto por el mismo Gurdjieff) no ha sido todo lo clara que debiera para beneficio del sistema gurdjieffiano ya que ha venido explotando en buena medida los recursos y posibilidades para su propio beneficio y autoadulación. Esto provoca una desestabilización e incoherencia nada favorables para la disciplina académica. A ello se suma el debilitamiento físico de Madame Ouspensky provocado por la enfermedad de Parkinson que ya traía diagnosticada desde Inglaterra (unido a cierto comportamiento tiránico nada disimulado) y al propio decaimiento físico y moral de Ouspensky, que manifiesta visibles excesos con la bebida y una especie de descontrol psicológico y desmotivación causado por falta de convicción y resultados espirituales tangibles. Ouspensky comienza a mostrar un comportamiento errático y voluble, además de un estancamiento de ideas notorio (no escribió nada en esta época además de limitar sus conferencias) a lo que se suma una disputa formal con J.C. Bennett, seguidor de Gurdjieff de quien ya hablamos en su artículo, quien con cierta osadía agitaba las aguas en Londres promoviendo sus propias ideas acerca del sistema en el entorno grupal de Ouspensky. Este, que no había perdido el contacto con Inglaterra y la consideraba su territorio de influencia fundamental, reaccionó enérgicamente desautorizando de plano a Bennett y provocando otra grieta en el esquema de poder; Bennett terminaría predicando por su cuenta su propia versión de lo aprendido de Gurdjieff y Ouspensky.
A partir de 1945 el deterioro de la salud de Ouspensky ya es más que evidente; ofrece su última conferencia en Nueva York en el verano de 1946 y el 18 de enero de 1947 anuncia repentinamente ante unas pocas decenas de incondicionales que se marcha a Inglaterra, partiendo al día siguiente y dejando a su esposa y un grupo de desmoralizados seguidores en Nueva York. Jamás le volverían a ver.
Nada más llegar a Inglaterra y establecerse en Lyne Place, recibe una invitación de Gurdjieff para ir a París, la cual rechaza; fue la última posibilidad de reconciliación. Convoca a un nutrido grupo de personas para una serie de prometedoras reuniones; entre febrero y junio de 1947 ofrece a duras penas seis reuniones en Colet House en las que manifiesta una falta de energía e ideas y una especie de nihilismo que producen en el auditorio un estado de desolación y perplejidad que impulsa a muchos a achacar este inesperado comportamiento a la mala salud del orador. Pero tal vez podría ser que Ouspensky casi al final de sus días hubiera perdido contacto con el sistema y simplemente manifestara lo que realmente pensaba: que ya no había sistema.
No hay nada más reseñable hasta el fallecimiento de Ouspensky el 2 de octubre de 1947: se limitó a alimentar recuerdos como si esperara que ello estimulara su inspiración y reviviera su pasión espiritual. Pero fue en vano: puede que la molicie y abandono derivadas de la buena vida y la comodidad hubieran apagado el fuego interno de Piotr Ouspensky desde tiempo atrás hasta hacerle olvidar sus propias convicciones.
A ambos lados del Atlántico sus seguidores se preguntaban qué hacer ahora; la recomendación oficial de la viuda Madame Ouspensky fue seguir a Gurdjieff, quien se mantendría dos años más hasta su muerte. Algunos siguieron el consejo, mientras que unos pocos incondicionales, concretamente Francis Roles y Rodney Collin Smith continuaron intentando perpetuar la esencia de la enseñanza de Ouspensky. Gracias a ellos, tanto en América como en Inglaterra subsisten vestigios de dicha enseñanza hoy en día.
Poco después de la muerte de su esposo Madame Ouspensky se dirigió a Gurdjieff para solicitar su aprobación al manuscrito de “En busca de lo milagroso”, lo cual consiguió. En 1949 se publicaba por primera vez el libro en Nueva York (prácticamente coincidiendo con la fecha de la muerte de Gurdjieff) y al año siguiente en Londres.
El libro fue una auténtica revelación. Por fin se plasmaba en letra impresa el origen y desarrollo de la relación entre Ouspensky y Gurdjieff y se desvelaban los detalles de los duros comienzos de los grupos de estudio del “sistema” y el “trabajo”, que era como denominaban los alumnos a los aspectos teórico-prácticos de la enseñanza promovida por Gurdjieff. La información que aportaba Ouspensky respecto a lo que averiguó (e intuyó) de las fuentes de conocimiento de Gurdjieff (el mismo origen del sistema) resultaba tan difusa y ambigua que aportaba al maestro armenio un aura de gran misticismo y magnificencia. La narración personal, desprovista de adornos y pasiones desaforadas, del relato presentado en secuencia cronológica de las condiciones de vida junto a Gurdjieff en los primeros años de discipulado también contribuyen a teñir ese aura con un reverente misterio. Ciertamente el libro proporciona mucho material sobre la vida de Gurdjieff y la historia temprana del trabajo.
Ouspensky también comunica hábilmente y con honestidad refrescante y directa al lector lo que él considera claramente los correlatos emocionales necesarios de dichas ideas. Esto se percibe en una variedad de formas, muchas veces a través de la descripción de Ouspensky de las dificultades que él y otros encontraron para comprender una idea, o la íntima conmoción cuando finalmente sobrevenía la comprensión y, en ocasiones, la sensación de alegría o urgencia al darse cuenta de que esto formaba parte del gran conocimiento, lo milagroso, con lo que uno había soñado, pero que las demandas que le hacía al buscador eran proporcionalmente asombrosas. El precio del conocimiento de la verdad.
Se tiene mucho cuidado a lo largo del libro a la hora de caracterizar la relación maestro-alumno entre Gurdjieff y su círculo. La imagen resultante de Gurdjieff es la de un hombre que obviamente posee una inmensa sabiduría y poder personal, capaz de quitarle la dolorosa «máscara» del autoengaño al alumno mientras lo guía con mano experta a través de las experiencias emocionales y físicas necesarias para el proceso de aprendizaje profundo. Todo ofrece la impresión de estar ante un hombre indescifrable, sin duda uno de los más enigmáticos del siglo veinte.
En cuanto al contenido del libro, menciona la totalidad de la vasta filosofía, cosmología, psicología y pautas de Gurdjieff para vivir. Aunque el subtítulo original del libro, «Fragmentos de una enseñanza desconocida», presumiblemente parece indicar que la conexión entre todas las diversas ideas no puede hacerse intelectualmente explícita, sino que debe descubrirse a través de la experiencia, y a pesar de que desde cierto punto de vista aún parece que debe considerarse un escalón preliminar, la impresión de un sistema de ideas increíblemente completo y coherente es inevitable. Lo que sigue en las páginas del libro es necesariamente un resumen extremadamente truncado.
El autor comienza describiendo su primer encuentro con Gurdjieff, aparentemente ordinario, cuando tenía sus sentidos y su voluntad puestos en su búsqueda interior. Para sorpresa de Ouspensky, este hombre a quien conoce en su Rusia natal y que al primer vistazo ya le había causado una extraña impresión, parece poseer ese conocimiento que con tanto afán él buscaba. Además, Gurdjieff ha organizado un grupo, estructurado según principios desconocidos pero intrigantes, para estudiar este conocimiento. Hay escuelas esotéricas, le dice Gurdjieff, pero lo primero que hay que darse cuenta es que se necesita un tipo de conocimiento muy especial, incluso entre las enseñanzas esotéricas, para que un hombre tenga resultados que se correspondan con todas sus posibilidades. Y además es necesario que un hombre sea consciente de cuán lejos está de estas posibilidades. El hombre tal cual, dice Gurdjieff, en realidad no es un hombre, es una máquina. Todos los atributos del hombre -libertad, comprensión, amor, creatividad- no son real y objetivamente suyos. El hombre puede dejar de ser una máquina; puede volverse consciente. Pero primero debe ver su completa mecanicidad. Esto es extremadamente difícil, y muy pocos son los que pueden desear o soportar conocer la verdad sobre sí mismos.
Ouspensky cede al influjo de Gurdjieff y las conversaciones continúan hasta que gradualmente se forma un grupo para estudiar y poner en práctica las ideas. Las posibilidades del hombre son inimaginables, les dice Gurdjieff, es cuestión de formar realmente dentro de uno mismo algo tangible y permanente, algo más elevado y más real que el cuerpo físico que es todo lo que hay del hombre común, sin importar lo que pueda imaginar de sí mismo. Gurdjieff presenta la enseñanza sobre el alma que se puede desarrollar en el hombre (pues el hombre ordinario carece de alma) y que se convierte básicamente en el objetivo del trabajo. El hombre común es sólo una colección fragmentada y velada de personajes disfrazados de lo que cree su verdadero yo. Pero el “verdadero yo” debe formarse a través del trabajo, a través de una forma específica de sufrimiento, una disciplina. Tal disciplina se encuentra en la esencia de las grandes tradiciones, pero este camino no existe ya en el mundo moderno y occidental. Al mismo tiempo, puede haber varias formas de esta disciplina, algunas rápidas y otras lentas, algunas adecuadas para el hombre moderno, otras inadecuadas. Así surge la desconcertante y deslumbrante idea del cuarto camino.
Gurdjieff les instruye también en la estructura humana, las diversas mentes y centros de percepción. El origen y la estructura del universo, las leyes detrás de las apariencias y las fuerzas que gobiernan todo, desde la creación de galaxias hasta los movimientos de los átomos y las transacciones de energía dentro y fuera del organismo humano. Habla sobre las dos leyes básicas de la realidad que son la ley de las tres fuerzas y la ley de la octava, los niveles del universo, la relación planetaria y el rayo de la creación. Y el epicentro de la transformación, del trabajo de conciencia, que es la idea del “recuerdo de sí”, el instrumento principal mediante el cual el hombre puede acumular la fuerza necesaria para la manifestación eventual en sí mismo de las propiedades de la voluntad, la inteligencia creativa, la conciencia y el poder de amar. Esta idea del “recuerdo de sí” llegaría a atormentar a Ouspensky hasta el mismo fin de sus días y sería recurrente en su propia enseñanza.
Ouspensky relata, desgrana, explica todo el sistema tal y como lo absorbió y digirió, involucrando a veces a algunos compañeros del grupo y manteniendo con absoluta estoicidad como trasfondo el terrible escenario de la revolución, las guerras mundiales y los profundos cambios que sacudían la sociedad en esos tiempos. También da detalles acerca del “trabajo” ofreciendo impresiones personales que proporcionan una insólita continuidad y brillante coherencia al relato de aquellos confusos y desconcertantes días.
Ouspensky finaliza el libro narrando a grandes rasgos los hechos más remarcables inmediatamente posteriores a su separación de Gurdjieff en Constantinopla: su reencuentro en Londres en 1922 y algunos apuntes de las primeras actividades de Gurdjieff ya en Francia. La última anotación hace referencia a la partida de Gurdjieff hacia Estados Unidos en 1924, y el deseo de Ouspensky de continuar su trabajo de manera por completo independiente.
Como autor de libros de la categoría de “Tertium Organum” o “Un nuevo modelo de Universo”, la reputación literaria e independencia intelectual de Ouspensky están aseguradas. Su posición respecto al esquema de influencia de Gurdjieff es más equívoca, pues desde el momento en que asumió su postura independiente en Inglaterra en 1921, Ouspensky se proyectó prácticamente como el igual de Gurdjieff (con bastante éxito ya que la impresión superficial de ello subsiste hoy en día). Sin embargo, en ningún caso la proyección personal de Ouspensky puede anular el simple y fundamental hecho de que Gurdjieff le enseñó a el; que en treinta años Ouspensky no aportó más que una buena habilidad expositiva del conocimiento que recibió de Gurdjieff, incluso prescindiendo de buena parte de ese conocimiento como los movimientos y danzas sagradas o los ejercicios de atención, desarrollo mental y sensación corporal, deficiencias notables que jamás justificó adecuadamente.