Las moradas filosofales es un libro escrito por el alquimista del siglo XX conocido por el sobrenombre de Fulcanelli.
La siguiente fábula se conoce como «El enigma filosófico del Cosmopolita», su autor fue Alexander Sethon, conocido con el sobrenombre del Cosmopolita, un alquimista de finales del siglo XVI.
La piedra filosofal es un término que proviene de la alquimia y designa a una sustancia a la que se atribuye la propiedad de trasmutar por si misma metales vulgares como principalmente el plomo en oro o plata.
La definición académica actual de la palabra “alquimia” es la siguiente: “Conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia, que influyó en el origen de la ciencia química. Tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal.”
Aquí tenemos al que es casi con toda seguridad el más famoso de los textos de alquimia occidentales. Este libro es conocido hasta por los ajenos a la materia gracias a la fama de su autor, un hombre cuya existencia histórica está comprobada y con una vida no tan velada por el hermetismo que suele rodear a loa adeptos de la alquimia; adeptos como, según la leyenda que le rodea, fue él mismo, ya que al parecer consiguió hallar la piedra filosofal y descubrir los secretos que esta encierra.
Aquí tenemos un texto de alquimia tradicional, presumiblemente escrito por un adepto de dicha ciencia y en el cual este refuta y corrige ciertas afirmaciones hechas por otro personaje al cual llama “Pantaleón” y califica más o menos como un simple aficionado al arte. El autor que nos ocupa es anónimo aunque por lo escrito bastante versado en la materia; acerca de la veracidad histórica de Pantaleón (en relación con la alquimia) la única referencia que se tiene es una mención de Nicolas Lenglet du Fresnoy (erudito francés del siglo XVII-XVIII) en su obra “Historia de la filosofía hermética” hacia el “Anónimo Pantaleón” citando algunos libros escritos por el y relacionados con la alquimia.
El texto íntegro (del cual a continuación se copia un extracto), de 84 páginas, se encuentra al final de un pequeño volumen publicado en París en 1689, por Laurent d’Houry (impresor francés del siglo XVIII), que contiene otros dos tratados: El primero, de Mathurin Eyquem du Partineau, titulado El Piloto de Onda Viva y el segundo, La Tumba de Semiramis, cuyo autor es anónimo también. No se ha podido atribuir la autoría de la Refutación del anónimo Pantaleón al mismo Mathurin Eyquem, este texto aparece a partir de la segunda edición del volumen por lo que sería un “añadido” posterior.
«Cuando escribió El misterio de las catedrales en 1922, Fulcanelli no había recibido el don de Dios, pero estaba tan cerca de la Iluminación Suprema que juzgó necesario esperar y conservar el anonimato, el cual, por lo demás, había observado constantemente, acaso más por la inclinación de su carácter que por obedecer rigurosamente la regla del secreto. Porque hay que decir que este hombre de otro tiempo, por su apariencia extraña, sus maneras anticuadas y sus ocupaciones insólitas llamaba, sin pretenderlo, la atención de muchos.»